¿Debemos despedir aliviados al Miami Seaquarium o lamentar otra pérdida por negligencia? | Opinión

Me gustaría decir adiós con alivio al Miami Seaquarium.

Pero una parte de mí siente que también hay lugar para una triste despedida de una institución imperfecta pero histórica.

¿Qué se merece como réquiem el hogar icónico de los años 60 y 70 del delfín Flipper, cuyos felices tiempos se han visto eclipsados por el lamentable estado del parque, las acusaciones de negligencia hacia los animales y la desgarradora muerte de la orca Lolita?

Para nosotros los veteranos, la noticia de que el condado cerrará el parque marino de Virginia Key tras el informe más reciente de una serie de inspección federales en los que se alega un cuidado deficiente de los animales, nos trae muchos recuerdos.

¿Quién puede estar en desacuerdo con la decisión de “ya es suficiente” tras la mala gestión continua de lo que debería haber sido un lugar digno para los animales y un lugar divertido para que los niños aprendieran sobre la vida marina?

Aunque el arrendatario del Seaquarium, Eduardo Albor, presidente de la empresa operadora Dolphin Company, ha dicho que “defenderé nuestros derechos en los tribunales”, es difícil imaginar otro resultado para unas instalaciones deprimentes y patéticas que han tenido mucho tiempo para comportarse como es debido, pero no lo han hecho.

Es una lástima. La gente de Miami amaba a esos majestuosos animales.

Algunos de nosotros recordamos un lugar mejor y más luminoso, uno de los pocos lugares donde atareados padres de un Miami cambiante podíamos exponer a nuestros hijos a encantadoras criaturas marinas y compartir nuestro amor por la naturaleza.

El Seaquarium abrió sus puertas el 24 de septiembre de 1955 y llegó a ser la principal atracción familiar del condado. Turistas y lugareños acudieron en masa.

El Miami Seaquarium de Virginia Key abrió el 24 de septiembre de 1955.
El Miami Seaquarium de Virginia Key abrió el 24 de septiembre de 1955.

Dado el aviso de desalojo emitido al propietario por el gobierno del Condado Miami-Dade, la institución que prestó a los Miami Dolphins su mascota —también la estrella del exitoso programa de televisión nacional “Flipper”— no llegará a su 69 aniversario.

De hecho, el condado ordenó que desocupe las instalaciones para el mes de abril.

El jueves aún figuraba en Tripadvisor y Google como abierto, pero nadie contestó al teléfono. Las brillantes descripciones del parque de 38 acres permanecen, pero Tripadvisor añadió esta línea de advertencia: “No cumple las directrices de bienestar animal”.

Con suerte, los animales irán a mejores hogares y los humanos del sur de la Florida seguirán frecuentando el Zoo Miami y el Frost Museum of Science, Aquarium & Planetarium. Pero, la falta de un acuario independiente en una ciudad rodeada por el mar es una pérdida para las nuevas y futuras generaciones.

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Recuerdos del Miami Seaquarium

Cuando criaba a mis hijos, visitar el Seaquarium me parecía una elección sencilla. Era un destino habitual de las excursiones escolares. La controversia no era de dominio público como para escucharla.

Recuerdo una épica visita familiar en 1987.

Piense en un Miami que se estaba recuperando del tumulto de los barcos cargados de refugiados y los asesinatos provocados por la cocaína de principios de la década.

Piense en La Isla Bonita de Madonna en el número 1 de las listas de éxitos musicales y en el deleite de mi hija de seis años, que rompía a bailar rítmicamente con solo oír una nota de la diva.

Piense en Sesame Street y en el Monstruo de las Galletas y en mi hija de tres años, pegada a mi y deseando comer galletas con chispas de chocolate en todas las comidas, y en mí, en mi tercer y último embarazo, supuestamente el barón, y todavía trabajando como mi esposo en un empleo exigente.

Uf.

Cuando se acercaba la fecha del parto, el médico me aconsejó pasar el fin de semana caminando para que el bebé recibiera el mensaje de bajar, y nos fuimos al Miami Seaquarium.

Oh, el calor. Oh, la comida no tan apetecible (algunas cosas nunca cambian), pero los delfines, leones marinos, manatíes y peces multicolores siempre hacían que el viaje desde el noroeste de Miami-Dade hasta el precioso Viaducto Rickenbacker mereciera la pena.

Salty, el león marino, era uno de los favoritos. Por supuesto, la estrella del espectáculo era Lolita —capturada en su Puget Sound natal y traída a Miami en 1970— que nos mojaba a todos los tontos, apiñados en las primeras filas del anfiteatro, con su famoso chapoteo.

Si no eras un activista de los derechos de los animales, apenas sabías que el tanque era demasiado pequeño para una orca de 7,000 libras. Cuando Hugo, el compañero de Lolita, murió de un aneurisma cerebral en marzo de 1980, tras golpearse repetidamente la cabeza contra su recinto, la truculenta historia suscitó debate, pero no tuvo la audiencia que tienen hoy los videos virales y el ciclo de noticias las 24 horas del día.

Cuando salimos del parque, lo dejamos todo atrás, sin acordarnos siquiera del nombre nativo de Lolita de la nación Lummi, Tokitae ni de su apodo, Toki.

Simplemente disfrutamos egoístamente de Lolita, para nuestra vergüenza hoy.

La ex entrenadora principal del Miami Seaquarium Marni Wood solía nadar y bucear en el tanque de Tokitae con la orca de 7,000 libras, que también se llamaba Lolita. La ballena murió en el Seaquarium el 18 de agosto de 2023.
La ex entrenadora principal del Miami Seaquarium Marni Wood solía nadar y bucear en el tanque de Tokitae con la orca de 7,000 libras, que también se llamaba Lolita. La ballena murió en el Seaquarium el 18 de agosto de 2023.

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Arrepentimiento

Qué cruel por nuestra parte haber mantenido cautiva a Lolita durante décadas para nuestra diversión. Me arrepiento de no haber abogado por ella.

Pero también es lamentable perder otro hito de Miami por culpa de la mala gestión, la falta de interés, la negligencia y, sin duda, también la codicia.

Porque, dada nuestra historia, ya podemos oler a los buitres públicos acaparando los valiosos terrenos frente al mar.

Al igual que ocurrió con el histórico estadio Orange Bowl en 2008, sospecho que se procederá a su demolición, y desaparecerá de nuestra vista otro hito de la memoria.

Solo nos quedarán los recuerdos inocentes de la infancia y, en mi caso, de la maternidad.

Casi al final de aquel día familiar en el Seaquarium, mi hija pequeña, cansada y malhumorada, solo quería que la llevara en brazos. Así lo hice, todo el camino hasta el auto, poniendo sus piernas alrededor de mi gran barriga. Cuando llegamos a casa y salí del auto, rompí fuentes.

Veintidós horas de un parto difícil que acabó en cesárea de urgencia después, nació mi tercera hija.

Es un pez en el agua, y una rescatadora de animales, y no se entristece en absoluto ver cerrar a los malos operadores.

Llegó el fin de una era, y esta vez es merecido.