Alan Mozo, el jugador que ha convertido el Azteca en el patio de su casa; con Pumas y con Chivas
Alan Mozo ha oscilado muchos años entre dos veredas. Se sabe que es un jugador de virtudes técnicas requeridas en cualquier equipo: rápido, con habilidad para llegar por la banda y, sobre todo, con un golpeo de balón envidiado por muchos. Pero también tiende a la irregularidad con mucha facilidad. Sus deslices llevan a formular la pregunta inevitable: ¿qué pasa con él? Un día parece por fin afianzado y, al otro, algo falta de nuevo. Sin embargo, hay una certeza que el canterano de Pumas ha dibujado sin titubeos: está mandado a hacer para los partidos grandes.
Y no hay escenario más grande en el futbol mexicano que el Estadio Azteca, la casa que el América ha convertido en su fortín en tantas hazañas. Ahí viven todos los espíritus de tantas gestas: la remontada a Cruz Azul con el cabezazo de Moisés; el gol de oro de Hugo Norberto Castillo a Necaxa; el recital de Cuauhtémoc, Claudio López y Kléber contra Tecos; y ni hablar de edad de oro ochentera, cuando conquistaron el país con un futbol arrollador de la mano de mitos como Daniel Brailovsky, Outes, Héctor Miguel Zelada, Santos, Tena, Bacas y tantos más. Los Reinoso, los Borja, los Zague. Todo perdura en el Azteca.
Esa cancha se respeta sí o sí. Pero el respeto está muy alejado del miedo y Alan Mozo lo entendió desde la noche del 24 noviembre de 2021. Pumas, que tantas amarguras había soportado contra América (en la Liguilla del Apertura 2018 perdieron 6-1 ante ellos), llegó como víctima a ese partido, y arrancaron perdiendo con un penal que convirtió Emmanuel Aguilera. Pero nadie contaba con el show de Mozo, avispado para aparecer cuando la vacante de héroe estaba desocupada.
El primer centro, tan preciso como estético, llegó de zurda. Contrario a su gusto por buscar la línea de fondo y desde ahí enviar el balón, Mozo recortó hacia afuera y permitió que Washington Corozo hiciera el primero. Luego vinieron dos calcas con variaciones para completar la poesía: otro centro, ahora sí de derecha, a Corozo y, en el segundo tiempo, a Higor Meritão para finiquitar una actuación antológica: triplete de asistencias en el Azteca, todos de una finura extraordinaria. A ese antecedente se aferraban Chivas y Mozo.
Pero en un principio el anuncio de Paunović sorprendió: Mozo iba a la banca. Tenía la pinta de incongruencia que cuesta caro. La sorpresa era difícil de entender porque Mozo había jugado muy bien en los partidos previos, con un aporte ofensivo sólido, sí, y también con una solvencia defensiva que tantas veces se le ha reprochado (ante Atlas estuvo impasable en el mano a mano con Brian Lozano). La decisión, visto lo visto, resultó inmejorable: aguantar el primer tiempo con Cisneros por derecha y postergar a Mozo para el segundo tiempo.
Ayer el contexto apremiaba y mucho. Chivas estaba quedando fuera en las Semifinales, un paso antes de la final anhelada contra Tigres. Y Mozo volvió a hacer suya la banda derecha del Coloso, como si fuera el patio de su casa. Puso la asistencia que antecedió al gol de Ronaldo Cisneros, que finalmente fue anulado por una falta en ataque de Víctor Guzmán a Miguel Layún. Pero la semilla estaba ahí. Chivas no quiso tirarse al piso por el gol anulado y fue Alan Mozo quien personificó la reacción inmediata.
🤩🤩💥💥 ¡Gooooooool de Chivas!
💥💥😎😎 ¡Gooooooool de Mozo!
🦅 1-2 🐐
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No pasaron ni cinco minutos entre el gol anulado y el gol válido, el de Mozo. Del 71 al 75, Chivas se jugó los minutos más cruciales en muchos años: la diferencia entre una decepción más y contradecir la lógica para hacer historia. Y llegó un tiro libre en el que nadie cubrió a Mozo, como si no supieran que tiene un guante en el pie derecho.
Era previsible que Roberto Alvarado le pasaría el balón a él. Pero eso no importó: tuvo el tiempo necesario para ajustar su remate en dirección y potencia, y vencer a Luis Ángel Malagón. Alan Mozo le dio vida a Chivas cuando más lo necesitaban. Fue cuestión de tiempo. Jesús Orozco firmó el 3-1 y envió a Chivas a la final. El Rebaño volvió a dominar en la Capital y Mozo se adueñó del Azteca como sabe hacerlo: con maestría y respaldado por un botín derecho que el América soñará por muchas noches.
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