Dakar: una carrera que recuperó su naturaleza pero se alejó de la pasión en el camino

El recorrido del primer Dakar en Arabia Saudita y en Asia exploró los territorios del país más extenso de Medio Oriente. Los pilotos y sus tripulaciones anfrontaron un itinerario de casi 7900 kilómetros donde el paisaje dominante fue el desierto. Arenas, todo tipo de arenas, resultaron el eje de la competencia: el 75% del trazado tuvo esa superficie.

En esta temporada, el rally-raid más famoso del mundo se mudó de Sudamérica al desierto árabe. Se trató de un nuevo sendero para el Dakar, que se había trasladado hacia el Cono Sur en 2009 tras la suspensión del año anterior por amenazas terroristas en Mauritania. Este año, el desierto y las montañas fueron las características del terreno. "En la primera semana el trazado apareció muy divertido y técnico. Creo que en la segunda fue un poco más flojo. La organización aduce que tuvo poco tiempo para trabajarlo. Pero el balance general del acontecimiento es bueno. Me gustó mucho el lugar y considero que tiene futuro en el Dakar", explicó para la nacion el mendocino Orlando Terranova, que compitió con un Mini y finalizó sexto en la división autos.

De antemano, este Dakar despertaba curiosidad en los participantes, al ofrecer un nuevo país, una nueva cultura y un recorrido totalmente diferente al de Sudamérica. "Aquí cada día es una aventura nueva. Nunca hay dos días iguales. Aparte de la dificultad de las etapas en sí, del terreno, de los problemas que uno va encontrando, de la incertidumbre sobre si la mecánica aguantará, de la necesidad de no cometer errores y de no perderse, hay una serie de factores tan complicados que lo hacen muy, muy duro. He tenido el equipo ideal para acompañarme en esta aventura", valoró Fernando Alonso, que terminó 13º en su estreno en la carrera, a bordo de un Toyota. "Si vuelvo al Dakar será para ganarlo", advirtió el español, bicampeón de la Fórmula 1 (2005 y 2006, con Renault).

La propia competencia ya lo avisaba: el conjunto del rally ofrecería un amplio abanico de paisajes, cañones, dunas, montañas y cauces secos. Majestuosidad para la vista, y gran exigencia para el cuerpo y la máquina. "Es totalmente diferente a lo que vivimos en los últimos años. Fue muy lindo, casi todo muy desértico. En la primera semana el piso resultó duro, con piedras y muy veloz", apuntó el salteño Kevin Benavides (Honda), 19º en motos. Su hermano menor Luciano (KTM), 6º en la misma división, aporta otra mirada: "No esperaba una carrera tan rápida y peligrosa. Fue un recorrido nuevo para todos, muy extenso, pero lo disfruté mucho. Me encantó".

Cuando el mayor de los Benavides hace hincapié en las diferencias con Sudamérica también se refiere al color de la carrera, a la pasión del público. "En ese aspecto extrañé el calor de la gente, esa efervescencia tan nuestra. Hubo muy poca gente", explicó. Se suma la opinión del chaqueño Carlos Verza, piloto de cuatriciclos: "Noté un país de un movimiento enorme, constante, y de un poder económico fuertísimo. Pero prácticamente no vimos a espectadores disfrutar la competencia".

El Dakar recuperó su naturaleza extrema en el ámbito de la resistencia. Y en cierta forma, también, la organización pretendió igualar las posibilidades deportivas e instrumentó una serie de medidas para reducir las ventajas de las que se benefician las estructuras profesionales respecto a los corredores amateurs. Un ejemplo: en varias etapas el roadbook (la hoja de ruta) fue entregado por la mañana, muy poco antes de la salida, lo que permitió emparejar las fuerzas en cuanto a navegación. "Esa fue una sorpresa agradable", coincidieron varios protagonistas. "La experiencia fue espectacular. Arabia Saudita tiene un terreno muy productivo para esta carrera. La hoja de ruta de cada día fue muy buena", añade Verza, que compite sin asistencia.

En líneas generales, los pilotos aprobaron el nuevo Dakar. Cuentan que, en cierta medida, se recuperó la esencia de aquel rally extremo que comenzó a fines de los setentas. La nota triste de la carrera resultó el fallecimiento del portugués Paulo Gonçalves, de 40 años, que murió en la séptima etapa luego de sufrir una caída de su moto.