Alicia Silverstone, la primera estrella víctima de Internet
Alicia Silverstone fue noticia la semana pasada por dos motivos: por compartir en sus redes sociales Polaroids inéditas del rodaje de Ni idea, el clásico adolescente que la hizo famosa en 1995, y por felicitar a Harry Styles cuando el cantante subió a recoger su Grammy con un saco cuyo estampado homenajeaba el más emblemático de los 64 looks que Silverstone lucía en aquella película (sí, igualó el récord de Liz Taylor en Cleopatra).
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Ahora la actriz es parte del elenco de la serie de Netflix El club de las niñeras y protagoniza el film Sister of the Groom, que también encaja en el patrón profesional de las exnovias de América (Kate Hudson, Katherine Heigl, Hillary Duff): una comedia romántica sobre una chica pizpireta que entra en crisis cuando cumple 40 años y se da cuenta de que no puede seguir comportándose como una chica pizpireta. Casi todas las películas de este subgénero se estrenan directamente en formato doméstico y casi todas se las ofrecieron primero a Jennifer Aniston. Pero hubo un tiempo, no tan lejano, en el que Alicia Silverstone era la actriz número uno en Hollywood.
Cuando tenía ocho años, su padre la fotografió en bikini en cuatro patas sobre una alfombra de piel de oveja. “Muy sensual para una niña pequeña, con su preciosa boca abierta”, presumía el padre. La niña odiaba trabajar como modelo, pero con su sueldo se pagó unas clases de interpretación que le consiguieron el thriller erótico Veneno en la piel. Para poder trabajar largas jornadas de rodaje e interpretar a aquella femme fatale psicótica de 14 años tuvo que emanciparse de sus padres.
Los tres videoclips que Silverstone hizo con Aerosmith consiguieron que la banda volviese a molar entre los jóvenes y a ella la convirtieron en la chica de los sueños de la Generación X. Así que cuando Ni idea arrasó, la prensa se obsesionó con el relato de “la primera estrella de cine surgida de la MTV”. “Pocas veces una carrera ha despegado tan rápido y tan inexplicablemente”, analizaba Bruce Britt en el San Francisco Gate.
Sony le dio nueve millones de euros por protagonizar y producir dos películas. Con 18 años se convirtió en la productora más joven de la historia de Hollywood. Según aquel acuerdo, la actriz tenía poder para elegir al elenco, modificar el guion y, en caso de conflicto con el director (que ella elegiría), se impondría su criterio.
Amy Heckerling, guionista y directora de Ni idea, explicaba que decidió contratar a Alicia cuando la vio tomando un batido con un sorbete: “Proyecta una enorme sexualidad, pero no es consciente de ello. Así que no resulta amenazadora. A los chicos les gusta, a las chicas también”.
Aunque Sony aclaró que “alguien en el equipo de Silverstone” había filtrado el acuerdo a la prensa e inflado el salario, varios ejecutivos condenaron este contrato porque demostraba que la industria estaba fuera de control: Silverstone no había logrado más que un éxito y su mayor impacto era colocarse en todas las portadas, de Rolling Stone a Entertainment Weekly (titular: “Se ha fabricado una estrella”).
“Alicia Silverstone es una gatita de 18 años con la que muchos hombres quieren tener sexo”, arrancaba Rich Cohen en ese reportaje de tapa en Rolling Stone. “Sus labios brillan como dos gajos de mandarina. Te recuerda a la animadora de tu instituto, esa con la que nunca te atreviste a hablar”, describía Jeff Gordinier en Entertainment Weekly.
En marzo de 1996, Silverstone acudió a los Oscar para entregar un premio en calidad de “la joven prometedora” oficial de Hollywood. Muchos espectadores no sabían ni quién era, otros muchos celebraban que por fin los Oscar se modernizasen. Nada más salir se tropezó y a continuación leyó su guion con rictus tenso. Al día siguiente, el New York Daily News comentó: “Quizá parezca injusto someter a una joven a semejante escrutinio físico, pero cuando [Mark Canton, presidente de Sony] le montó su propia productora, First Kiss, estaba apostando por su habilidad de mantener a los adolescentes babeando por ella. Claramente ha engordado doce kilos. Fue una tortura ver a la nerviosa adolescente embutida en metros de tela que claramente llevaba para disimular su amplia figura. Se dice que el director de Batman y Robin le ha pedido que baje de 59 kilos a 47 para entrar en el traje de Batgirl. Silverstone está recibiendo una lección precoz en la crudeza de Hollywood”.
Aquel mismo verano la actriz empezaba el rodaje de Batman & Robin y los foros de fans del cómic empezaron a referirse a ella como Fatgirl (chica gorda). Se rumoreaba que el equipo de vestuario había tenido que hacerle un traje nuevo, que el estudio eliminaría varias de sus escenas y que habían retrasado el calendario para que le diese tiempo a perder esos diez kilos. Tanto su representante como el director, Joel Schumacher, declararon a la prensa que Silverstone estaba haciendo lo que podía para volver a ponerse en forma. “Ya ha perdido cinco kilos y va camino de perder otros cinco”, aseguraba una fuente anónima del rodaje.
Los tabloides especulaban con que la actriz había caído en una espiral en la que solo se alimentaba de M&Ms y Nutella. (Ella misma confesaría años después que se trataba de churrascos, donuts y, si le salía una úlcera, yogur helado.) “Alicia, en todo caso, está demasiado delgada. Joel Schumacher también le ha pedido a George Clooney que se deshaga de la grasa de su abdomen, pero solo hablan de Alicia”, protestaba su padre, Monty Silverstone, en Vanity Fair.
Incluso un medio formal de Hollywood como Entertainment Weekly publicó que “más que una baby, parecía Babe el cerdito valiente”. En un aeropuerto varios paparazzi persiguieron a la actriz, de 19 años, sacándole fotos mientras le cantaban la canción de Batman, la serie de los sesenta, pero con “Fatgirl”. Hace un par de años, Silverstone contó que acabó escondida en un baño mientras los fotógrafos le gritaban “puta” al otro lado de la puerta.
En los primeros pases de Batman y Robin algunos espectadores exclamaban “gorda” y “tiene bigote” cuando aparecía la actriz. Los fans online ignoraron a Alicia Silverstone y el resto del público también. Exceso de equipaje, su primer proyecto como productora, fue ignorado en la taquilla y en la prensa, excepto por un par de chistes de sobrepeso a costa de su título. Sony rescindió el contrato y el segundo proyecto acordado nunca tuvo lugar. El periodista Josep Parera se mudó a Los Ángeles aquel 1997 para trabajar como corresponsal de la revista de cine Imágenes y recuerda aquellos años como los últimos coletazos de un sistema de fabricación de estrellas en el que los estudios, los publicistas y los medios de comunicación tradicionales tenían un poder absoluto. “Las revistas de cine tenían tiradas de cientos de miles de ejemplares. Lo que hicieron con ella fue horroroso. Cabría esperar que algún medio la defendiese, que algún compañero de reparto dijese algo. Pero no ocurrió. Se limitaban a hacerse eco de los insultos. Un periodista llegó a preguntarle por su talle de corpiño durante una entrevista”, recuerda. Parera considera que Silverstone no tenía gente a su alrededor que cuidase de ella. Y el sistema acabó destruyendo su confianza en sí misma hasta llevarle a abandonar por un tiempo la profesión.
Además de ser la primera gran víctima de la misoginia en la Red antes de que nadie comprendiese el peligro de internet, Silverstone se vio atrapada en la obsesión de los medios a finales de los noventa con el peso de las celebridades. De un modo psicótico, una misma revista ridiculizaba las curvas de Kate Winslet en una página y desaprobaba la delgadez de Calista Flockhart en la siguiente. Y esa psicosis mediática concluía que las estrellas de cine debían parecer chicas normales, pero bajo ningún concepto serlo.
En aquel momento, las modelos de tallas grandes desfilaban con la misma talla que Marilyn Monroe (44) y la actriz Teri Hatcher presumía de que seguía cabiendo en sus jeans del secundario talla 34. En 1996 se estipulaba que al 80% de las mujeres de 18 años no les gustaba su cuerpo y, desde 1970, los casos de desórdenes alimenticios se habían duplicado.
“Me dolían aquellos chistes, pero a la vez sabía que estaban equivocados. No me confundieron”, recordaría Silverstone el año pasado en The Guardian. “Yo sabía que no estaba bien reírse del cuerpo de la gente, pero no respondí como una guerrera, sino que seguí caminando. Dejé de amar la interpretación durante mucho tiempo, hasta que mi nuevo manager me aclaró que no tenía por qué hacer nada que no quisiera”.
En 2000, Silverstone reapareció en la portada de FHM para promocionar una adaptación de Shakespeare (Trabajos de amor perdidos). El periodista describía que tenía un aspecto “esbelto y libre de grasas”, gracias a los servicios de la dietista de las estrellas, entre cuyos clientes estaban Salma Hayek, Matt Damon o Neve Campbell. A continuación le preguntaba si alguno de sus novios le había pedido que se vistiese de colegiala para satisfacer una fantasía erótica. (La respuesta era “No, ninguno”). En 2001 Reese Witherspoon ascendió al Olimpo de Hollywood con Legalmente rubia, una especie de secuela espiritual de Ni idea, y Alicia Silverstone, a ojos del público, quedó relegada sin remedio a la categoría de vieja gloria. Tenía 24 años.