Darfur, la ‘otra Siria’ de la que nadie habla
En los últimos meses los conflictos en Siria, Afganistán o Irak han ocupado los titulares y la atención mediática internacional, pero en el mundo hay otras regiones y países que viven situaciones convulsas pese a la ceguera del mundo. Uno de estas regiones es Darfur, compuesta por tres estados federados en la parte occidental de Sudán, que hace más de una década se dio a conocer por la tremenda crisis humanitaria que se produjo.
El enfrentamiento entre los yanyauid, grupos árabes paramilitares, apoyados por el Gobierno del tiránico Omar Hassan al-Bashir, y varios grupos rebeldes negros que denunciaban que estaban siendo marginados política y económicamente en el país produjo el desplazamiento masivo de millones de personas.
Cooperantes llegan a Darfur en 2014 (AP).
Ahora, una década después la situación apenas ha cambiado y los primeros siguen ejerciendo una dura represión sobre los segundos mientras que la inacción paraliza al resto del mundo.
De hecho, se teme que la situación vuelva a ser insostenible tras una nueva escalada de la violencia por parte del Gobierno con el objetivo de acabar con las rebeliones y pacificar la región. Las estimaciones de Naciones Unidas mantienen que hay aproximadamente unos 2,5 millones de desplazados internos y unos 380.000 que se han terminado marchando a Chad.
El número de víctimas es imposible de determinar, ya que las autoridades sudanesas no permiten el acceso a investigadores a la zona, pero los expertos hablan de entre 300.000 y 750.000 Algunos gobiernos como el estadounidense incluso en su día hablaron de limpieza étnica, aunque la ONU no ha querido pronunciarse en estos términos.
El último choque entre los grupos se ha producido en enero del mes pasado en Jebel Marra y ha dejado unas 34.000 personas más desplazadas, la mayor parte de ellas mujeres y niños. Además el mayor problema es que los caminos hasta los campamentos de refugiados son arduos y duros, por lo que esta población es totalmente vulnerable a los ataques que se puedan producir por los yanyauid, apoyados por el Gobierno sudanés y fieles compañeros durante los ataques. Ni personal sanitario ni informadores pueden entrar en Jebel Marra, por lo que la impunidad es la que ha ido ganando espacio en el territorio.
La región de Jebel Marra, en Darfur (Wikimedia Commons).
Pero llegar a un campo de refugiados no significa ni mucho menos alcanzar la salvación, ya que los ataques contra ellos cada vez han sido más frecuentes en los últimos años, mostrando la intención de las autoridades. El segundo vicepresidente del país ya dijo que “en 2016 se iban a acabar los desplazamientos en Darfur” y parece que tiene la intención de cumplirlo a rajatabla, aunque para ello sea necesaria la violencia y el miedo a que se produzca el desmantelamiento de las instalaciones.
Pese a que Darfur fue reconocido por varios países como el primer genocidio del siglo XXI, lo cierto es que el programa conjunto de Naciones Unidas con la Unión Africana no ha sido capaz de acabar con la violencia étnica. Ni las sanciones, ni las presiones internacionales han servido para que al-Bashir detenga esta espiral de violencia.
Con el mundo con la vista fija en otros conflictos, parece complicado que el final del sufrimiento de la población negra de Darfur esté cerca. Mientras tanto, secuestros, asesinatos y apropiación de sus tierras son el día a día que les toca vivir.
Javier Taeño (@javiertaeno)