Deportado a Haití aunque no nació allí, sigue luchando por volver a EEUU

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Este proyecto se ha realizado en colaboración con el Pulitzer Center on Crisis Reporting.

Este mes hace dos años, la vida de Paul Pierrilus se convirtió en una experiencia traumática tras otra: barricadas de pandillas, vigías de secuestradores, escasez de combustible y alimentos.

Nacido en San Martín, en el Caribe francés, de padres haitianos, Pierrilus fue puesto bajo custodia de las autoridades de inmigración estadounidenses en Manhattan el 11 de enero de 2021, en lo que él creía que era un control habitual. Fue trasladado en avión a Alexandria, Louisiana, para ser deportado a Haití, un país en el que no había nacido y que nunca había pisado en sus 40 años de vida.

El día anterior a ese vuelo, Pierrilus consiguió un indulto de última hora gracias a los esfuerzos de activistas de los derechos humanos y de un congresista de Nueva York para detener su deportación. Al día siguiente, el presidente electo Joe Biden juró su cargo y emitió una orden ejecutiva por la que se detenían todos los vuelos de deportación durante sus primeros 100 días.

A pesar de la orden, Pierrilus, consultor financiero del Condado Rockland, Nueva York, se vio encadenado y embarcado en un vuelo de la Policía de Inmigración y Aduanas con destino a Haití.

Ahora, mientras activistas conmemoran dos años de la deportación de Pierrilus a Haití, exigen al gobierno de Biden que lo devuelva a Estados Unidos. Y su petición tiene precedentes. En 2006, el ICE intentó deportar al hermano de Pierrilus, Daniel Pierrilus, quien también tenía problemas de inmigración, a Haití. Cuando llegó a Puerto Príncipe, las autoridades haitianas lo devolvieron, según la familia, porque no había nacido en el país.

“Desde el día de su llegada, Paul, quien ahora tiene 42 años, ha vivido escondido por su seguridad durante una de las épocas más inestables y peligrosas de la historia moderna de Haití”, dijo en un comunicado la Haitian Bridge Alliance, un grupo activista de inmigración en San Diego. “El embajador de Haití en Estados Unidos, Bocchit Edmond, dijo en ese momento: ‘El Sr. Pierrilus no es un ciudadano haitiano y, por lo tanto, no puede ser enviado a Haití’”.

En una entrevista con el Miami Herald en Puerto Príncipe, Pierrilus afirma que aún no ha encontrado su lugar en Haití. Ha vivido un asesinato presidencial, dos bloqueos por parte de pandillas de la principal terminal de combustible del país y la continua violencia de las pandillas y los secuestros.

Rara vez sale a la calle si no es necesario y no recibe visitas en casa. En lugar de permitir que un periodista viera cómo vive, Pierrilus ofreció reunirse en el patio de un hotel local, acompañado por un amigo.

Aunque accedió a hablar de su vida en el país y de sus continuos esfuerzos por regresar a Estados Unidos, se negó a que le tomaran una foto, pues prefiere permanecer lo más anónimo posible mientras esté en Haití, donde los deportados de Estados Unidos no son vistos con buenos ojos.

“No me sienta bien saber que no pertenezco a este país y la forma en que llegué aquí y cómo se hizo”, dijo Pierrilus, quien ha empezado a estudiar una versión traducida de la Constitución haitiana para ver si hay algún argumento que pueda presentar para su regreso a Estados Unidos. “Lo que empeora las cosas es cuando tus amigos con los que creciste se casan, y entonces no puedes asistir o alguien con quien creciste en el barrio, fallece y no puedes presentar tus respetos”.

Pierrilus se metió en problemas de inmigración después que se enfrentó a la ley por un delito de drogas como inmigrante indocumentado. Pasó 14 años bajo supervisión de inmigración, con controles aproximadamente una vez al año.

Aunque siempre existía la posibilidad de que un día una cita con inmigración se convirtiera en una detención, Pierrilus creía que en su caso sería una posibilidad remota. Su falta de ciudadanía en cualquier país lo convertía en apátrida, y dijo que tenía múltiples documentos que demostraban que no era ciudadano de Haití.

“Tenía por lo menos seis o siete documentos diferentes que lo decían”, dijo.

El Miami Herald se puso en contacto con el Departamento de Seguridad Nacional en varias ocasiones el año pasado para preguntar por la deportación de Pierrilus, pero la dependencia no respondió.

Guerline Jozef, cofundadora y directora ejecutiva de Haitian Bridge Alliance, dijo que cree que Pierrilus fue “blanco” de la administración de Trump debido a sus antecedentes haitianos.

Además de deportar a miles de haitianos que cruzaron ilegalmente la frontera entre Estados Unidos y México, el presidente Trump intentó poner fin al Estatus de Protección Temporal para los haitianos y otras personas antes de ser bloqueado por los tribunales federales. El programa humanitario permite a los inmigrantes indocumentados de ciertos países vivir y trabajar temporalmente en Estados Unidos debido a las condiciones en su país de origen.

“Después de repetidos intentos de la administración Trump de deportarlo, la administración de Biden finalmente lo hizo”, dijo Jozef sobre Pierrilus. “Paul nunca había estado en Haití, no hablaba creole haitiano y no es ciudadano de Haití. Pedimos a la administración de Biden que establezca una oportunidad significativa para devolverlo a casa y que se reúna con su familia y su comunidad en Nueva York, a la luz de su cruel e injusta deportación”.

Sarah Decker, abogada de la organización Robert F. Kennedy de Derechos humanos Human Rights, dijo que la historia de Pierrilus muestra la violencia y los abusos que enfrentan los inmigrantes haitianos en Estados Unidos en cada coyuntura de los sistemas penal y de inmigración.

“Sabemos que la política de inmigración estadounidense ha señalado históricamente a los haitianos para su deportación y les ha impedido sistemáticamente acceder a la protección a la que tienen derecho en virtud del derecho estadounidense e internacional”, afirmó Decker. “A pesar de que Paul vivió en Nueva York con su familia y su comunidad durante más de 30 años, el ICE lo separó de su familia sin previo aviso y lo hizo desaparecer.

“A la luz de las condiciones actuales en Haití, su deportación solo puede entenderse como un acto desmedido de violencia selectiva”, añadió.

Mondaire Jones, ex representante federal por la zona del Condado Rockland que abarca el domicilio de Pierrilus, cuya oficina había trabajado para conseguir la suspensión inicial de la deportación de Pierrilus, dijo que le sorprendió saber que el ICE había seguido adelante dos semanas después, en aparente desafío a la orden ejecutiva del presidente Biden que detenía las deportaciones durante 100 días.

“La Casa Blanca de Biden ha reconocido la crisis humanitaria y política en Haití a través de una serie de acciones que incluyen extensiones del TPS”, dijo Jones. “De la misma manera que la política de Estados Unidos prohíbe las deportaciones a Ucrania debido a las condiciones peligrosas allí. No deberíamos deportar gente a Haití”.

Pierrilus dijo que no tiene más remedio que tomárselo día a día en Haití, donde permanece en el limbo y, como la mayoría de los haitianos, teme por su seguridad. El martes, el ex presidente del Senado haitiano Simon Dieusel Desras confirmó al Herald que escapó por muy poco del ataque de una pandilla cuando su auto fue acribillado y su conductor resultó herido mientras se desplazaba por la capital.

Pierrilus dijo que a menudo se entera de lo que está pasando por amigos y familiares que se acercan a preguntarle si está bien después de escuchar noticias de Haití.

“Mi vida transcurre más o menos en casa y todo el día en internet. Y eso es todo”, dijo.

A veces no puede evitar el salir. Un día salió de casa para buscar un nuevo lugar donde vivir porque no podía soportar los constantes tiroteos en el barrio.

Mientras volvía a su casa por Tabarre, el suburbio donde se encuentra la embajada de Estados Unidos, entre dos bastiones de pandillas, Pierrilus dijo que oyó disparos y el conductor de su mototaxi paró y decidió esperar a que pasara.

“Todo el mundo te dice... que pares y esperes a que las cosas se calmen”, dijo. Pero las cosas no se calmaron.

“Oigo los disparos y, unos minutos después, veo un auto con un vagón blanco lleno de balas, las ventanillas destrozadas y un hombre ensangrentado”, dijo Pierrilus.

“Tan pronto como ocurrió, me mudé”, dijo, señalando que se había estado quedando con amigos de su familia, a quienes conoció a su llegada a Haití, en las afueras del este de la capital. “Cuando oyes hablar de las cosas que pasan, es diferente a cuando las ves realmente”.