Adolfo Cambiaso, a 30 años del comienzo de una historia rutilante: de las prácticas simuladas hasta el debut con récord de goles en el Abierto Palermo
No entendía mucho de lo que le estaba pasando. “Lo vivía con inconsciencia”, admite siempre que se le pregunta. Fueron tres meses figurativamente imaginables como la erupción del Vesubio. Aunque en vez de destrucción y desasosiego, trajo la irrupción de un talento deportivo de los que no abundan. De conocerlo muy pocos pasó a ser codiciado por todos en el mundo polístico. Tenía 15 años, vivió un suceso en Estados Unidos y cada vez que sonaba el teléfono (el celular no existía en aquel comienzo de los noventa) era para hacerle una oferta de esas que le mueven el piso a cualquiera. Adolfito Cambiaso, en ese 1991, sentía que la decisión que había tomado cinco años antes, cuando decidió ser polista y no tenista, cobraba sentido. ¡Quizá sin imaginar cuánto!
Ernesto Trotz, gran campeón argentino con La Espadaña, se lo llevó primero a Palm Beach en marzo de ese año. Lo hacía jugar mal las prácticas para disimular “al monstruito” y que no le subieran el handicap. Esos entrenamientos tenían público: iban a ver en acción al nuevo fenómeno. Ganaron, con el equipo de Cellular One, la Gold Cup, un destacado torneo profesional del circuito estadounidense. Lo subieron de 4 a 6 goles. Suceso total.
Volvió a Cañuelas. Cumplió los 16 el 15 de abril. Su vida parecía bajar otra vez a tierra a fines de mayo. Desde Inglaterra, lo llamó el mexicano Carlos Gracida, el mejor polista extranjero que jugó en la Argentina hasta que apareció el uruguayo Pelón Stirling. “¿Te venís para la Copa de Oro?. Te hago lugar en Tramontana”, le dijo. Y no le hablaba de gustos de helado. A Londres partió el chico, ya con 16 añitos. Gracida era el jugador profesional que armaba el equipo de Tramontana. ¿Qué sucedió? Salieron campeones del British Open, venciendo al favorito y campeón de la Queen’s Cup, el otro certamen relevante: Ellerston White, de Gonzalo y Alfonso Pieres y con el magnate australiano Kerry Packer detrás.
“A las dos horas de ganar ese partido me llamó Alfonso Pieres para invitarme a jugar al año siguiente en Ellerston Black, en Inglaterra”, rememora Adolfito. Ya tenía programa. Aunque la conversación que iba a cambiar para siempre su vida la tuvo poco después con el hermano menor de Alfonso: con Gonzalo. El hombre que revolucionó el polo profesional en la Argentina en las últimas tres décadas. Con 35 años, llevaba seis meses de retirado en la Triple Corona luego de conquistar seis veces en siete años el Abierto de Palermo con La Espadaña y ese día que perdió en Inglaterra decidió volver... en el Argentino Abierto 92. Acababa de quedar deslumbrado por Cambiaso.
Pieres, que ya tenía una destacada participación en el profesionalismo en Estados Unidos con White Birch, contaba con otro chico, seis años mayor que Adolfito: Mariano Aguerre. Ese día imaginó la dupla de ataque de un nuevo proyecto. Se lo contó a Cambiaso. “¿Qué te parece si pensamos en un equipo los tres para 1992? El back lo vamos buscando. Tenemos tiempo”, le dijo Gonzalo, uno de los mejores número 3 de la historia. “Mirá que tengo un caballo solo”, le respondió Adolfito.
Nada iba a modificar los planes. Pieres tenía a Packer detrás avalando el nuevo proyecto. Una dupla incontenible. Era pleno julio y Cambiaso no sólo había brillado en las dos temporadas profesionales más importantes, sino que además ya sabía que a los 17 iba a debutar en la Triple Corona. El futuro cantado.
A 30 años de una aparición fulgurante
Treinta años han pasado desde aquel debut en Palermo para uno de los dos mejores polistas de la historia junto con Juancarlitos Harriott. Se cumplen en noviembre próximo, en rigor. Un debut que no fue cualquiera, porque si querían sorprender al público que iba a ir a conocer al crack en ciernes, Cambiaso les dio lo que necesitaban y más: un récord extraordinario como presentación. Nada menos que 16 goles en su primer partido. ¿Qué loco hace eso? Sólo un elegido.
Aquel Ellerstina que nacía en el polo de alto handicap de nuestro país (Ellerston era el nombre del campo de Packer en Australia y Ellerstina fue un derivado que hacía juego con Argentina) prometía dar pelea arriba, donde se había asentado Indios Chapaleufú, con los cuatro hermanos Heguy: Bautista, Gonzalo, Horacito y Marcos. Gonzalo Pieres pensó originalmente en darle el cuarto lugar a su hermano Alfonso. “Pero tenés que jugar de back”, le dijo al Rengo, que era un 2 nato. Alfonso no agarró viaje por ese “requisito” y meses después armó su propio proyecto: La Martina, con Trotz y dos hermanos Heguy hijos de Alberto Pedro: Pepe y el Ruso Heguy, la tercera formación para pelear arriba.
¿Qué pasó con el puesto de back en Ellerstina? Quien completó la formación fue Cristian Laprida, de destacada labor como N° 3 en La Aguada y Pilarchico. Los chicos adelante (Cambiaso y Aguerre) y los experimentados atrás (Pieres-Laprida).
“Tenía 16 cuando me pasó todo esto. Lo manejás con inconsciencia. Es lo que le pasa hoy a mi hijo Poroto. No sabés adonde vas, sentís que todo es diversión. Es cierto que Poroto hoy me tiene a mi detrás como respaldo. En ese momento, Gonzalo era mi padre polístico. Yo lo miraba a él”, rememora Cambiaso sobre las sensaciones de aquellos momentos. Cuando todo era un sueño, sin saber que lo esperaría una carrera extraordinaria, con 17 títulos de Palermo, 4 Triple Corona y un sinfín de conquistas. Y que lo encuentra vigente 30 años después, a los 47, apuntando a concretar otro anhelo: jugar con su hijo, de 16, su primer Argentino Abierto juntos y con La Dolfina. El principal motivo para estirar su carrera lo más que pueda.
Lo cierto fue que en aquel 1992 que marcó su carrera Ellerstina debutó a lo grande: campeón en el Abierto de Tortugas, el primer torneo de Triple Corona, venciendo por 16-8 a La Martina en la final. Accedió luego a las semifinales del Abierto de Hurlingham y le tocó caer (16-14) frente al mismo rival. Palermo estaba en la mira. El primer Abierto para Cambiaso. El torneo por excelencia. La Catedral. La cancha 1. La gente. La explosión. La exposición multiplicada. La fama.
La organización Ellerstina le suministró un lote de caballos para que afrontara ese trascendente debut. Porque efectivamente como le había dicho un año y medio antes a Pieres cuando lo convocó, tenía un solo caballo: Lobo. El ejemplar por el que guarda un especial cariño ya que lo acompañó desde que empezó con 0 de handicap hasta que llegó a los 10 (el máximo), a fines de 1994. Con Lobo solo no podía jugar el alto handicap y ahí Pieres fue determinante en dotarlo de caballos, con el respaldo de Packer, el hombre de la chequera abierta y las generosas propinas aún hoy añoradas en sus pasos por Buenos Aires.
Adolfito llegó esa tarde de noviembre de 1992 a Palermo como si nada. Quizá la procesión iba por dentro, pero no transmitía demasiado. La expectativa rodeaba a toda la familia: Adolfo padre, Martina de Estrada, su madre, y sus hermanos: Camila Cambiaso y Salvador y Marcial Socas. ¿Público? Poco. Unas 3000 personas, con las tribunas de Dorrego bastante despobladas. Las primeras fechas de Palermo no suelen ser concurridas, ni antes ni ahora, a pesar de los condimentos marketineros extra o televisación en vivo.
El rival de Ellerstina (33 goles de handicap) fue Los Indios (28), con Alejandro Agote, Rubén Sola, Milo Fernández Araujo y Juan Ruiz Guiñazú. Cambiaso ni siquiera imaginaba lo que pasaría en el partido, así como otros detalles de vida posteriores: su vínculo con Sola al punto de haber compartido campos linderos en Washington, Córdoba, y con Fernández Araujo, el coach-amigo del mejor ciclo de La Dolfina campeón de Palermo ocho veces seguidas entre 2013 y 2020.
De pronto, Adolfito empieza a moverse con soltura. Lo buscan sus compañeros, y él resuelve en maniobras de equipo o individuales. También convierte penales. Un gol detrás del otro. Son ocho chukkers. Ellerstina ganó 23-7. Un palizón. Pero la noticia es que el chico de 17 años que acababa de debutar en el Argentino Abierto hizo ¡16 goles! Obsceno. Una marca histórica que sólo fue quebrada 11 años después por Agustín Merlos (18), y el propio Adolfito, que llegó a los 17 en ese escenario. ¡Locura total!
-¿Ibas contando los goles ese día del debut?
-¡No, qué los voy a contar! Nada, tenía ansiedad por jugar bien y hacer goles, pero nunca fui de ir contándolos. Me entero normalmente cuántos hice en las notas posteriores cuando me lo dicen. Sí una vez me avisaron en el palenque que iba por 14 goles en el sexto chukker y terminé haciendo 19, récord de Triple Corona. Fue en la cancha 2 de Hurlingham.
-Ahora, fue una paliza. Me imagino los recuerdos con Milo Fernández Araujo en estos años de La Dolfina. ¿Cuántas veces lo cargaste por ese partido?
-¿Sabés que no? Nunca hablamos de ese partido porque en realidad ni me acordaba que lo había enfrentado. Me di cuenta no hace mucho. Fue un día que descubrí el video en Youtube. Entonces, me puse a mirarlo con Poroto, para mostrarle los caballos que tenía en aquel entonces, para que mostrarle al Lobo. Fue la primera vez que lo veía desde aquella vez. Nunca lo había visto porque no tenía la grabación. Y en el video descubrí que estaba Milo ese día en Los Indios. ¡No me acordaba! Fue un flash ese partido. Fue una locura. Me divertí como loco. Llegamos a la final ese año. ¡Increíble!”, dice Adolfito.
El debut mágico: el video con los goles de Cambiaso
Convertir 16 goles en un partido de polo no es algo usual, ni hace 30 años ni ahora. Menos en un debut. La cancha grande, la 1 de Palermo, le abría todas las variantes posibles a Ellerstina. Desde la sapiencia de Gonzalo Pieres, la ubicuidad en el fondo de Laprida, los kilómetros que hacía Aguerre, desdoblándose en defensa y ataque, y Cambiaso, claro, para resolver todo del medio hacia delante. Pese a que tenía un adversario respetable.
Fue un Abierto de Palermo con pocos equipos: cinco en total. Se jugó por el sistema a la americana, es decir, todos contra todos. Luego de ese debut arrollador, Ellerstina derrotó a La Martina por 14-9 y a Pilarchico por 19-8. Tres partidos, tres victorias. Le quedaba una batalla, que sería casi como una final. Y soñando a lo grande...
“Hay un partido clave, previo a lo que fue de alguna manera la final. Porque Chapaleufú jugaba con La Martina, al que nosotros le habíamos ganado bien, por cinco goles. Fue muy parejo y Chapa pudo ganar por uno (15-14). Por cómo venía la tabla con la diferencia de goles, si ese día triunfaba La Martina aunque sea por un gol, Chapaleufú hubiera tenido que vencernos por seis goles en el último partido para ser campeón y quizá la historia hubiera sido diferente. Así, entramos mano a mano, a definir el título. Y nos ganaron bien. Era un gran equipo ese Chapaleufú”, acepta Adolfito.
Efectivamente, aquel Chapaleufú era demasiado para ese entusiasta Ellerstina y lo derrotó 19-13. Sobre todo en caballos, ya formados, algunos de ellos famosos (Marsellesa, Billonaria, Inga). También para Cambiaso fue una experiencia especial ese partido. Primero porque Marcos Heguy lo acomodó de entrada con dos o tres anticipos fuertes, como para hacerle sentir el rigor a la novel amenaza. Y también porque Cambiaso estaba “volando”, en otra sintonía. ¿En una final de Palermo? Sí, claro. Todo es posible...
“Cuando llegué a Palermo y vi toda esa gente dije ‘guau’. Yo venía de Cañuelas, de jugar solo, y de pronto estaba la cancha llena. No entendía nada. La banda ejecutaba el himno y yo miraba a la gente. Y me la pasé mirándola todo el partido... Cuando reaccioné me dí cuenta de que nos habían cagado a palos. Conectaba de a ratos. ¡Un desastre fui! Me hizo mal la semana previa, las notas, todo lo que se decía de mí. Llegué a pensar que esa gente me había ido a ver a mi. Lo tomé como aprendizaje. Aprendí a concentrarme y a no darle bola a todo lo externo. Pero fue un debut impresionante en todo sentido. Inolvidable”. Brotan los recuerdos como si fuera ayer. Y el discurso es el mismo, no cambia la ecuación.
Un detalle significativo: Cambiaso fue el goleador del Abierto de su debut, con 46 tantos (16 de penal y uno de córner). Bautista Heguy, algunos años mayor y en ese entonces ya figura consolidada de Indios Chapaleufú, hizo 35 (14 penales) en ese torneo. Cambiaso ya empezaba a pensar en los refuerzos de caballada. Aquiló algunos para aquella final con Chapaleufú (Liebre, Pato, Dulce de Leche) y empezaba a captar el mensaje de su mentor, Gonzalo Pieres. “Para ganar Palermo hay que estar bien de abajo. Hoy Chapaleufú nos lo hizo sentir con sus caballos”, le dijo Gonzalo. Y la frase quedó retumbando para siempre. Acaso el polo, en cierto sentido, sea lo más parecido a la Fórmula 1 en cuanto a la importancia de la máquina y el porcentaje que le queda al piloto como ejecutor. En polo, hablamos de un 80/20%.
En aquel entonces, al margen de su familia original, no existía nada de lo que Cambiaso tiene hoy: su propia familia con María Vázquez y sus tres hijos (Poroto, Mía y Myla), su club (La Dolfina), los clones, numerosos títulos por todo el mundo y contados por decenas, 10 goles por 28 temporadas consecutivas, reconocimiento mundial. Tenía al Lobo. El cambio en su vida ha sido brutal. “Impresionante. Enorme. Total. Un cambio notable. Lo mismo que en el 2000, cuando creamos La Dolfina. Me fui de Ellerstina cuando seguía siendo un pendejito. Hasta llegar a todo lo que pude conseguir con distintos equipos”.
Cambiaso le da valor a cada etapa de su trayectoria. “Ese Ellerstina fue espectacular, lo mismo que el de Carlos Gracida (1994) cuando gané mi primera Triple Corona. Ese equipo me marcó bastante. Lo mismo con La Dolfina 2005-2009, con Lolo Castagnola, Mariano Aguerre y Lucas Monteverde. Ganamos muchas finales con el corazón. Eso te deja marcado. Nos hemos hecho muy ganadores ahí. Y después, esta época gloriosa con Juanma (Nero), Peluca (Pablo Mac Donough) y Pelón (Stiling). De 10 años ganamos 9 veces Palermo. Son distintas épocas y todas me marcaron increíblemente”.
Si de marcar la vida se trata, ese 1991-92 fue la génesis de uno de los grandes deportistas de la historia argentina. El chico que “la rompía” y pocos conocían. Cuando Adolfo Cambiaso padre lo perseguía a Ernesto Trotz, séxtuple campeón de Palermo con La Espadaña, con la frase “Vení a verlo por favor”, sin resultados. Hasta que se cruzaron aquella vez en Pilar...
“Había ido al predio de la Asociación Argentina de Polo en Pilar a ver una yegua. De pronto, me lo choco de frente a Adolfo. Me reí porque sabía lo que me iba a decir”, recordó Trotz ante la consulta un año atrás.
-Dos chukkers Ernesto, por favor. Dos chukkers miralo. Está en aquella cancha.
Trotz terminó a las apuradas el pebete de jamón y queso que estaba comiendo, accedió y fue con Adolfo a esa cancha a conocer a Adolfito. “Nunca vi la yegua que había ido a ver. ¡Me quedé los seis chukkers! Era ridículo lo que jugaba ese pibe. Como si te dijera que estás mirando a Maradona a los 15 años jugando en la séptima división de Argentinos Juniors cuando ya tenía talento para brillar en primera”, sintetizó Trotz a LA NACION.
Fue el comienzo. Hoy, con 47, está en la recta final cumpliendo sus últimos sueños. Hace 30 del debut mágico en Palermo. “¿Treinta no? Pfffff”, dice el crack. Sabe perfectamente que no han pasado en vano.