El ascenso improbable de un equipo estadounidense en un deporte del que nunca has oído hablar

Alex Vang remata la pelota durante un partido de sepak takraw, a veces llamado “voleibol de patadas”, el cual tradicionalmente tiene tres jugadores por lado: un colocador, un rematador y un saque, en el Centro Recreativo Duluth and Case de St. Paul, Minnesota, el 1° de septiembre de 2023. (Caroline Yang/The New York Times)
Alex Vang remata la pelota durante un partido de sepak takraw, a veces llamado “voleibol de patadas”, el cual tradicionalmente tiene tres jugadores por lado: un colocador, un rematador y un saque, en el Centro Recreativo Duluth and Case de St. Paul, Minnesota, el 1° de septiembre de 2023. (Caroline Yang/The New York Times)

Cuando Ker Cha recibió la llamada sobre la Copa Mundial, habían pasado más de dos años desde que no tocaba una pelota de takraw. Ahora tenía menos de dos meses para perder los 9 kilogramos que había engordado durante la pandemia de la COVID-19 y volver a estar en forma para jugar. Además, se enteró de que solo tendría dos días para entrenar con sus compañeros de equipo antes de que partieran a Corea del Sur para participar en la Copa Mundial de 2022 de la Federación Internacional de Sepak Takraw.

Así que se puso a patalear.

El emocionante deporte del sepak takraw en esencia es voleibol, excepto que los jugadores no pueden usar las manos y principalmente patean la pelota sobre la red. Cha es conocido por su estilo de saque inusual, el cual lo convierte en uno de los mejores jugadores estadounidenses del deporte. El nombre del juego proviene de la palabra “patear” en malayo (sepak) y la palabra tailandesa para la pelota tejida, la cual tiene más o menos el tamaño de una toronja grande. La historia del takraw se remonta a la década de 1940 en Penang y es un deporte que goza de una popularidad enorme en Malasia, Tailandia y otras zonas del sureste asiático.

Cha, de 32 años, es uno de los tres jugadores del equipo estadounidense descendientes del pueblo hmong, una población indígena del sureste asiático. Sus padres huyeron de Laos a Tailandia justo antes de que él naciera y se reubicaron en Estados Unidos cuando Cha tan solo tenía 2 meses. Otros jugadores son descendientes de los pueblos karen y karenni de Malasia y Birmania respectivamente. Según Cha, para ellos competir a nivel internacional es una forma de honrar su herencia cultural y promover un deporte que esperan que pueda afianzarse en Estados Unidos.

“Esperamos que ganar en estos torneos nos ayude a hacer crecer este deporte”, comentó Cha. “Queremos ayudar a que se difunda en todos los niveles, desde que se ofrezca en las escuelas públicas hasta que se juegue en los Juegos Olímpicos”.

En Estados Unidos, al sepak takraw a veces se le llama “kick volleyball” (voleibol de patadas), una traducción burda pero acertada. Los jugadores se alinean en lados opuestos de una cancha de 13 por 6 metros, con una red de 1,5 metros de altura entre ellos. Tradicionalmente, hay tres jugadores por lado: un colocador, un rematador y uno que hace los saques. Es exactamente igual que el voleibol, en el sentido de que el objetivo es ganar puntos rematando la pelota contra el suelo de la cancha del oponente. Es exactamente lo opuesto al voleibol, en el sentido de que se pueden utilizar todas las partes del cuerpo excepto las manos.

Ker Cha remata la pelota durante un partido de sepak takraw, a veces llamado “voleibol de patadas”, el cual tradicionalmente tiene tres jugadores por lado: un colocador, un rematador y un saque, en el Centro Recreativo Duluth and Case de St. Paul, Minnesota, el 1° de septiembre de 2023. (Caroline Yang/The New York Times)
Ker Cha remata la pelota durante un partido de sepak takraw, a veces llamado “voleibol de patadas”, el cual tradicionalmente tiene tres jugadores por lado: un colocador, un rematador y un saque, en el Centro Recreativo Duluth and Case de St. Paul, Minnesota, el 1° de septiembre de 2023. (Caroline Yang/The New York Times)

En la Copa Mundial de 2022, Cha ayudó a guiar al equipo de Estados Unidos a ganar la medalla de oro en las competencias de tres contra tres y cuatro contra cuatro en la segunda división. Fue la primera vez que un equipo estadounidense ganaba dos medallas de oro en el evento. (También fue la primera Copa Mundial de takraw desde 2011.) Defendieron esas medallas de oro en la Copa del Rey en Tailandia este verano, que se considera el evento anual más importante de este deporte.

Cha señaló que gran parte del crédito del reciente resurgimiento del equipo estadounidense se debe a Jeremy Mirken, un promotor improbable de este deporte quien también es el seleccionador nacional. Mirken empezó a jugar al takraw cuando vivía al norte de California, a principios de la década de 2000, para sostener un entrenamiento cruzado para un deporte similar de patadas llamado “footbag net”.

En aquel entonces, había un juego recurrente en el estacionamiento de un complejo de condominios cuya población en esencia eran personas de ascendencia del sureste asiático. Los viernes, retiraban los autos y marcaban con tiza una cancha de takraw en el asfalto. A Mirken le maravillaba cómo los jugadores comprometían sus cuerpos para remates y bloqueos que parecían chilenas, con las espaldas que azotaban contra el pavimento decenas de veces por set. También le impresionó el modo en que gente de tantos países se une como una comunidad bajo el paraguas de este único deporte.

“Fueron muy pacientes conmigo, un tipo blanco cualquiera, que aparecí y más bien fui bastante malo durante un tiempo”, comentó Mirken, quien ahora es terapeuta del lenguaje en una escuela de Texas. “Pero el fuego se encendió. No solo quería jugar, sino llegar a ser muy bueno. Quería competir al más alto nivel”.

Mirken jugó en el equipo estadounidense como colocador entre 2010 y 2012, donde ganó varias medallas. Después, pasó a un nuevo puesto: entrenador.

“Yo elijo quién va como titular y quién se queda en la banca”, mencionó. En broma, agregó: “Por suerte, en el equipo estadounidense casi no tenemos ese problema, ya que apenas tenemos los jugadores para tener una banca”.

Como miembro de la junta directiva de Sepak Takraw of USA, una organización sin fines de lucro que tiene como objetivo apoyar a la selección nacional, Mirken explora el país en busca de jugadores prometedores y recauda fondos para los viajes del equipo. El costo total para competir en Corea rondaba los 11.000 dólares y el de Tailandia, unos 24.000 dólares. Y no hay bolsa para los equipos que consiguen medalla. Los jugadores pagan como pueden.

Para la Copa del Rey de julio, Mirken consiguió reunir al primer equipo femenil estadounidense en casi tres décadas. Kristal Luna, entrenadora asistente de fútbol en la Universidad Estatal de Sonoma, se enteró del takraw hace menos de un año. Adaptó sus habilidades del fútbol y el Teqball, otro deporte de patadas que es una combinación de fútbol, takraw y tenis de mesa. Entrenaba por las mañanas antes de que sus jugadoras llegaran al primer entrenamiento y a menudo hablaban con ella sobre el próximo torneo mientras intentaban hacer malabares con la pelota de takraw.

El equipo femenil no superó la fase de grupos en Tailandia, pero a Luna le encantó la experiencia de todos modos. “La gente decía: ‘No estamos preparadas’”, comentó. “¡Claro que no estamos preparadas! Pero hay que empezar por algún lado”.

Mientras tanto, los hombres se enfrentaron a Irán por la revancha de la medalla de oro en las competencias de tres contra tres y cuatro contra cuatro. Y de nuevo el saque de Cha fue decisivo, para que el equipo estadounidense se llevara a casa los oros en cada categoría. Su éxito reciente significa que, en la Copa del Rey del próximo año, es probable que se cuelen a la máxima división, donde competirán contra países que reciben financiamiento gubernamental y seleccionan sus plantillas de entre miles de jugadores potenciales. Cha, quien ha entrenado o jugado todos los días desde que recibió la llamada para participar en la Copa Mundial hace casi un año, aseguró que estará preparado.

Mirken espera que todas estas victorias le faciliten encontrar más jugadores y más dinero para apoyar no solo el crecimiento del equipo, sino también el del juego.

“Siempre me alegra cuando ganamos medallas, pero ese no es el objetivo”, afirmó. “Mi meta es que más estadounidenses vean este deporte y decidan por sí mismos que es tan entretenido como para ponerse de moda. Sé que podría ser enorme aquí”.

c.2023 The New York Times Company