El debate de la arepa divide a Venezuela y Colombia

Gustavo Zapata, chef de la cadena de restaurantes Sancho Paisa de Medellín, prepara varios tipos de arepas en el restaurante, en septiembre. (Federico Rios/The New York Times)
Gustavo Zapata, chef de la cadena de restaurantes Sancho Paisa de Medellín, prepara varios tipos de arepas en el restaurante, en septiembre. (Federico Rios/The New York Times)

Colombia y Venezuela mantienen una acalorada rivalidad desde hace mucho tiempo, no por política, migración o incluso fútbol, sino por la humilde arepa.

Esta delicia redonda de harina de maíz, alimento básico de ambos países sudamericanos, aparece en todas partes, desde los platos del desayuno hasta las meriendas nocturnas y está profundamente entretejida en el tejido de cada nación. Arraigada en la jerga cotidiana y la cultura popular, la arepa es mucho más que una comida.

Pero pregúntale a un colombiano o a un venezolano quién la hace mejor —o dónde se originó— y te verás atrapado en un enfrentamiento culinario que trasciende fronteras.

“Cada cual defiende su territorio”, afirmó Gustavo Zapata, de 39 años, chef de la cadena de restaurantes Sancho Paisa, conocido por sus tradicionales arepas colombianas en Medellín, la segunda ciudad más grande del país.

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El debate en torno a la arepa recuerda a otras batallas culinarias en el mundo. Peruanos y ecuatorianos se disputan el ceviche. Israelíes y libaneses han peleado por el hummus. Varios países norafricanos reclaman el cuscús como propio. Australianos y neozelandeses se han enfrentado a causa de la pavlova, un postre a base de merengue cubierto de fruta.

Pero las disputas culinarias también tienen un trasfondo serio. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, por ejemplo, ha intentado utilizar las arepas como punto de encuentro nacionalista, cuando no como herramienta política, alegando que la comida es exclusiva de su país. Y como millones de venezolanos han emigrado a lo largo de los años debido a la crisis económica y política del país, han llevado consigo su versión por todo el mundo, avivando aún más la gran batalla de la arepa.

“Yo pensaba que solo nosotros comíamos arepas”, dijo Jesús Sánchez, de 34 años, dueño de una cadena de restaurantes venezolanos en Medellín llamada Los chamos. Se dio cuenta de lo contrario cuando, hace 10 años, empezó a visitar Colombia. “Son muy diferentes”.

Las arepas se consumen hace miles de años, según calcula Ocarina Castillo, de 72 años, profesora de antropología que estudia la alimentación en la Universidad Central de Venezuela.

Cuando los conquistadores españoles exploraron el norte de América del Sur en los siglos XV y XVI, se encontraron con indígenas que comían estas tortas de maíz. Los españoles las adaptaron, dijo Castillo, y acabaron transformando la palabra erepa de la lengua de los cumanagoto, quienes vivían en lo que hoy es el norte y el este de Venezuela, en “arepa”. Otros grupos indígenas comían algo parecido, pero le daban otro nombre.

Hace siglos, dijo Castillo, no existían las fronteras que hoy conocemos y la gente se movía con fluidez.

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“Nosotros perdemos esa perspectiva”, dijo, “y por eso nos empeñamos a ponerle patria a la arepa”.

Colombia y Venezuela, que comparten historia y cultura y una frontera de 2200 kilómetros, han sido, en distintas ocasiones, aliados y rivales. (En la década de 1800, incluso fueron brevemente parte de la misma república, llamada la Gran Colombia).

Desde que Venezuela se deslizó hacia la autocracia bajo Maduro, aproximadamente una cuarta parte de su población se ha ido, casi ocho millones de personas desde 2014, según las Naciones Unidas.

De ellas, más de tres millones han ido a parar a Colombia, un país de 53 millones donde la mezcla cultural ha hecho que el debate por la arepa sea más actual que nunca.

En Colombia, las arepas suelen acompañar a algún alimento, como carne o sopa, y pueden llevar algo encima o, en ocasiones, un relleno. Pero en Venezuela se consideran una comida completa: grandes y con rellenos de distintos tipos: desde queso y plátano hasta carne. En Colombia, las arepas varían según la región, mientras que en Venezuela hay diversas variedades populares a nivel nacional.

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Luego está el asunto de la textura: las arepas colombianas tienden a ser más crujientes mientras que las venezolanas suelen ser más suaves. En Colombia, la gente suele comprar arepas de las tiendas mientras que eso sería un sacrilegio en Venezuela, ya que se acostumbra hacerlas en casa.

¿Otra diferencia?

“La arepa venezolana es hecha de harina de maíz y nosotros usamos el maíz propiamente”, dijo Andrés Giraldo Rueda, de 35 años y gerente de un restaurante Sancho Paisa en Medellín. “La harina de maíz es fácil de conservar y transportar, así que se la pueden llevar por todas partes”.

El restaurante de Giraldo, que también tiene una tienda, ofrece 14 tipos de arepas —maíz blanco, maíz amarillo, maíz tratado con cenizas, con queso en la mesa— y vende miles de ellas todos los días.

Una mañana reciente, prácticamente todos los clientes consumían una arepa, ya fuera con huevos o queso o chicharrón.

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La respuesta a quién va ganando la guerra de las arepas depende a quién le preguntes. Castillo, la profesora, dijo que Venezuela iba a la cabeza gracias a su amplia diáspora repartida por todo el mundo.

(Las arepas venezolanas incluso llegaron el año pasado a la Casa Blanca).

“¿Existen areperas colombianas afuera de Colombia?”, se preguntó Sánchez. Hace años se mudó a Medellín con su familia y empezaron a vender arepas venezolanas en un carrito en 2015 y el negocio prosperó hasta convertirse en cuatro restaurantes con 40 empleados, casi todos ellos venezolanos.

Juan Manuel Barrientos, de 41 años, un chef colombiano con dos estrellas Michelin y restaurantes en Colombia, Miami y Washington, dijo que la competencia estaba en empate debido a que su país estaba creciendo como destino turístico.

“Nosotros le hemos dado arepas a muchos turistas en los últimos 10, 15 años”, dijo.

(Las arepas colombianas incluso llegaron a la película de Disney Encanto).

Este año, no obstante, Maduro, el líder autoritario en el poder desde 2013, declaró un ganador: en un ingenioso video publicado en sus redes sociales, proclamó que la arepa es venezolana.

“Una cosa es que coman arepa, y deben comer arepa donde quieran”, dijo, “y otra cosa es que desconozcan que la arepa es made in…”. El público respondió: “Venezuela”.

Maduro dijo que su gobierno había empezado a preparar una solicitud a la UNESCO, la organización cultural de las Naciones Unidas, para que designaran a las arepas venezolanas como patrimonio cultural global.

En las redes sociales, la rivalidad por las arepas ha suscitado una fervorosa discusión, incontables videos e incluso ha sido motivo de chistes.

Angelo Colina, comediante venezolano, se convirtió en un éxito en las redes sociales en 2021 cuando escribió que en una oportunidad pensó que tenía covid porque la arepa que se estaba comiendo no sabía a nada. Bromeó que luego se dio cuenta de que el restaurante era colombiano lo que, como era de esperar, provocó encendidas reacciones.

“Los colombianos me rostearon y honestamente me lo merecía”, dijo después.

Hay un puesto de arepas, nada menos que en Rotterdam, Países Bajos, que tal vez sea la mejor ilustración de la actual competencia de arepas.

Diego Mendoza, el propietario, salió de Venezuela en 2015 en busca de mejores oportunidades gracias a su pasaporte español, que había obtenido debido a que su abuelo había emigrado de España.

Luego de un trabajo corporativo en Barcelona, luego en Polonia y más tarde en Rotterdam, Mendoza, de 32 años, extrañaba su casa y la comida venezolana. Así que empezó a preparar y vender arepas en mercados semanales al aire libre, y poco a poco perfeccionó la receta de su familia.

“Estamos en todos lados, pero también los colombianos”, dijo. “Pero justamente por todo lo que estamos pasando, la tragedia, le damos mucha más importancia a las arepas que los colombianos”.

En mayo de 2023, Mendoza abrió su local permanente, Erikucha Arepera, en un gran mercado popular de Rotterdam.

Dado que es más fácil visitar Colombia que Venezuela — y a pesar de que su puesto tiene una bandera venezolana en exhibición— dijo que muchos clientes neerlandeses se refieren a sus arepas como colombianas porque las reconocen gracias a sus viajes. Luego él les aclara que las arepas también son de Venezuela.

Mendoza, que tiene un tatuaje de una arepa en el brazo, con las estrellas de la bandera venezolana, no se molesta por la confusión ni por la rivalidad. No considera que algo tan delicioso deba ser divisorio. De hecho, debería ser motivo de unión.

“La verdad es que no importa si sea colombiano o lo que sea”, dijo. “Lo que sé es que la arepa debería ser del mundo.”


James Wagner cubre Latinoamérica, incluyendo deportes, radicado en Ciudad de México. Nicaragüense-estadounidense del área de Washington, su lengua materna es el español. Más de James Wagner

c. 2024 The New York Times Company

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