Demasiada vulgaridad, mentiras y una calle llamada Trump Way ensombrecieron el mejor debate republicano | Opinión

Rasgos distintivos del mitin de Donald Trump en Hialeah: Repetición de las mentiras sobre el robo de las elecciones. Proyección constante sobre el tema de “mentirosos y parásitos” y sobre quiénes son “corruptos”. Afirmaciones discutibles sobre lo que constituye b---s---”.

El uso de la palabra obscena con F en inglés como grito de batalla político.

“F… him up!” coreó la multitud ante la mención del nombre del presidente Joe Biden, y su gobierno fue tildado de “este régimen”, a pesar de haber sido democráticamente elegido y sin que a los residentes de la ciudad cubana más grande fuera de La Habana se preocuparan por cómo el mal uso del término minimiza al régimen real al otro lado del Estrecho de la Florida.

Como era de esperar, Hialeah confirmó el estado mental de los seguidores de un importante partido político cuyo líder es un mentiroso crónico acusado de múltiples crímenes y que alimenta teorías de conspiración de derecha.

Los miles que se presentaron con todo tipo de prendas relacionadas con Trump demostraron que siguen viviendo en la ilusión y que encuentran consuelo en la audaz fantasía, con un toque de chusmería MAGA, ofrecida la noche del miércoles.

La vulgaridad fue presentada por la comediante Rosanne Barr, quien llevaba un sombrero de vaquero y sostenía un suéter dorado que representaba a Trump como un torero español que mata a un toro con la bandera estadounidense.

“Trump es el magador”, clamó, “y este es el estado profundo del toro”. (La palabra bull se usa coloquialmente en inglés para referirse a algo engañoso o falso).

“¡Mata a ese maldito toro! ¡Y la b---s---!”.

Alucinante.

Alucinante, como también fue que Trump le dijera a la multitud: “Amo a Cuba. Íbamos a tomar el control muy rápidamente, y luego lo arruinaron. Los teníamos justo donde queríamos, y lo arruinaron totalmente”. (Léase con su voz infantil). Con “ellos” se refería a Biden y su administración. Las históricas manifestaciones en toda la isla tuvieron lugar en 2021, durante su mandato y no durante el de Trump, solo para ser brutalmente reprimidas por el despiadado Miguel Díaz-Canel. Él, el dictador que respondió a las sanciones de Trump promulgando medidas represivas más severas que la isla había visto, redoblando sus esfuerzos después de las protestas.

Pero esta fue una multitud ingenua, sumisa a la política partidista, no a sus tierras natales y su herencia, tan inconsciente del daño que se hace a sí misma y a sus familias que hasta aplaudió la promesa de Trump de deportar masivamente a los inmigrantes “domésticos”.

Los miembros de la secta se autolesionan.

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Las divagaciones de siempre

En cuanto a soluciones a los problemas estadounidenses, Trump no aportó ninguna nueva.

Se paseó por delirantes temas de conversación, divagando por todos lados y desviando la atención de la falta de sustancia con referencias a sus enemigos. Dijo que Hillary Clinton ya no es “corrupta”, sino “hermosa”. Se burló del “cuello y los hombros” de Adam ‘Shifty’ Schiff, y del gobernador de la Florida, Ron DeSantis.

Programó deliberadamente su llegada al Ted Hendricks Stadium para que coincidiera con el inicio del debate del Partido Republicano en Miami, al que calificó de aburrido con “Ron DeSanctimonious” presente.

“El presidente Trump es el mejor presidente en muchas generaciones”, se autoelogió.

Lamentablemente, el burdo espectáculo de Trump y compañía —que incluyó a su rico y privilegiado hijo Don Jr. llamando “elitistas” a los demócratas— solo sirvió para reírse.

“Soy el hijo de un multimillonario de Manhattan y estoy enojado”, fue lo único medianamente honesto que dijo Trump Jr. (Forbes retiró a Trump de su lista de multimillonarios).

Del soliloquio deTrump al coro republicano

En comparación, los cinco candidatos presidenciales del Partido Republicano en el Arsht Center de Miami, que se enfrentaron a preguntas serias de los mejores moderadores que hemos visto en estos tres debates, fueron un cambio de ritmo que devolvió la cordura.

La ex embajadora y ex gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, volvió a hacer gala de su habilidad en asuntos exteriores, sin pelos en la lengua cuando llamó a Putin “ese matón” y explicó la necesidad de financiar las capacidades de defensa de Ucrania e Israel. DeSantis, aludiendo repetidamente a su servicio en Irak, no pudo igualar sus habilidades.

“Como veterano, haré el trabajo por ustedes”, dijo.

El servicio militar no ayudó a un verdadero héroe, el difunto John McCain, a ganar la presidencia. Es una línea de currículo que atrae a partes de la Florida donde se asientan bases militares, pero solo ayuda a DeSantis a evitar un examen minucioso en el escenario nacional de su extenso y extremista historial en la Florida.

Desde el punto de vista político, es cruel como Trump, pero sin el carisma de celebridad que mantiene a los electores enganchados a la ex figura televisiva en jefe. Pero, en este debate, DeSantis se lleva el mérito de defender los Everglades frente a las desbocadas promesas de los otros candidatos de usar el fracking y perforar en busca de petróleo por todo el país.



Si el Partido Republicano fuera la entidad seria que antes fue, Haley sería su arma secreta. Sabe cómo captar la atención de los moderados demócratas descontentos con el ala izquierdista del partido. Y manejó con ingenio y aplomo los repetidos intentos del infantil emprendedor Vivek Ramaswamy por avergonzarla.

A él no le gusta para nada el servicio militar, pero, como a su ídolo Trump, le encanta mostrar un comportamiento grosero.

Llamó a Haley una “Dick Cheney con tacones de tres pulgadas”.

Ella corrigió: Son de cinco pulgadas y su propósito es ser “munición” para la autodefensa.

Jaque mate.

Para estos participantes en el debate y para los moderadores, Israel y Ucrania fueron —con razón— los temas más importantes, no Cuba. Los candidatos discreparon sobre el financiamiento de la defensa y la estrategia de guerra, y los electores tuvieron mucho que aprender y considerar en minutos. Cuando criticaron a Biden, a excepción del irrespetuoso Ramaswamy, fueron adultos al respecto.

Desgraciadamente, ni Haley ni DeSantis —quienes luchan por quedar en segundo puesto detrás Trump— pudieron responder a la primera y última pregunta del presentador de NBC News Lester Holt: “¿Por qué usted y no él?”.

No lograrán influir para cambiar las opiniones en el Partido Republicano hasta que convenzan a los electores de que los casos contra Trump son legítimos, y de que él no está por encima de la ley.

Mientras tanto, en un Hialeah desinteresado en ser influenciado por nadie más que por Trump, las multitudes MAGA se mostraron eufóricas.

Todos actuaron como si Trump no enfrentara 91 cargos criminales y cuatro encausamientos. Los abogados que ayudaron a perpetrar la mentira electoral lo abandonaron y se declararon culpables.

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Sin embargo, los líderes republicanos de Miami-Dade celebraron a Trump, pretendiendo que la criminalidad y la vulgaridad son normales. El alcalde de Hialeah regaló al rey republicano su nombre en una calle. “Donald Trump Way”, la llamó mientras sostenía un cartel que decía “President Donald J. Trump Avenue”.

A 90 millas de Cayo Hueso, un tirano de pelo blanco seguramente sonreía.