Cómo la decisión de abortar marcó la vida de tres floridanas

¿Quién es la típica paciente que aborta? No encajan en ningún perfil claro, ni en la Florida ni en ninguna otra parte del país. Pertenecen a todos los ámbitos de la vida. Sus motivos son diferentes. Casi la mitad se somete al procedimiento en las primeras seis semanas de embarazo y más del 90% en las primeras 13 semanas.

Lo que podrían tener en común, según el Guttmacher Institute, una organización de investigación y política que estudia la salud sexual y reproductiva y apoya el derecho al aborto, y los datos de los CDC es que la mayoría de las mujeres tienen más de 20 años, ya son madres, son solteras o viven con su pareja, tienen un bajo nivel de ingresos, han asistido a alguna universidad y no han abortado anteriormente. En Estados Unidos, la tasa de abortos es aproximadamente la mitad que hace 30 años, debido sobre todo a un uso más eficaz de los anticonceptivos y a que hay menos adolescentes que mantienen relaciones sexuales y quedan embarazadas. Aun así, alrededor del 25% de las mujeres estadounidenses aborta durante su edad fértil, según la investigación demográfica del Guttmacher Institute.

Estas son las historias de tres floridanas que abortaron y sus opiniones sobre la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de anular el fallo del caso Roe vs. Wade y permitir que los estados restrinjan o eliminen el derecho de las mujeres a abortar. Dos no se arrepienten; una sí. Pero el denominador común es cómo la decisión marcó sus vidas en los años posteriores.

No me arrepiento de nada

Trenece Robertson, de 22 años, es estudiante de Sociología en la Universidad A&M de la Florida en Tallahassee. Creció en una familia numerosa, criada por su madre y su abuela en un pequeño pueblo rural y pobre de Louisiana.

Hace tres años, ella y su pareja descubrieron que estaba embarazada. Se hizo varias pruebas, esperando que fueran falsos positivos.

“Supe inmediatamente que iba a abortar”, dijo Robertson. “No quería tener un bebé a esa edad porque no sería justo ni para mí ni para el niño. Soy una estudiante sin dinero que se está abriendo camino en la universidad. Comprendí el estigma de ser una joven negra embarazada. Vi cómo mi madre pasaba apuros”.

Trenece Robertson, de 22 años, es una estudiante de la FAMU que abortó y está preocupada por las restricciones a las opciones de salud reproductiva.
Trenece Robertson, de 22 años, es una estudiante de la FAMU que abortó y está preocupada por las restricciones a las opciones de salud reproductiva.

Robertson solo conocía dos clínicas de aborto en Louisiana que estaban abiertas, ambas lejos de su casa. Ambas se adherían a la “regla de las 24 horas” del estado, que exige a las mujeres que quieren abortar que acudan a hacerse una prueba de embarazo y una ecografía, y que luego esperen 24 horas para el procedimiento, lo que, según ella, no solo complica el proceso para las pacientes que necesitan transporte, alojamiento y tiempo libre en el trabajo, sino que también puede retrasar el proceso, ya que muchas clínicas no tienen citas disponibles al día siguiente.

“En realidad, es una táctica para hacerte sentir culpable y hacer que un procedimiento de salud reproductiva sea lo más difícil posible”, dijo.

Robertson, en cambio, abortó en una clínica de Planned Parenthood en Tallahassee.

“Lloré la noche anterior pensando que me traumatizaría. El aborto se presenta en la televisión y en las películas y por el movimiento contra el aborto como algo dramático, algo que rompe a la gente”, dijo. “Pero el médico y el personal fueron muy amables y me aseguraron que estaría bien. Parpadeé y me dijeron: ‘Hemos terminado’.

“Asumí mi decisión y no me arrepiento de nada”.

Louisiana promulgó una prohibición casi total de los abortos tras la anulación del fallo del caso Roe vs. Wade.

“Y están intentando prohibir los anticonceptivos. Es aterrador. Ninguno de nuestros derechos estará a salvo”, dijo. “Lo vi venir en el momento en que Trump llegó a la presidencia. Me preocupa la gente que tiene bajos ingresos y que tendrá 10 veces más difícil el acceso”.

Robertson tiene la esperanza de que su generación añada voces poderosas a las campañas para restaurar el derecho al aborto.

“El aborto no se discute lo suficiente en la conversación, en la educación sexual en las escuelas”, dijo. “Se ha convertido en algo sensacionalista, satanizado y vergonzoso. Es importante hablar de gente como yo. No quiero que nadie diga: ‘Pobrecita’. Es una decisión personal sobre tu cuerpo, tu salud, tu futuro. No es asunto de nadie más que de ti”.

Después, buscando el perdón de la iglesia

Linda Fernández, de 31 años, creció en Kendall y vive en Doral. Tiene un doctorado en Fisioterapia. Pero ha dejado a un lado su carrera como terapeuta para ser directora del programa del sureste de Sidewalk Advocates For Life, una organización contra el aborto cuyos miembros se relacionan con las mujeres afuera de las clínicas de aborto, hablándoles de alternativas y ayuda con la esperanza de que no interrumpan su embarazo. Su objetivo es acabar con el aborto, y el portal digital lleva la cuenta de los bebés salvados: 17,883 hasta el viernes.

“Pensé que iba a curar a la gente físicamente”, dijo Fernández. “Ahora hago un tipo de curación diferente. Damos a las mujeres información que afirma la vida. Les damos esperanza y amor cuando tienen miedo y rabia. Cuando deciden dar la vuelta y salir y salvar a su hijo, nos alegramos con ellas”.

Fernández abortó a los 24 años cuando estaba embarazada de siete semanas. Fue una decisión que cambió la trayectoria de su vida.

“Mi aborto me llevó a un propósito mayor”, dijo.

En aquel momento, se describió a sí misma como rebelde e insegura. Y contra el aborto.

Linda Fernández, de 31 años, dijo que abortar "me llevó a un propósito mayor". Es la directora del Programa del Sureste de Sidewalk Advocates For Life, que ofrece información sobre alternativas al aborto a las mujeres afuera de las clínicas de salud femenina. . Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com
Linda Fernández, de 31 años, dijo que abortar "me llevó a un propósito mayor". Es la directora del Programa del Sureste de Sidewalk Advocates For Life, que ofrece información sobre alternativas al aborto a las mujeres afuera de las clínicas de salud femenina. . Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com

“Había un vacío que siempre intentaba llenar con los hombres como fuente de seguridad”, dijo. “Era promiscua y bebía mucho. Podía salir de fiesta con mis amigos y sentirme insensible. No cuidaba de mí ni de mi dignidad. Salí una noche con un chico y una mañana me desperté con náuseas. Mis amigas me dijeron que estaba embarazada pero que no pasaba nada, que conocían un centro de confianza donde podía solucionarme el problema.

“Me hice cuatro pruebas de embarazo porque no quería creerlo. Tenía miedo, no podía decírselo a mis padres. Le pedí al padre que lo pagara”.

Fernández se sometió a un aborto médico, que requería tomar varias píldoras.

“En la clínica quise ver la ecografía, pero me dijeron: ‘No es nada, solo tienes siete semanas’. Ese fue un momento frío”, recuerda. “Me dieron las píldoras y me dijeron que sería como un período normal, pero mientras conducía a clase en FIU sentí un dolor insoportable. Sangraba mucho. Vomité en el coche. Empecé a rezar, pensando que había hecho algo horrible y que iba a morir”.

Cuando volvió a casa, su madre vio la sangre y la ayudó a acostarse.

“Ella me confortó mucho”, dijo Fernández. “Le dije que estaba avergonzada y dolida. Me animó a ir a la iglesia y buscar el perdón”.

Fernández se confesó con un sacerdote, que le entregó folletos del Project Rachel, un ministerio postaborto de la Iglesia católica, que califica el aborto como un pecado grave pero no imperdonable.

“Fue un hermoso encuentro, ser perdonada y perdonarse una misma”, dijo. Buscó asesoramiento a través de la Arquidiócesis de Miami y asistió a un retiro del Rachel’s Vineyard. “El primer paso en el camino de la curación es reconocer que has tenido un hijo, que no era una mancha de células. Lo llamé Joshua.

“Las personas que han abortado están profundamente heridas. Nadie quiere hablar del dolor, la muerte y la pena. Pero una vez que lo afrontas y lo procesas, encuentras la libertad”.

Fernández comenzó a trabajar como voluntaria en una línea telefónica de crisis. Durante sus estudios de posgrado en Utah, se unió a Sidewalk Advocates For Life. Hoy, ella y los miembros de su equipo realizan actividades de divulgación en dos docenas de clínicas de aborto en Miami-Dade.

“Aquí escuchamos a muchas mujeres decir que tienen miedo de perder su figura en Miami y a mujeres hispanas que quieren normalizar el aborto, y yo les digo que son hermosas y que su cuerpo está destinado a nutrir a un niño”, dijo. “No juzgamos, no presionamos. Lo llamamos el enfoque del amor”.

“Cada vez que una mujer ha elegido la vida, ha anulado el caso Roe vs. Wade”.

‘Era un adolescente que hacía muchas locuras’

Jameson O’Hanlon, de 54 años, es un pizzero y ex maestro que vive en Davie con su esposa, Jules, asistente legal, y su hija Drew, de 19 años, que se está capacitando para ser azafata.

O’Hanlon, que es transexual, abortó a los 17 años cuando aún se identificaba como mujer. Si hubiera dado a luz a un niño, el curso de su vida se habría alterado y probablemente nunca habría hecho la transición, dijo.

“Tuve relaciones sexuales con un tipo que me dijo que era estéril. Era una adolescente que hacía muchas locuras”, dijo O’Hanlon. “Ni siquiera me gustaban los hombres, románticamente hablando. No tenía nada que hacer. Me hice una prueba de embarazo. No es que nunca haya querido tener un hijo. Pero no en ese momento y no en ese cuerpo. Supe inmediatamente lo que quería hacer y era abortar. Fui a una clínica de Planned Parenthood, donde no me acosaron ni me juzgaron. Nunca me he arrepentido de mi decisión”.

Linda Fernández, de 31 años, dijo que abortar "me llevó a un propósito mayor". Es la directora del Programa del Sureste de Sidewalk Advocates For Life, que ofrece información sobre alternativas al aborto a las mujeres afuera de las clínicas de salud femenina. . Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com
Linda Fernández, de 31 años, dijo que abortar "me llevó a un propósito mayor". Es la directora del Programa del Sureste de Sidewalk Advocates For Life, que ofrece información sobre alternativas al aborto a las mujeres afuera de las clínicas de salud femenina. . Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com

Desde muy joven, O’Hanlon supo que era hombre.

“Siempre supe quién era desde que podía pensar”, dijo. “Ahora me veo como siempre me imaginé. Cuando era niño, la gente decía: ‘Qué niña tan bonita’, y yo decía: ‘No soy una niña, soy un niño’.

“Pero para aceptar vivir en este cuerpo, pensé que tenía que ser mujer. Darle vueltas a la cabeza y tratar de ser feliz y estar cómodo en este cuerpo.

“Mi verdadero yo estuvo enterrado hasta que hice la transición. Fue entonces cuando salí del closet por segunda vez”.

Jameson O'Hanlon, que abortó cuando se identificaba como mujer, con su perro, Scully. O'Hanlon dijo que estaba agradecido por haber tenido la opción de decidir, pero está preocupado por lo que vendrá después de la decisión de la Corte Suprema de anular el fallo del caso Roe vs. Wade. Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com
Jameson O'Hanlon, que abortó cuando se identificaba como mujer, con su perro, Scully. O'Hanlon dijo que estaba agradecido por haber tenido la opción de decidir, pero está preocupado por lo que vendrá después de la decisión de la Corte Suprema de anular el fallo del caso Roe vs. Wade. Alie Skowronski askowronski@miamiherald.com

Primero, O’Hanlon salió del closet como mujer gay. Él y Jules se juntaron en 2000. Jules, con la ayuda de un donante de esperma, dio a luz a Drew en 2003. O’Hanlon y Jules se casaron en 2013 en el evento del Orgullo de San Francisco y O’Hanlon decidió más tarde hacer la transición.

Recibió su primera inyección de testosterona en 2016

“Ahora soy un chico, pero entonces era gay”, dijo. “Tenemos miedo de lo que viene de la Corte Suprema. Probablemente anularán todos los matrimonios gay, prohibirán cualquier unión que no sea entre un hombre y una mujer”.

“Cuando empecé mi transición me sentí emocionado y apoyado. Entonces salió elegido Trump. Desde entonces, las cosas se han vuelto aterradoras. Las compañías de seguros dejaron de cubrir las operaciones trans. Los estados están prohibiendo a los jóvenes tomar hormonas. Las personas trans se han convertido en el saco de boxeo en las guerras de odio”.

Desde que se filtró la decisión sobre el caso Roe vs. Wade en mayo, O’Hanlon ha participado en manifestaciones por el derecho al aborto. Cree que prohibir el aborto solo pondrá en peligro la salud de las mujeres.

“El aborto afecta a las mujeres, a los hombres, a las personas trans, a las personas no binarias, a cualquiera que tenga genitales”, dijo. “Si se controla la autonomía de las mujeres, los hombres asumen el lugar en la cima de la jerarquía sin competencia. Pero no se puede deshumanizar a las personas. Las mujeres no son recipientes. Merecen todas las oportunidades que tiene un hombre”.

A O’Hanlon, que se considera feminista, le preocupa que su hija tenga menos derechos que los que tuvieron sus padres.

“Los conservadores sabían que el aborto es un tema que anima a la derecha religiosa, así que empezaron a tramar la prohibición hace años”, dijo. “Aquí es exactamente donde querían llegar y tienen más objetivos en su agenda”.