El cubo de palomitas de ‘Duna’ y la edad de oro de la mercadotecnia en el cine

El cubo de palomitas que AMC Theaters vende para promocionar “Duna: Parte dos”, en Nueva York, el 27 de febrero de 2024. (Tony Cenicola/The New York Times)
El cubo de palomitas que AMC Theaters vende para promocionar “Duna: Parte dos”, en Nueva York, el 27 de febrero de 2024. (Tony Cenicola/The New York Times)

Cuando me topé por primera vez con la imagen del cubo de palomitas que AMC Theaters está vendiendo para promocionar “Duna: Parte dos”, de Denis Villeneuve, la miré fijamente por un momento intentando procesar lo que estaba viendo. Se supone que el objeto representa un gusano de arena gigantesco, las bestias que se deslizan bajo el planeta desértico de Arrakis. Encima del recipiente normal hay una tapa que representa el cuerpo cilíndrico de la criatura que emerge del suelo. La apertura por la que se supone que se debe meter la mano para agarrar algunas palomitas tiene la forma de las fauces del gusano, con sus dientes en forma de tentáculos, que en este caso son de plástico. El cubo tiene un diseño intrincado, pero parece, ¿cómo decirlo?, especialmente anatómico —por decirlo amablemente— y algo difícil de usar para llevarte golosinas a la boca.

El cubo de palomitas de “Duna” se ha vuelto un auténtico minifenómeno. Se le ha pedido al reparto y al equipo de la película que comenten sobre el tema y Villeneuve incluso le dijo de una forma encantadora a The New York Times: “Cuando lo vi, dije: ‘¿Qué es eso?’”. Hubo un “sketch” de “Saturday Night Live” que rimaba “cubo” con una frase que no se puede imprimir aquí. Sin embargo, mientras más comentarios veía sobre el cubo, más ganas tenía de poseerlo. (Y no, no para lo que crees. No seas malpensado, por favor). Como aficionada al cine y su parafernalia, empecé a sentir la necesidad de tener en mi casa este objeto de recuerdo hilarantemente provocativo.

El cubo, tanto por su rareza pura como por la forma en que se ha convertido en un momento cultural, me recordó a una época anterior de objetos de colección, de productos licenciados como aquellas tazas de McDonald’s de “Batman eternamente” con versiones mal dibujadas del Acertijo de Jim Carrey que parecían un pilar de las alacenas de los años noventa. Sin embargo, también evoca las desventuras de la mercadotecnia de antaño que parecían demasiado raras para ser verdad, cosas que son tan desagradables a un nivel involuntario que también son algo sorprendentes. Por ejemplo, la paleta de Jar Jar Binks en la que la boca del alienígena gungan se abre para revelar una lengua de caramelo que en teoría debes chupar. Asqueroso, por decir lo menos.

Incluso hay una historia de esto con la propia “Duna”. En 1984, cuando se estrenó la versión de David Lynch de la epopeya de Frank Herbert, se podía comprar una figura de acción del gusano de arena que, una vez más, tenía una forma fálica inquietante. (Hay una en eBay si estás dispuesto a pagar por ella).

No solo me da nostalgia lo desagradable. El reciente frenesí me recordó lo que solía anhelar cuando era una pequeña aficionada que empezaba a tener una fijación con el cine. Mi principal obsesión fue la trilogía de “El señor de los anillos” de Peter Jackson, así que cuando Burger King lanzó una línea de cálices luminosos con los rostros de personajes como Aragorn y Arwen grabados en los costados, supe que los necesitaba. (También tuve otras piezas de cristalería temática de “El señor de los anillos”, incluidas tazas que revelaban la inscripción del Anillo de Poder cuando las llenabas de líquido caliente. Estoy casi segura de que todavía están en casa de mis padres).

Mientras pensaba en el legado potencial del cubo de palomitas de “Duna”, llamé a mi amigo Griffin Newman, actor y obsesivo de los artículos promocionales. En su pódcast de cine “Blank Check With Griffin & David”, suele salirse por la tangente sobre misceláneas como el juego de cartas coleccionables de Austin Powers (con cartas como Mini-Me vestido con ropa cuasi futurista). Newman describió el cubo de “Duna” como “ingenioso” porque incentiva a la gente a ir al cine. “Existe una especie de alquimia mágica cuando tienes algo por lo que todo el mundo tiene una fascinación perversa”, agregó.

El cubo de palomitas que AMC Theaters vende para promocionar “Duna: Parte dos”, en Nueva York, el 27 de febrero de 2024. (Tony Cenicola/The New York Times)
El cubo de palomitas que AMC Theaters vende para promocionar “Duna: Parte dos”, en Nueva York, el 27 de febrero de 2024. (Tony Cenicola/The New York Times)

El cubo de “Duna” llega después de una serie de contenedores que AMC lanzó para otros éxitos de taquilla, entre ellos los que tienen la forma de las cabezas enmascaradas de Miles Morales y Gwen Stacy para “Spider-Man: A través del Spider-Verso” y los libros del mal para la nueva versión de “Chicas pesadas”. En diciembre, tomé uno relacionado con “Top Gun: Maverick”, hecho para parecerse al exterior de un avión, que regalaban en mi cine local. Era un poco menos elaborado, pero me gustó la película, así que pensé: “¿Por qué no?”. Quizá el más deseado fue el Corvette de “Barbie”. No es muy bueno para guardar palomitas, pues se desparraman por los lados, pero tiene un parecido asombroso con un elegante auto de Barbie.

Los cubos de palomitas no son la única mercancía que circula estos días. También hay un lado de élite, gracias a la distribuidora A24, que vende guantes con dedos de salchicha de 36 dólares en homenaje a la ganadora de la mejor película “Todo en todas partes al mismo tiempo” y un collar de diseño de 400 dólares relacionado con “Priscilla” de Sofia Coppola. No obstante, A24 al menos también sabe apreciar lo rocambolesco: su división editorial publicó el libro “For Promotional Use Only”, un catálogo de mercancía de 1975 a 2005 que incluye tesoros maravillosos, como una linterna de “Godzilla” (1998), de Roland Emmerich, cuya luz sale de la boca de Godzilla. (Al parecer, también rugía).

Es fácil ser cínico con todo esto. Después de todo, los cubos de palomitas de “Duna” tan solo son una forma de aumentar las ventas de golosinas que de por sí son caras y es probable que la mayoría de estos recipientes voluminosos acaben en los vertederos cuando sus compradores decidan que en realidad no necesitan una representación de Shai-Hulud que impresione a la gente. Sin embargo, algunos entusiastas sin duda conservarán estos tótems maravillosamente extraños de su afecto por una experiencia cinematográfica única en su tipo. Incluso Villeneuve reconoció que el cubo “provocó muchas risas y alegría”. Dentro de veinte años, cuando alguien diga: “¿Recuerdas esos incómodos cubos de palomitas de ‘Duna’?”, los fanáticos del cine responderemos: “¡Claro que sí!”.

c.2024 The New York Times Company