La democracia no entiende de ideologías políticas

El alma de la consciencia colectiva debate con la razón tradicional del mundo de la vida para atemperar el individualismo, pide se sume a las construcciones colectivas. Es el tránsito de la razón a la racionalidad, Habermas, no solo para el conocimiento de la ley moral, sino en las condiciones que legitiman acuerdos intersubjetivos entre las personas, es decir, educar los nexos conceptuales de la vida guiada por una partitura ejemplar y maravillosa que se llama DERECHO, la aspiración es que la razonabilidad de las ideas normativas permita un diálogo en el que la verdad, la exigencia, sean garantes de que nadie domine a nadie, lo prudente es convencerlo. Este es, sin duda, la pedagogía de la democracia que convoca a los medios de comunicación como corresponsables de la participación política de los ciudadanos.

La democracia constituye una asociación de vida compartida, de prácticas conjuntas, de suma a intereses comunes, de una suerte jurídico-política en la cual la pauta propia sea reflejo de la pauta del nosotros, pueblo, sociedad, todas y todos, todes. La participación ciudadana anima con sus humores el juicio de la problemática de la democracia que se vive hoy día, en medio de escenarios narco-violentos y de tercos de poder-poder, cuya propaganda niega el algoritmo de saber-poder. El político-político es sustituido por el político de poder, comportamiento moderno y posmoderno que extermina al ciudadano y le da la bienvenida al consumidor, paradigma del hoy. Solo el LEGISLADOR podrá hacer frente a una convivencia en que impere la prudencia entre ciudadanía y consumo.

Se trata de estar en condiciones de que pensar supere al creer. El creer se abraza a la esperanza didáctica de la pasividad, el pensamiento se abraza a las transformaciones, al cambio, la educación y la cultura permiten un pensamiento adecuado deseable para inventar una justicia social sostenible, didáctica de la actividad. La participación ciudadana da relevancia a cada individuo como agente moral y político en cada ámbito cotidiano en los que se realiza, dando igual prioridad a la capacidad de cada persona de florecer en sus propios causes como a la necesidad de engrandecer cualitativamente la vida social en una vida compartida de la mano de las virtudes.

La creciente insatisfacción que la ciudadanía ha demostrado ante las democracias que, niegan a la ciudadanía la toma de decisiones, tampoco han respondido. Reflexión pertinente de Bobbio (1987, pp. 27-39) las “promesas incumplidas de la democracia”. El pluralismo demanda edificar propósitos más consensuados, el conflicto tiene vida eterna enfrentarlo demanda consensos que nos reclama el carácter de velar por los intereses de la Patria. La persistencia de las oligarquías, de las franquicias que están en el mundo del consumo es preciso el ingreso de proyectos nuevos, de actores nuevos que renueven proyecto y competencia. Espacio limitado de la democratización, la vida social va más allá del voto, la participación democrática debe ampliarse fuera de procesos electorales.

El poder invisible, fácticos, medios de comunicación, grandes empresas, el narcotráfico, por supuesto, que influyen en los procesos de toma de decisión del Estado. La ética civil, sustento del carácter que organiza la pascua de una ciudadanía pasiva a una ciudadanía activa, con interés y compromiso, una auditoría ciudadana para que los gobernantes velen por intereses de la ciudadanía. Incapacidad para satisfacer la demanda, el Estado escucha la necesidad, pero no actúa para satisfacer lo necesario, las condiciones que vivimos han ampliado los problemas sociales que el Estado no puede atender, el saldo es un debilitamiento de la gobernabilidad del Estado.

Es improrrogable que la ciudadanía asuma en las circunstancias del presente. Para ello es urgente que el legislador piense en las normas que permitan el equilibrio de una vida digna. El contexto normativo que se aproxime lo más posible a la equidad e igualdad ciudadana, es preciso ensayar un Estado de Derecho disruptivo que adecue problemas y soluciones. Que el legislador disponga las formas y métodos para que la ciudadanía sea parte del circuito político de los asuntos públicos. Un matrimonio perfecto Estado y sociedad civil contiene una lógica de calidad de la democracia, cuya atmosfera es la diversidad; que los ciudadanos participan por vía de la sociedad civil; que llegue a los ciudadanos una gran cantidad de información que le permita una visión crítica.

Es preciso que transitemos del formato anónimo de la rebelión de las masas a la opinión ciudadana responsable. La primera fue una fórmula eficiente en el pasado, ha perdido su consistencia social y política; la opinión responsable demanda de formatos de las tecnologías que permitan el análisis sistémico, coherente de las voces y su doxa. Decidir democráticamente es un trabajo colectivo, ese es el problema, detenernos en la opinión de los Otros, ello implica saber escuchar y argumentar. Todas las opiniones o propuestas deben ser consideradas y sopesadas, la decisión se da una vez que la propuesta es analizada a fondo.