Cuba les llama ‘terroristas’. Estos exiliados en Miami tienen motivos para estar orgullosos | Opinión

Los interesados en la política cubano-estadounidense tendrán que esperar hasta 2024 para saber más sobre la supuesta labor de espionaje de Víctor Manuel Rocha a favor del régimen comunista. Dos audiencias recientes en el tribunal federal de Miami fueron aplazadas hasta enero.

Rocha, de 73 años, está acusado de espiar para el gobierno cubano. Aunque todavía no ha sido acusado de espionaje, ha sido detenido por actuar presuntamente como agente extranjero mientras vivía en la comunidad cubana de Miami.

Aunque Rocha no ha sido declarado culpable de nada, Cuba ya está enfadada.

Una audiencia judicial es una oportunidad para que conozcamos algunos detalles sobre la información que Rocha, un ex diplomático estadounidense asignado en su día a la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana, y que se retiró a Miami, pasó al gobierno de la nación isleña.

¿Qué tareas cumplió entre nosotros para sus superiores cubanos? ¿Y hasta qué punto se infiltró en la comunidad cubana del exilio entre 1981 y la actualidad?

Enfrenta cargos

Rocha fue puesto bajo custodia bajo cargos de conspiración para actuar como agente extranjero con el fin de defraudar a Estados Unidos, de actuar como agente ilegal de un gobierno extranjero y de usar un pasaporte obtenido mediante una declaración falsa.

El año 1996 fue crucial para el supuesto trabajo encubierto de Rocha Como analista de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana en aquella época, se dice que Rocha ayudó a formular la respuesta de la administración de Clinton tras el derribo de dos aviones de Hermanos al Rescate. La administración de Clinton hizo poco por vengar las vidas de los cuatro aviadores de Miami que murieron cuando MiG cubanos derribaron sus aviones en aguas internacionales.

Si se hizo siguiendo el consejo de Rocha, entonces el peso de Estados Unidos se vio socavado, por desgracia.

Al mismo tiempo que Rocha trabajaba en La Habana, Ana Belén Montes, analista y –confirmada– espía cubana trabajaba en el Departamento de Estado, ayudando también en la respuesta estadounidense al derribo. Es aterradora la influencia que tuvo Cuba.

Rocha está lejos de ser el primer presunto agente cubano capturado en Miami desde la Revolución Cubana de 1959, pero parece ser uno de los que más tiempo lleva en servicio.

Su arresto conmocionó a muchos en la comunidad de inteligencia, desde Miami hasta Washington, y también a líderes y políticos locales que almorzaron con él, creyendo que era un conservador anticomunista al que le gustaba Donald Trump, como a muchos exiliados cubanos en Miami.

Después de todo, el trabajo de Rocha era encajar en la comunidad de exiliados.

Cuba respondió al arresto de Rocha arremetiendo una vez más contra su inclusión en la lista del gobierno de Estados Unidos de naciones que patrocinan el terrorismo. Cuba quiere salir de la lista, por supuesto.

Como un niño petulante, Cuba publicó su propia lista, no de espías sino de “terroristas” buscados, que incluye los nombres de conocidos activistas cubanos afincados en Miami, personalidades de los medios y personas influyentes críticas con el régimen. Fue la primera vez que Cuba hacía pública una lista de este tipo.

Algunos exiliados consideran que figurar en la lista de enemigos del gobierno cubano es algo de lo que pueden sentirse orgullosos, y así debería ser.

Un ‘honor’

Entre ellos está Ninoska Pérez Castellón, locutora de radio en español y activista anticastrista de La Nueva Poderosa 670 AM WWFE Miami.

“Estar en la lista es una confirmación de que mi trabajo ha sido eficaz en la denuncia de las atrocidades del brutal régimen cubano. El gobierno cubano lo hizo oficial esta vez”, dijo a la Junta Editorial.

Orlando Gutiérrez Boronat, escritor, portavoz del Directorio Democrático Cubano y miembro de la Asamblea de la Resistencia Cubana, se hizo eco de los sentimientos de Pérez, dijo a la Junta.

“Me siento honrado de estar en esta lista porque nos demuestra la eficacia de nuestro activismo y apoyo internacional a los activistas por la libertad interna de Cuba”, dijo, y pidió a Estados Unidos que denuncie el cebo de Cuba contra los exiliados. “La administración de Biden debería tomar medidas contra este uso sistemático del acoso, las amenazas, las acusaciones e incluso las agresiones físicas emprendidas por la dictadura de La Habana contra ciudadanos estadounidenses en este país y en este hemisferio”.

Gutiérrez, que escribe una columna ocasional para el Nuevo Herald, dice que la “lista de terroristas” de Cuba se distribuye a sus países amigos. Cuando viajan a esos países, sus nombres a veces aparecen durante los controles de seguridad, lo que provoca interrogatorios a nombre del gobierno cubano.

La verdad es que durante décadas, los exiliados cubanos que lucharon contra el opresivo régimen comunista de Cuba han sido etiquetados como terroristas por los funcionarios de La Habana.

Pérez y Gutiérrez deben ser elogiados por hacer frente a Cuba y su acoso.

Aunque el gobierno cubano trata de presentar a estos exiliados como radicales peligrosos, la realidad es que luchan por una Cuba libre. Se niegan a permanecer impasibles mientras su patria está gobernada por un régimen brutal que ha encarcelado o asesinado a innumerables cubanos inocentes durante las últimas seis décadas, por no mencionar que ha enviado a un millón al exilio.

Ser llamado “terrorista” –que usa la palabra y la voluntad de luchar– por la dictadura cubana no es nada de lo que avergonzarse. Más bien, es una insignia de honor.