Es de Boca y está yendo en bicicleta a Río de Janeiro para la final de la Copa Libertadores: “Cuando lo decidí me puse a llorar”
Darío Chaile tiene 52 años y es de La Plata. El jueves 26 de octubre tomó una decisión que la defiende con alma y vida en las rutas: llegar a Río de Janeiro para ver el partido final de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y Fluminense, el cual se disputará el próximo sábado en el estadio Maracaná. Pero hay que aclarar algo: no se tomará ni un avión ni un micro, sino que este xeneize va en... bicicleta.
A medida que le brinda su testimonio a LA NACION las bocinas y gritos de los autos son un espaldarazo emocional para este hombre que se encuentra en Alegrete, en el sur de Brasil, a 400 kilómetros de Porto Alegre.
“Acabo de hacer 15 kilómetros en bicicleta con el viento en contra”, explica Darío, quien decidió sentarse debajo de un árbol para hablar con este medio y así contar su odisea camino a Río de Janeiro para ver a Boca. “Soy parte de un grupo de hinchas de La Plata que somos socios y abonados. El dueño de la camioneta que nos lleva a todos lados no pudo venir por una enfermedad y varios de mis amigos también sufrieron algunos problemas que les impidieron hacer esta aventura”, explicó.
Sin tener a sus amigos como laderos en este sueño de viajar al país vecino, el protagonista de esta historia contó cuál fue el momento bisagra que lo empujó a tomar esta decisión de encarar con su bicicleta una travesía que acompaña con la ayuda del famoso “dedo” para adelantar kilómetros. “En el momento que lo decidí me puse a llorar, sentí que era una locura de la cual no me iba a arrepentir. Agarré un bolso que tenía en casa, lo llené con la ropa que iba a usar en el camino y de ahí salí para City Bell (La Plata) analizando cómo iba a ser mi periplo”, rememoró. Atrás quedó su trabajo del día a día: atender una peluquería en Gonnet.
Constitución, Retiro, Tigre, General Pacheco, Zárate, Concordia, Paso de Los Libres y Alegrete son los destinos que recorrió Chaile durante estos cinco días. Por las noches se las ingenia para pedir alojamiento y descansar por unas horas. “Al llegar a Brasil me animé a pedirle a un hombre si me prestaba el quincho de su casa para poder dormir y me dijo que sí; creo fervientemente que con la humildad uno puede lograr lo que se propone”, destacó esta persona que piensa las 24 horas en cómo llegar antes del sábado a Río de Janeiro, lugar del que lo separan 1900 kilómetros.
“Me considero una persona muy particular, no hay nada en mi vestimenta que no sea de Boca. Cuando me regalan una camisa quiero que sea con los colores del club. La gente que me ve en el camino se sorprende y hasta se saca fotos con mi bicicleta”, completó Darío, a la espera de que algún hincha pueda socorrerlo en las rutas de Brasil para acercarlo a su objetivo.
Bailarín de tango y peluquero de profesión, Darío mantiene firme sus esperanzas de arribar a Río de Janeiro para encarar la siguiente misión: conseguir una entrada y ser uno de los tantos hinchas de Boca que puedan estar presente en lo que puede ser la conquista de la séptima Copa Libertadores para el club de La Ribera.
“De alguna forma voy a entrar, por ahora no pienso en eso. Estoy tranquilo y soy consciente de que estoy haciendo una movida importante para hacerme conocer”, relató, mientras, de fondo, dos autos frenaban al costado de la ruta para saludarlo y ofrecerle comida para seguir camino.
A la espera de algún alma caritativa que pueda darle un nuevo empujón a su sueño, Darío sigue a paso firme con su bicicleta como fiel aliada. En un deporte donde la confianza y la fe son dos pilares fundamentales, él, como hincha, se aferra en una cruzada con destino a Río de Janeiro.