¿Por qué y cómo nos defendemos? | Alina Rubi

Nuestra vida funciona sobre la base de la defensa ya que la mayoría de las cosas que hacemos se ven afectadas por nuestra necesidad de preservar la vida y defendernos contra la muerte, sea física, emocional o espiritual. Las defensas no son nocivas intrínsecamente, son la forma que tenemos los humanos de preservar nuestra vida.

La cuestión de cuáles son los valores que priorizamos en la vida, y cómo los resguardamos, es complicada. Todos notamos que nuestros mecanismos de defensa se activan rápidamente si alguien nos provoca, o si nos amenazan, siendo entonces cuando reaccionamos tratando de resguardarnos utilizando las conductas inconscientes a las que estamos más habituados.

Las defensas son esenciales ya que salvaguardan lo que amamos y precisamos para nuestra supervivencia física o psicológica. El riesgo reside en el hecho de que pueden tornarse demoledoras si se transforman en actitudes desmedidamente estrictas, llegando a impedir la consideración hacia otras personas, o agrediendo a la misma persona, o un tercero.

La forma más antigua de defensa es la oral, término relacionado con el pecho de nuestra madre, y con el alimento básico suministrado por las mamas. Está relacionada con la primera etapa de la infancia.

Muchos podemos quedarnos paralizados en la etapa oral y desarrollar defensas orales, específicamente si las cosas fueron deficientes en el desarrollo inicial del vínculo con nuestra madre, y en las etapas sucesivas del desarrollo de nuestra personalidad. La exigencia de un pecho que nos alimente permanentemente podría permanecer como una defensa contra la soledad. Las defensas orales cuando se trasladan a la etapa adulta se advierten en la exigencia que sentimos de estar todo el tiempo cerca de una fuente de sustento emocional y físico.

Las defensas orales representan que establecemos esquemas mediante los cuales nos garantizamos un permanente abastecimiento de alimento simbólico. Cuando enfrentamos experiencias que nos producen ansiedad o llegamos a algún momento en la vida en el que eventos impredecibles, o violentos, nos hacen sentir temor, reaccionamos según las defensas que nos llegan de la forma más vertiginosa y habitual como personas.

La defensa oral es la más efectiva de todas para muchas personas, por ende, se les hace indispensable asegurarse de disponer siempre de un suministro de “leche”. De manera representativa, la “leche” puede estar simbolizada por una gran diversidad de cosas. Para los que la buscan con impaciencia, puede surgir casi en cualquier cosa que tengan al alcance de su mano. Esto no significa solamente algo que puedan comer, o tomar, para algunos, la “leche” nutritiva puede proceder de una relación cercana. Desde este punto de vista, las relaciones humanas se utilizan como protección contra la muerte por depauperación emocional.

El niño que todos llevamos por dentro percibe al ser amado como la fuente de vida, sin la cual no sería posible su supervivencia. Cuando la relación se inserta como una defensa oral, el ser amado es fundamental para proseguir con la vida, ahí advertimos hambre más que amor, y si nuestro ser querido no aparece nos sentimos coaccionados. Aquí vemos cómo de manera automática utilizamos a nuestros seres queridos como fuentes de “leche”.

El Gobierno puede llegar a ser las mamas para algunas personas, lo perciben como un régimen dirigido por un grupo de soporte, que, de manera prodigiosa, al igual que el pecho de nuestra madre, puede seguir fabricando “leche”” sin que tengamos que pensar sensatamente de dónde provienen los ingresos. Al igual que los niños, esos individuos pueden suponer que el Estado está ahí para atenderlos, y todo sentido de compromiso personal está omitido de un modo impresionante.

La realidad acerca del mundo exterior puede descomponerse ante eficaces habilidades de defensa subconscientemente. Si estas defensas comienzan a obstruir nuestras emociones, nuestra relación con la realidad queda desfigurada, y es cuando las defensas dejan de ser creativas y empiezan a exponerse patológicamente.

Cuando progresan tanto que empiezan a cortar otros aspectos de la individualidad que son asimismo importantes, y trastornan la realidad hasta el punto de que no conseguimos seguir interactuando con ella, salvo por medio de las defensas, entonces ya no las utilizamos para protegernos, sino para destruirnos.

Nadie está exento de esto, las defensas orales residen en todos porque todos poseemos algún área de nuestra vida donde perseveramos para obtener el beneficio del pecho simbólico. Esto no es anómalo en sí mismo pues siempre existirán razones para estar preocupados.

El sueño de tener bienestar y el uso de las defensas orales para crear un baluarte contra la incertidumbre, son meramente humanos, y solo se transforman en una fuente de inquietud y sufrimiento cuando la persona percibe que ha caído bajo la opresión de este mecanismo de defensa, es decir si le ocasiona ansiedad al individuo, o si este hace padecer a los demás de manera coercitiva por esta razón.