Daniel Hendler y Leo Maslíah ahora son los nuevos influencers uruguayos del teatro

Daniel Hendler y Leo Masliah harán Influencers, en El Picadero
Fabian Marelli

Si este proyecto cuando comenzó a pensarse y a idearse hubiese sabido el futuro que se avecinaba no lo hubiese podido creer. Daniel Hendler y Leo Maslíah, ambos uruguayos, comenzaron a trabajar en persona, cuando la peste no había atacado a la población mundial. Y luego siguieron por correo electrónico, por Zoom hasta que las condiciones volvieron a ser favorables y se reencontraron. Y se llegó a un puerto, uno trazado entre Montevideo y Buenos Aires, y mañana se podrá ver Influencers, por cuatro funciones (viernes 2 y 10, a las 22 y sábados 4 y 11, a las 20), en el Teatro Picadero.

“La acción de la obra transcurre en esta época y en esta parte del mundo –cuenta Leo Maslíah, el compositor, músico y escritor–. Se trata de dos tipos que planean realizar un espectáculo y van considerando distintos aspectos de su realización, a la vez que se ven acosados y condicionados por situaciones que se van produciendo a raíz del uso de los teléfonos celulares y de Internet para llevar a cabo los objetivos que se van proponiendo”.

Maslíah y Hendler llevan un largo recorrido de proyectos compartidos. “Leo fue uno de mis maestros y lo fue en todo sentido –repasa Hendler–. Primero como artista influenciador. Cuando tenía 15 años escuché en la radio dos temas de él que me volaron la cabeza. Y husmeando en la biblioteca de mi casa encontré dos libros de él y no lo podía creer. No era la literatura que nos habían enseñado en la escuela. Me sumergí en esos universos y empecé a escribir cuentos, e incluso me sumé a un taller de literatura que dictaba Leo en Montevideo. Después del taller tuvimos una serie de proyectos en común” agrega Hendler. “Luego, en 1999 o en 2000, un grupo de teatro del que él formaba parte me encargó la escritura de una obra para ellos, y la invitación incluía ocuparme de la dirección. La obra (Bulimia) se estrenó en 2000, en Montevideo y, después, en 2003 Daniel, que ya se había instalado en Buenos Aires, me ayudó a conseguir actores para representarla en uno de los espacios del Paseo La Plaza”, suma Maslíah. “Nunca perdimos el contacto. Mantuvimos una cercanía y nos cruzamos varias veces en Buquebus, yendo y viniendo, y en esas charlas surgió esta obra”, suma Hendler.

Aunque sucede en este tiempo y en esta zona rioplatense, la distopía ha arrasado al mundo del arte. El sálvese quien pueda llegó para quedarse, la era de los influencers también y Leo y Daniel no son ajenos a estas nuevas demandas del mercado, cada vez más dominado por inteligencias artificiales; sus principales armas de batalla son las apps de sus dispositivos electrónicos, que deben mantener actualizadas. Pero, no pueden descuidar sus especialidades, aquellas disciplinas que los distinguen del resto, sus herramientas artísticas. Así que mientras el mundo se vuelve cada vez más tirano y tecnológico, Maslíah continúa su derrotero musical y Hendler la pantomima.

“Los conflictos a los que se enfrentan los personajes son varios, y se dan a través de varias antinomias como la de los lenguajes artísticos tradicionales versus los formatos permitidos por los nuevos medios de comunicación, la identidad tradicional versus la virtual, la necesidad de difusión versus el peligro de ser invadido, espiado o plagiado, y otras”, aporta Maslíah. Es que parece ser que alguien se ha infiltrado en el proceso de la obra y está decidido a hackearla y sobre todo a arruinar la carrera de los dos artistas.

Maslíah se sentará al piano en algunos momentos, Hendler probará algo de pantomima, dialogarán. “Estos personajes están pensando en hacer un espectáculo juntos casi invadidos o regulados por inteligencias artificiales que no solamente los limitan, los atrapan o los formatean en su forma de pensar sino que además son una amenaza latente porque esas inteligencias artificiales están ahí rodeando, acechando constantemente. El mundo en el que viven todos son o quieren ser influencers. Podríamos decir que se trata de un costumbrismo fantástico”, agrega Hendler.

Los amigos Daniel Hendler y Leo Masliah se dan el gusto de trabajar juntos
Fabian Marelli


Los amigos Daniel Hendler y Leo Masliah se dan el gusto de trabajar juntos (Fabian Marelli/)

La obra no tiene un director o, más bien, tiene múltiples, más que una acefalía, dicen, con gracia, es una multifacelía. Junto a los asistentes de dirección, Gabo Baigorria y María Bentancur, Maslíah y Hendler fueron trazando las líneas de dirección aunque, quien sabe, la inteligencia artificial esté operando más de lo que uno piensa. Lo cierto es que gran parte del proceso creativo y de ensayos sucedió por Zoom así que las buenas y malas conexiones interfirieron y fueron por momentos personajes con sus conflictos propios.

“Son colegas en un mundo en el que cada uno lucha por su propio camino, si hay algo distópico en la obra es que la meritocracia está metida dentro de la cultura. Cada uno solo piensa en el rédito que va a sacar de su arte y el arte se vuelve totalmente mercantil y como parte de esta ola hiperproductiva en la que los contenidos se adaptan únicamente a los objetivos productivos”, dice Hendler atento a este momento tan particular para el arte, uno en el que las plataformas están empezando a gobernar las lógicas de producción, uno signado por artistas o influencers que tienen más seguidores en sus redes e incluso interactúan más con ellos. “Hoy en día creo que Buñuel, por citar un nombre, no podría haber filmado sus películas porque está muy evolucionado el sistema de predicción de la rentabilidad y para eso están muy acotadas las posibilidades de un artista de no prever el destino de su obra. Hay excepciones, pero creo que son obras que encuentran espacios residuales entre esos géneros. Es como si hubiera puertas para elegir y entre ellas se pueden acomodar algunas obras pero son adaptaciones y no escapes a esa lógica. De todos modos, se festejan esos espacios todavía. Es el juego que podemos jugar, y debemos entrar hoy. Ese caminito que antes no estaba armado permitía que alguien sin tener idea de lo que estaba haciendo se lanzara porque parte de su genio artístico era perseguir ideas sin saber hacia dónde lo conducían”, cuenta Hendler que de todos modos pudo trabajar en películas como El prófugo, de Natalia Meta, elegida como representante para ir a los premios Oscar y que escapa a casi todos los casilleros y etiquetas posibles. O en Así habló el cambista, dirigida por el uruguayo Federico Veiroj. Con ambos directores planea filmar en los próximos meses.

Ambos artistas vuelven a pisar escenarios, ahora en Buenos Aires, luego llegará el turno de Montevideo y ya han salido propuestas para hacer la obra en otras ciudades. “No hay sociedades sin artes”, agrega Maslíah. “El teatro como siempre es un espacio que termina salvaguardándose y ante las constantes premoniciones de su muerte siempre es el único que se mantiene vivo y coleante porque el teatro es eso y va a seguir siendo: el encuentro único que no puede ser reproducido ni multiplicado”, agrega Hendler y de alguna manera sí, al menos todavía, ese instante incapturable que es el teatro, ese aquí y ahora incapaz de reproducirse sigue siendo anárquico y un poco más indiferente y preservado de este mundo autoritario que impone la cantidad de seguidores y clics. Sigue siendo ese reservorio poético indomable.

Para agendar

Influencers

Viernes 3 y 10 de diciembre, a las 22 y sábados 4 y 11, a las 20, en Teatro El Picadero, Pasaje Discépolo 1857.

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