Una delfín 'militar' de casi 60 años retoza como si tuviera 20: qué pasa cuando le vienen a revisar el corazón

El Programa de Mamíferos Marinos de la Marina de Estados Unidos en la Base Naval de Point Loma en San Diego, el 8 de noviembre de 2022. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)
El Programa de Mamíferos Marinos de la Marina de Estados Unidos en la Base Naval de Point Loma en San Diego, el 8 de noviembre de 2022. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)

SAN DIEGO — En la bahía, rompían las olas y la lluvia soplaba de costado, pero en la base naval de Point Loma, una delfín mular de edad avanzada llamada Blue no aparentaba en absoluto su edad. En una bahía llena de delfines, era imposible no verla, saltando del agua y silbando cuando un equipo de veterinarios se aproximaba por los muelles flotantes.

“Siempre se alegra de vernos”, comentó Barb Linnehan, directora de salud y bienestar animal de la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos, una organización de investigación sin fines de lucro. “Actúa como si fuera un delfín de 20 años”.

Pero a sus 57 años, Blue es una paciente geriátrica, una de los delfines más viejos del Programa de Mamíferos Marinos de la Marina estadounidense. Así que los médicos habían venido a revisar su corazón.

Linnehan sacó un aparato de electrocardiograma apto para delfines y se inclinó sobre el borde del muelle, donde Blue había salido a la superficie. Luego, presionó con cuidado cuatro ventosas de goma, cada una con un electrodo habilitado para Bluetooth, sobre la piel resbaladiza del delfín.

Linnehan secó las gotas de lluvia de la tableta y observó la pantalla. “Ahí está su arritmia”, dijo, señalando una onda oscilante que avanzaba en la pantalla. El equipo detectó los latidos irregulares hacía varios años y desde entonces les había dado seguimiento.

“Buscamos lo siguiente: ¿estamos llegando a un punto en el cual tengamos que hablar de una intervención, como un marcapasos o medicamentos?”, explicó. Nadie le ha puesto un marcapasos a un delfín, pero agregó que estaban dispuestos a hacerlo llegado el caso.

Avances

Durante más de medio siglo, la Marina ha dirigido este programa de mamíferos marinos desde su sede en la península rocosa de Point Loma, donde entrenan a delfines mulares y leones marinos de California para encontrar minas submarinas, recuperar objetos sumergidos e interceptar a nadadores rebeldes.

En ese tiempo, la medicina mamífera marina ha avanzado bastante, en parte, como resultado de la investigación de la Marina. En consecuencia, los veterinarios del programa tienen que cuidar a una población de animales que envejecen. “Estamos viendo cuestiones que no necesariamente veíamos hace décadas, enfermedades asociadas con la vejez”, comentó Linnehan.

Un delfín salta en el aire en el Programa de Mamíferos Marinos de la Marina de Estados Unidos en la Base Naval Point Loma en San Diego, el 9 de noviembre de 2022. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)
Un delfín salta en el aire en el Programa de Mamíferos Marinos de la Marina de Estados Unidos en la Base Naval Point Loma en San Diego, el 9 de noviembre de 2022. (Gabriella Angotti-Jones/The New York Times)

Así que, en colaboración con investigadores que estudian a los delfines silvestres y expertos en medicina humana, los científicos de la Marina incursionan ahora en la medicina mamífera marina geriátrica. La búsqueda podría dar muy buenos frutos no solo para los animales bajo su cuidado, sino también para los que no están en cautiverio y, tal vez, incluso para los humanos.

Podría ser la última frontera del programa, que quizá dejará un valioso pero complicado legado científico desde el punto de vista ético. Según Mark Xitco, director del programa, la Marina tiene previsto eliminarlo poco a poco en las próximas décadas. Ya ha dejado de criar delfines y ha transferido algunas de sus tareas a los drones submarinos.

Historia del programa

Cuando los científicos de la Armada empezaron a trabajar con su primer delfín, en 1959, esperaban tan solo imitarlo y aprender a diseñar torpedos más hidrodinámicos. Pero los mamíferos marinos demostraron tener talentos (habilidades de inmersión profunda, aguda visión submarina y, en algunos casos, un sonar de primera) que ni los humanos ni las máquinas podían igualar. Así que la Marina empezó a entrenar a los animales para realizar tareas submarinas y los envió a Vietnam, el golfo Pérsico y otros lugares.

Desde el punto de vista técnico, el programa de mamíferos marinos estuvo clasificado hasta principios de la década de 1990, pero era un “secreto muy mal guardado“, afirma Xitco. Los científicos de la Marina ayudaron a crear organizaciones de investigadores de mamíferos marinos y participaron activamente en ellas, dijo, pero “no podían confirmar ni negar que en verdad trabajáramos con los animales”.

En la actualidad, el programa cuenta con 77 delfines y 47 leones marinos, está gestionado por el Naval Information Warfare Center Pacific y cuenta con un presupuesto total de 40 millones de dólares este año. Unas 300 personas mantienen el programa en funcionamiento (muchos son contratistas; la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos, fundada por varios veterinarios del programa, ayuda, por ejemplo, a proporcionar atención veterinaria).

Mantener saludables a los animales es una parte fundamental del trabajo, afirmó Eric Jensen, científico sénior de cuidado animal. “No puedes ir a encontrar minas ni gente mala si no te sientes bien”, aseveró.

Pero los veterinarios del programa señalan con frecuencia que sienten una obligación ética de proveer atención médica de primera. Su cariño por los animales es evidente y Jensen —que se unió a algunos de los mamíferos marinos en un despliegue en Irak en 2003— dijo que ser parte del programa era más un estilo de vida que un trabajo. Él y sus colegas se refieren a menudo a los animales como socios o compañeros de equipo.

Sin embargo, los animales no decidieron ser voluntarios. En los primeros años del programa, la Marina capturaba delfines en su hábitat natural. Aunque esta práctica terminó hace décadas, el programa sigue suscitando críticas por mantener animales inteligentes en cautiverio y reclutarlos para la guerra.

“No estoy a favor de mantener a los delfines de la forma en que lo hacen y con los fines que lo hacen”, afirmó Lori Marino, experta en inteligencia de cetáceos y presidenta del Proyecto Santuario de Ballenas, que visitó el programa y entabló amistad con algunos de sus investigadores al principio de su carrera.

Los delfines de la Marina tienen oportunidades que no se ofrecen a otros delfines cautivos, como sesiones de natación en mar abierto y, sin duda, se valora mucho su labor, dijo Janet Mann, científica de mamíferos marinos y ecologista del comportamiento de la Universidad de Georgetown. “Es evidente que la Marina ha perfeccionado la forma de mantener un gran número de delfines en cautiverio con una supervivencia muy alta”, dijo. Pero añadió que, a pesar de ello, “los delfines no tienen agencia como en la naturaleza”.

Xitco afirmó que los animales solo se habían utilizado con fines defensivos y que ninguno había muerto en combate. Pero algunos detalles sobre las capacidades y misiones de los animales siguen siendo muy reservados (aunque los funcionarios concedieron a The New York Times permiso para nombrar a Blue, pidieron que no se revelaran los nombres de los demás animales). Una visita de dos días a las instalaciones en otoño contó con una estrecha vigilancia.

“Supongo que, en teoría, podría haber algún otro programa por ahí que no te voy a enseñar, en el que hiciéramos cosas con las que no te sentirías cómodo o con las que otros no se sentirían cómodos”, dijo Xitco. “Ese no es el caso”, confirmó.

“No hay duda de que han sido pioneros en lo que respecta a comprender mejor la medicina para estos animales”, comentó Randy Wells, quien dirige el Programa de Investigación de Delfines de Sarasota de la Sociedad Zoológica de Chicago (Wells colabora con frecuencia con los investigadores del programa y también ha recibido financiamiento de la Marina).

Después de sus revisiones matutinas, los animales tienen sesiones de entrenamiento o enriquecimiento, muchas veces en mar abierto, en las que su capacidad atlética se pone de manifiesto. Los delfines nadan junto a embarcaciones, recogen pelotas de colores brillantes, se lanzan al aire, se deslizan bajo la superficie del agua y reaparecen en un santiamén.

El atardecer de los delfines

Jensen explica que con la edad los delfines se vuelven más lentos. Sus niveles de energía disminuyen, sus articulaciones se entumecen y aumentan de peso. Algunos desarrollan enfermedades cardiacas, cálculos renales o problemas de visión, que pueden requerir intervención quirúrgica.

Blue es el parangón del programa. Concentrada y al parecer incansable, fue en su día una de las cazadoras de minas estrella de la Marina y recibió la Medalla al Mérito Naval por sus esfuerzos, según Xitco. Pero cuando se quedó embarazada inesperadamente a los 30 años, dejó de buscar minas y empezó a participar en la investigación acústica, que siguió siendo su función principal a medida que envejecía.

Cuando Linnehan y sus colegas decidieron mejorar los métodos de evaluación cardiaca de los delfines, solicitaron la participación de Blue. Trabajando con Blue y otros delfines de la Marina, los investigadores desarrollaron un método para realizar exámenes cardiacos completos a delfines inmóviles mientras estaban en el agua. En el proceso, descubrieron que Blue tenía una arritmia no detectada previamente.

No fue la única sorpresa. El equipo, en colaboración con otros investigadores, realizó exámenes del corazón en delfines silvestres de las bahías de Sarasota, Florida y Barataria, Luisiana. “Muchos de ellos tenían soplos”, dijo Linnehan, “que nadie había descrito antes”. Los científicos también descubrieron la prevalencia de diversas anomalías cardiacas sobre todo en los delfines de la bahía de Barataria, que habían estado muy expuestos al petróleo tras el derrame de la plataforma petrolera Deepwater Horizon en 2010.

En muchas ocasiones, los delfines de la Armada han servido de pioneros, lo que ha permitido a los científicos desarrollar y probar nuevas técnicas antes de llevarlas al campo, donde “las oportunidades de examinar a los animales son mucho más escasas y mucho más valiosas”, dijo Wells, que colaboró en los estudios.

En este momento, Linnehan trabaja con una empresa de biotecnología para construir un arnés con el que se puedan tomar electrocardiogramas que Blue pueda usar mientras nada, bucea o duerme, una herramienta que podría ayudar a los científicos a estudiar el corazón de delfines silvestres en condiciones más naturales. La investigadora afirmó que eso supondría una enorme riqueza de información que nadie ha conseguido antes.

Hay otros proyectos en marcha, entre los que se encuentra el desarrollo de un sistema de monitoreo para detectar los sonidos de los delfines en peligro y una mesa quirúrgica de baja gravedad para reproducir mejor el entorno marino de los delfines (en tierra, la fuerza de gravedad puede comprometer la función cardiaca y pulmonar de los animales). Hace poco, los científicos diseñaron un respirador para mamíferos marinos, que tienen una forma única de respirar.

Herramientas quirúrgicas como estas podrían ser útiles para los animales heridos o enfermos que a veces llegan a la costa con lesiones en las aletas, fracturas de mandíbula o incluso heridas de bala, comentó Cara Field, directora médica del Centro de Mamíferos Marinos de Sausalito, California. Y una mejor comprensión de lo que es y no es normal para los mamíferos marinos a lo largo de su larga vida podría ayudar a evaluar a los animales silvestres que aparecen sin un historial de salud detallado.

Algunas de esas investigaciones podrían incluso beneficiar a los humanos. “Los delfines ancianos envejecen muy parecido a los humanos”, comentó Stephanie Venn-Watson, investigadora de salud pública veterinaria que trabajó en el programa de la Marina y en la Fundación Nacional de Mamíferos Marinos.
“Es muy emocionante desde mi perspectiva como estudiosa de los mamíferos marinos en general ver cómo estos animales se convierten en modelos importantes que nos permiten aprender no solo en beneficio propio, sino también en el de los demás”, señaló Ailsa Hall, catedrática emérita de Biología Marina de la Universidad de Saint Andrews.

El ocaso

No todos los expertos opinan igual. La Marina ha realizado investigaciones “muy interesantes y de última generación”, reconoció Marino. Pero comentó que algunos de sus estudios también han sido “bastante inaceptables”, refiriéndose a uno en el que se obligaba a los delfines a ingerir agua de mar. Incluso un estudio de imagen no invasivo requiere que el animal abandone el agua y se traslade a un centro médico.

“Todas estas son cosas que a los delfines no les interesa hacer y que no le dan sentido a su vida”, comentó Marino, quien solía hacer investigaciones en delfines en cautiverio hasta que se sintió incómoda con la práctica.

Xitco afirma que él y sus colegas cumplen la normativa sobre bienestar animal e investigación y hacen “todo lo posible” para minimizar los efectos negativos en los animales. Pero a veces los estudios requieren extracciones de sangre, muestras de leche, biopsias o una breve exposición al ruido. Agregó que en esos casos han calculado que las molestias leves y temporales se ven compensadas por el valor de la investigación. Y afirmó que ellos contaban con la población de control del mundo de la medicina de los mamíferos marinos.

Desde que comenzó el programa de mamíferos marinos, los expertos aseguran que ha crecido el afecto del público por los mamíferos marinos y los científicos han aprendido mucho más sobre la sofisticación de los delfines y lo que necesitan para prosperar, en parte gracias a la investigación de la Marina.

Cuando llegue el ocaso del programa de mamíferos marinos, es posible que el mundo no vuelva a ver otra colonia de animales como esta. “No hay ni habrá ninguna población igual en el mundo”, dijo Venn-Watson.

© 2023 The New York Times Company

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