Día de la mujer: qué es la carga mental y por qué el estrés también tiene sesgo de género
Marzo apenas lleva una semana y Sandra R. ya siente que la cabeza le va a estallar. La lista de pendientes para el día siguiente es interminable: hay que transferirle a una madre dl colegio la plata para los libros; hay que retirar el uniforme nuevo; hay horario reducido la primera semana de clases; que la más grande vuelve tarde, porque arrancó el curso de ingreso de la facultad y hay que dejarle algo para cenar; que el más chico tiene fútbol; que su jefe está de vacaciones pero igual le escribe para recordarle cosas. Sandra tiene 45 años, trabaja en una empresa de finanzas y es madre de Sofía, de 18, y de Mateo, de 9. Antes de meterse en la cama, cada noche, hace una nueva lista, a veces, mental y otras, en el celular. Si Rafael, su marido, se quedó dormido, le manda algunos mensajes de WhatsApp con lo que necesita que haga al día siguiente, como por ejemplo llevar y buscar a Mateo de fútbol, pasar por el supermercado, retirar el uniforme. “Si, si, mándame que yo mañana me ocupo”, balbucea él, bajo las sábanas.
Hace unas noches, mientras chequeaba el celular, Sandra se encontró con un video que la hizo sentir como si estuvieran sacando una radiografía a ese agotamiento mental que no sabía cómo describir. Un psicólogo español hablaba de un concepto que jamás había escuchado. Decía que ese repiqueteo de pendientes del día a día que tienen en la cabeza las mujeres, en realidad se llama carga mental. Y que no es otra cosa que estrés con sesgo de género.
Esa carga mental supone, se explicaba, estar pendiente de todas las tareas de la familia, planificarlas, coordinarlas y tomar decisiones. Y que no solo estar pendientes de los hijos, también del marido, de las mascotas, de los adultos mayores de la familia. Y la coloca a la mujer-madre, en el comando de las decisiones. Para entender ese agotamiento, ya no alcanza con contabilizar la cantidad de horas que trabajan hombres y mujeres dentro y fuera de la casa o con decir que si ellas suman todas las actividades su día tendría unas 30 horas. O que reciben salarios menores por la misma tarea. Además, sobre ellas pesa la tarea de organizar y poner en marcha toda la logística familiar y que, incluso, cuando delegan actividades no se les permite renunciar a su rol clave para que todo funcione. Por eso, la sensación de agotamiento es tan profunda.
Agotamiento emocional
Universidad Siglo 21, a través del Observatorio de Tendencias Sociales y Empresariales, realizó el año pasado un relevamiento sobre la brecha de género y analizó cómo mujeres y varones articulan su vida profesional y personal y cómo evoluciona en función de ello el agotamiento emocional. El informe muestra una tendencia en aumento en la prevalencia de los síntomas: el 28,6% de las mujeres demuestran mayor dificultad para relajarse después de un día de trabajo (vs el 26,5%, en varones), además el 27,7% no puede dedicarse a otras cosas luego de la jornada laboral (en ellos, 20%), mientras que el 33% asume estar agotada (26,6% en hombres).
Casi el 23% de las mujeres manifestaron sentirse nerviosas, angustiadas o muy tensas todos los días o al menos la mitad de los días y, un 10,1% de ellas se sentían deprimidas, decaídas o sin esperanzas casi todos los días.
“Ayudar en casa no es suficiente, esa frase quedó obsoleta. Hay que hacerse corresponsable y compartir la carga mental”, dijo Alberto Soler, el psicólogo y terapeuta familiar español que protagoniza un video que lanzó el diario El País hace cinco años y viralizó el concepto de carga mental.
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“Se da mucho en la consulta, el marido voluntarioso. Honestamente, dice: ‘me dices qué hacer y yo lo hago’. Y él, el pobre, ni se entera de lo que está pasando. Lo que él no está entendiendo es el concepto, la carga mental. A las parejas les preguntas: ‘¿Quién lleva en la cabeza el calendario de las visitas al médico?’ Y lo lleva ella. ¿Quién sabe cuántas veces este año se reunieron con el tutor de su hijo? Y lo lleva en la cabeza ella. ¿O quién sabe el tema de las vacunas? ¿O cuándo hay que lavar las cortinas? ¿Cuándo toca dar vuelta el colchón? ¿Cuándo toca hacer el cambio de armario? ¿O qué tenemos que comprar esta semana? ¿Hoy toca cenar hidratos mañana o esta semana ya comimos muchas veces? Eso es lo que llevan ustedes, las mujeres de manera casi exclusiva. Eso es lo que se llama carga mental. Y pesa. Suma asuntos personales, asuntos de trabajo, y toda esa coordinación y gestión doméstica”, señaló Soler. “¿Cómo se puede aliviar? Sencillo”, explicó Soler. Lo sintetizó así: “No preguntes qué hago. ¿Hay ropa sucia acumulada? poné un lavarropas. ¿Terminó de lavar? Colgá la ropa. ¿Se secó? Bajala, doblala y guardala. ¿Tenés hambre? Prepará la cena. ¿O no sabés qué hay que cenar? Eso en realidad es compartir la carga”.
Homogeneizar el descanso
Algunas de las parejas, cuenta Soler, intentan solucionarlo armando listas de tareas compartidas que pegan en la heladera, como si fueran las tablas de la ley de Moisés: quién cocina cada día, quién lleva y trae a los chicos. “Pero no sirve”, afirma. Porque dura cuatro días y no logra abarcar todas esas actividades que no se escriben y siguen recayendo en la mujer. Lo único que sirve es homogeneizar el descanso: en casa, si uno está lavando los platos y el otro sentado con el celular o viendo la televisión, algo no está bien repartido. “Por que siempre hay cosas para hacer. Entonces, decidimos los dos cuándo nos sentamos a descansar y lo hacemos juntos. Si no lo compartimos, al final no hay justicia, no hay igualdad, no hay corresponsabilidad en casa”, reflexiona.
Las mujeres argentinas se perciben más estresadas que los hombres y evalúan peor distintos aspectos de su salud, por ejemplo, el sueño, según un estudio internacional que hizo la consultora Voices! en 39 países para el 8M. El 40% de ellas dicen sufrir estrés y el 42%, problemas de sueño, mientras que en los hombres fue el 24% y el 30%, respectivamente,
En la Argentina, según este informe, mejoró el uso de tareas compartidas, pero todavía persiste el sesgo de género. Por ejemplo, el 78% de los hombres dijo que hace las compras, contra el 85% de las mujeres. En cambio, el 75% de ellas limpia baños, contra el 38% de ellos.
“Claramente la carga mental es parte de esta carga que llevamos las mujeres entre las tareas de cuidado y domésticas. No solo hay más mujeres que lo hacen, sino que además nos lleva más tiempo. Y se ve en la cantidad de horas dedicadas a tareas de cuidado por hombres y mujeres”, explica Gala Díaz Langou, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec).
“En la carga mental incide mucho la asignación de roles que atribuye nuestra cultura. Son cuestiones soft, pero no es sólo que me ocupo de que la heladera tenga como para comer los próximos tres días. Tiene que ver con los roles aprehendidos, de cuidado, invisibilizados, asignados a las mujeres. Y la batalla cultural por la asignación de roles todavía debe llegar a esos rincones, porque es una visión que está muy imbricada en la sociedad, y que se ve en las políticas públicas, por ejemplo, con la licencia por maternidad que se le da a la madre porque se le dice ahora tu trabajo es cuidar esta criatura, y al hombre, de solo unos pocos días, porque cuando tiene un hijo se le dice: ‘Tu trabajo es cuidar el trabajo’. Mientras la llegada de un hijo en la mujer impacta negativamente en su carrera laboral, y por eso sufre la sobrecarga mental o deja el trabajo, a los hombres los catapulta”, señala Díaz Langou.
Roles de género
“El ingreso al mercado laboral de las mujeres fue por necesidad de cubrir puestos de trabajo pero no hubo una reformulación de los roles de género. Además, la mujer sigue siendo la responsable de las tareas domésticas y de cuidado. Esto genera mucha culpa, ese rumeo mental de tener que estar en varios lugares al mismo tiempo, encargándose de varios escenarios. Y con el estigma de ser vista como menos profesional si responde en horario laboral los WhatsApp de cuestiones de su casa. El peso mental es enorme y se ve reflejado en el relevamiento”, afirma Laura Gaidulewicz, directora del Instituto de Género e Inclusión de la Universidad Siglo 21.
“Las encuestas del uso del tiempo, que miden a qué le dedicás tu día, la diferencia de las cuatro horas y 20 minutos en las mujeres y las dos horas y media para los hombres de trabajo en el hogar tiene que ver con cuestiones concretas de cuidado, ya ahí vemos que tiene una desigualdad enorme. Esto se proyecta sobre la carga mental, que es la obligatoriedad de tener que planificar, delegar o ejecutar esas tareas de cuidado. También en el tiempo de ocio se ve la diferencia muy marcada entre hombres y mujeres”, argumenta Carolina Villanueva, directora de la fundación de estudios de género Grow.
“Incluso en mujeres que lograron abrirse paso, se escucha la frase de: ‘yo hice carrera porque mi madre me cuida los chicos y mi marido me lava los platos’. La mujer sumó funciones, pero no hubo una reorganización real de los roles”, indica Gaidulewicz. “A pesar del impacto que tiene esa tarea invisible en la economía”, agrega.
Para tener una idea, hace un año y medio, ONU Mujeres presentó un informe sobre el impacto de las tareas de cuidado y señaló que si se lo considerara formalmente como una actividad económica, en la Argentina el trabajo de cuidado representaría el 15,9 % del PBI del país y así pasaría a ser la principal actividad económica, según señala el informe, por encima de la industria (15,7%) y del comercio (15,5%).”Son las mujeres quienes amortiguan los efectos de las múltiples crisis mediante una intensificación del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado”, se lee en el reporte.
Telescopio 24 horas
“Si hubiera que reemplazar la tarea que, a diario, realiza una madre, se necesitaría contratar a cinco personas de tiempo completo. Eso si el hijo generara el mismo trabajo que un telescopio que requiere 24 horas diarias de atención. Pero sabemos que es mucho más. Son jornadas extremadamente largas, que ningún acuerdo sindical contempla. Nadie te dice que vas a tener que seguir trabajando en Navidad y hasta cuando estés enferma”. La frase de la socióloga y economista española María Ángeles Duran durante la XV Conferencia Regional sobre la Mujer, organizada por ONU Mujeres, dejó a todo el auditorio entre la risa y la desazón. Nadie había logrado describir con tanta contundencia el “cuidadoriato”, término que ella acuñó y que se refiere a la forma de organización del tiempo que atribuye a las mujeres la enorme carga de atender a los miembros de su familia. Un apostolado silente que hasta ahora las mujeres venían asumiendo sin protestar, pero que cruje de la mano del feminismo.
¿Cuántas personas se necesitarían para realizar las tareas de cuidado no remuneradas? El documento de ONU Mujeres señala una media para la región: se necesitarían 84,1% de puestos de trabajo adicionales a tiempo completo para cubrir el trabajo no remunerado que se realiza en los hogares en relación con la población ocupada. En la Argentina el aumento debería ser del 174,6%.
¿Cómo podría aliviarse la carga? “Redistribuyendo”, dice Duran. “Pero no se trata sólo de cuidar niños o ancianos. Un gran consumidor de cuidado, aunque a veces no lo sabe, es el hombre joven, activo, fuerte que está incorporado al mundo del trabajo. Porque en realidad, dependen absolutamente de que provean servicios para ellos. Y ni siquiera son conscientes de eso. Son grandes consumidores del cuidado y poco proveedores. Mientras que las mujeres, incluso las que están incorporadas al mercado del trabajo son proveedoras y consumidoras. Esta es la gran sobrecarga que llevan. El doble de carga casi como promedio”, dice Duran.
Ante el comentario de que algunos hombres, que podrían decir, “nosotros también cuidamos”, Duran explica: “Hay diferencias. Lo más llamativo es la cantidad de horas que dedican. Pero también hay una enorme diferencia ¿Qué tipo de cuidado hacen? Los varones hacen tareas como llevar a los chicos al colegio, arreglar el coche de la familia, si es que eso se entiende como cuidado. Pero limpiar, cocinar, estar pendientes de los ancianos, eso lo hacen muy poco”, dice Duran.
“Si la mujer tuviera que contabilizar el tiempo que trabaja no le alcanzan las 24 horas. Serían más de 30 al día. Las mujeres arman como una máquina que tiene que asumir simultáneamente más y más tareas superpuestas. Entonces, con una mano está planchando, con otra pendiente del niño pequeño, está pensando entre tanto qué comida hace mañana… Mientras que los hombres cuando asumen tareas de cuidado es una, sin acumulación. Y que son hora poco intensas. En cambio, las horas de la mujer, superpone tantas actividades que agota”, concluye Duran.