Debanhi Escobar: la mezcla de violencia, impunidad y machismo que acabó en tragedia

Debanhi Escobar. (Foto: Animal Político)
Debanhi Escobar. (Foto: Animal Político)

La muerte de Debanhi Escobar es la radiografía perfecta de un país destrozado. Desde el principio hasta el fin, el espanto no tiene límites. El hallazgo del cuerpo fue tan sólo la conclusión de 13 días repletos de los peores vicios de un país violentamente machista. Todas las piezas del rompecabezas encajan en la nefasta realidad que muchos todavía niegan, ignoran o matizan.

Como si emprender la búsqueda de una mujer desaparecida no fuera lo suficientemente tétrico, cinco cuerpos fueron hallados durante 13 días de búsqueda. Cuatro cuerpos que hubieran permanecido ocultos. El padre de Debanhi, Mario Escobar, se dijo decepcionado de la Fiscalía de Nuevo León, cuya explicación de los hechos ha provocado absoluta indignación: según las autoridades, Debanhi intentó volver a la quinta donde se realizaba la fiesta a la que había asistido y luego cayó en la cisterna del hotel Nueva Castilla, donde su cuerpo fue encontrado ayer.

La versión oficial ha traído a la conversación el caso de la niña Paulette, uno de los más escabrosos en la última época: fue encontrada a un costado de su cama, sitio revisado un sinfín de ocasiones por las autoridades. Doce años después, la realidad deja ver que nada ha cambiado en México. Al contrario, la violencia y la impunidad viven un apogeo absoluto del que nadie está a salvo. Si las autoridades no tienen la capacidad de realizar su trabajo, y además optan por reforzar discursos revictimizadores, ¿qué futuro le espera a un país con 23 mil mujeres desaparecidas?

Según el padre de Debanhi, la Fiscalía le mostró videos en las que su hija fue acosada por el taxista que debía llevarla a casa, y ese fue el motivo por el que ella decidió bajarse del carro. No quedan dudas de que todo el proceso está manchado del machismo que corroe a México: acoso, revictimización, opacidad y la violencia desenfrenada que llevó a descubrir los cincos cadáveres antes de encontrar el de Debanhi. Hecho tras hecho, el golpe de realidad resulta más doloroso: todo el sistema conspira para que este horror sea posible, para que la indefensión sea absoluta, y para que la indiferencia se convierta en el principal argumento de quienes tendrían que brindar soluciones, con Samuel García a la cabeza.

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Esta es la vida real. Aquí no hay likes ni stories que resuelvan problemas por arte magia. Samuel García ya había demostrado una incomprensión absoluta del país en el que vive. Lo hizo reiteradamente y con lujo de descaro, pero su cinismo fue tomado a la ligera. Ay, qué bobito es el tipo que nos quiere gobernar. Véanlo, hasta da ternura. No estaría mal darle una oportunidad. Total, todos nos roban, por lo menos que ahora nos robe alguien que nos haga reír.

Ahí están los frutos de endulzar la ignorancia de un político. Lo que hoy se vive es la consecuencia de la política entendida como reality show (o como videoblog, tanto da). Un gobernador que dice no haber visto ni la carpeta de investigación ni los videos, en una actitud de desdén que tiene como propósito quitarse responsabilidades y dejar todo en manos de la Fiscalía, cuya incapacidad ha quedado expuesta paso a paso. Sin ley ni autoridad, la desesperanza no puede ser más abrumadora.

¿Qué más tiene que pasar en un país asolado por la violencia machista? ¿Cuánto tiempo tendremos que seguir haciéndonos las mismas preguntas? La historia cambia de nombres y de lugares, pero la narrativa del terror se replica sin piedad. A pesar de todo, cruzar los brazos no es opción. Eso es lo que quisieran todos los responsables: frialdad y olvido. El remedio está en la presión, en reconvertir el miedo en ardor para reclamar lo que no tendría que ser un privilegio: existir sin el miedo respirando en el cuello a cada instante.

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