Cuatro conclusiones del discurso del Estado de la Unión

La representante Marjorie Taylor Greene (republicana de Georgia) le grita al presidente Joe Biden mientras el mandatario pronuncia el discurso del Estado de la Unión en el Capitolio de Estados Unidos en Washington, el jueves 7 de marzo de 2024. (Doug Mills/The New York Times)
La representante Marjorie Taylor Greene (republicana de Georgia) le grita al presidente Joe Biden mientras el mandatario pronuncia el discurso del Estado de la Unión en el Capitolio de Estados Unidos en Washington, el jueves 7 de marzo de 2024. (Doug Mills/The New York Times)

WASHINGTON — El presidente Joe Biden pronunció un discurso vigoroso y apasionado que fue tanto un arranque de campaña como un Estado de la Unión, en el que aprovechó una audiencia considerada como una de sus mayores del año para argumentar con firmeza que está en condiciones para permanecer otros cuatro años.

Pocas veces se ha percibido a Biden como un orador audaz. Sin embargo, el jueves llegó al Capitolio con el beneficio de unas expectativas que por fortuna eran bajas después de los ataques implacables de los republicanos hacia su estado físico y mental.

No fue el típico discurso del Estado de la Unión, pues suelen ser una lista interminable de logros y un conjunto igual de largo de promesas. En vez de eso, Biden enmarcó el año, tal y como lo querían sus asesores, como una dura elección entre dos candidatos.

Abrió con Donald Trump. Cerró con Trump. Y, en medio, provocó y se burló de los legisladores republicanos presentes en la cámara, quienes protestaron y abuchearon, mordiendo con facilidad el anzuelo, e incluso el prendedor de una persona. Al final ganó puntos políticos.

A continuación, cuatro conclusiones del pasional discurso de Biden sobre el Estado de la Unión en el año electoral:

Un discurso enérgico que buscaba combatir la idea de que Biden es demasiado viejo.

Desde la izquierda, el presidente de la Corte Suprema, John Roberts; la magistrada Sonia Sotomayor; la magistrada Elena Kagan; el magistrado Neil Gorsuch, y el magistrado Brett Kavanaugh llegan antes de que el presidente Joe Biden pronuncie el discurso sobre el Estado de la Unión en una sesión conjunta del Congreso en Washington, el jueves 7 de marzo de 2024. (Doug Mills/The New York Times)

Biden llegó al discurso del jueves con la determinación de aprovechar el momento de alto perfil para rechazar las acusaciones de que es demasiado viejo para un segundo mandato.

Pronunció comentarios pendencieros, casi a gritos, en un esfuerzo por mostrar energía y vitalidad. Discutió varias veces con los republicanos presentes en la cámara, desviándose de las palabras que había preparado para improvisar sus réplicas. Y, cuando se acercaba al final de su discurso, el presidente bromeó sobre su edad.

“Sé que tal vez no lo parezca, pero llevo tiempo en esto”, mencionó el comandante en jefe de 81 años entre risas en la cámara. “Y, cuando llegas a mi edad, ciertas cosas se ven más claras que nunca”.

Si su misión principal era evitar una pifia que alimentara las inquietudes en torno a su edad que han expresado amplias mayorías de ambos partidos en múltiples encuestas, lo logró. No obstante, a pesar de que su actuación fue más vivaz de lo que suele mostrar, es poco probable que apacigüe las preocupaciones, en especial de los republicanos, cuyo cuestionamiento sobre la competencia de Biden ha sido una pieza central de su estrategia para 2024.

La mañana del Estado de la Unión comenzó con un anuncio del super PAC de Trump que cuestionaba si Biden iba a vivir hasta 2029. Por la tarde, Donald Trump Jr. publicó en redes sociales que Biden parecía “un cadáver reanimado”.

Biden se apoyó en repetidas ocasiones en una frase en particular: “Mi predecesor”.

Biden no mencionó a Trump por su nombre, pero no dejó lugar a dudas de sobre quién estaba hablando y contra quién estaba compitiendo.

El presidente delineó visiones muy divergentes de Estados Unidos —su gobierno y su papel en el mundo— con “mi predecesor”, frase que utilizó por primera vez poco antes de que se cumplieran cinco minutos de discurso.

La utilizó una y otra vez. Citó el comentario de Trump en el que animó al presidente de Rusia, Vladimir Putin, a hacer “lo que le diera la gana” en Europa y lo calificó de “indignante, peligroso” e “inaceptable”.

Habló de cómo “mi predecesor” había intentado reescribir la historia de los disturbios en el Capitolio ocurridos el 6 de enero de 2021, de cómo “mi predecesor” no se había preocupado cuando la pandemia empezó a hacer estragos en la nación hace casi exactamente cuatro años, de cómo “mi predecesor” había hecho poco para combatir a China y de cómo “mi predecesor” no había actuado contra la violencia armada.

La estructura de estos discursos es muy intencionada. Y todos estos contrastes con Trump llegaron antes de que Biden recitara sus propios logros o antes de que hablara de propuestas nuevas para el resto de este año o un segundo mandato.

Más tarde —en un momento que no era parte de su discurso— le habló directamente a Trump. “Si mi predecesor está mirando”, dijo Biden, antes de instar al expresidente a unirse a él para respaldar el fallido proyecto de ley fronteriza bipartidista que Trump ayudó a hundir.

El enfoque fue una señal de cuán político había sido el discurso del presidente y cuán central es Trump para el futuro político del propio Biden.

Pareció disfrutar una secuela de las interrupciones del Partido Republicano el año pasado.

Algunos momentos del discurso de Biden evocaron el que pronunció hace un año, cuando respondió a las interrupciones de los legisladores republicanos con réplicas rápidas que le valieron altas calificaciones por su agilidad.

El jueves lo volvió a hacer, al enfrentarse a los republicanos en el tema de los recortes fiscales y la inmigración, entre otras cosas. En una ocasión, la representante Marjorie Taylor Greene, republicana de Georgia, gritó durante el discurso que el hijo de Biden debía pagar sus impuestos.

En cierto momento, Biden levantó un broche que Greene había repartido antes del discurso en el que lo instaba a revelar el nombre de la estudiante de enfermería de Georgia que había sido asesinada. Un inmigrante venezolano ha sido acusado de su asesinato.

Biden levantó el broche y declaró: “Una joven inocente que asesinó un ilegal”, un término que muchos demócratas han desechado.

Biden y sus asesores habían preparado —de hecho, estaban ansiosos para que se diera— una interacción con los legisladores republicanos. Apuestan a que la gente está buscando a un luchador y alguien que todavía tenga la energía para enfrentarse a sus rivales, a nivel político y en la escena mundial.

Hacer eso puede ser complicado. En algunas de sus conferencias de prensa, ha dado la impresión de estar más enojado que resuelto. En otros momentos, ha lucido débil o ha parecido como si hablara demasiado bajo, lo cual ha provocado que algunos de sus partidarios desearan que pusiera más energía en ser más asertivo.

El jueves por la noche, con la ayuda de los republicanos, evitó ambos extremos. Terminó el discurso de 68 minutos con un final incluso más estruendoso que arrancó la habitual ovación de pie de los demócratas.

El aborto se convirtió en un tema aún más importante para Biden.

Este discurso del Estado de la Unión fue el segundo de Biden desde que se revocó el caso Roe vs. Wade. Sin embargo, el mandatario le dedicó mucho más tiempo al aborto que las 72 palabras que pronunció sobre el tema en 2023. De hecho, su predicción de que el “poder de las mujeres” deberá manifestarse en 2024 a causa del aborto fue el primer fragmento que la Casa Blanca había hecho público antes del discurso.

El jueves, Biden habló de victorias demócratas en 2022 y 2023 desde que la Corte Suprema revocó Roe e hizo una predicción.

“Volveremos a ganar en 2024”, dijo, gracias al aborto. Fue un llamado político explícito a las armas en los pasillos del gobierno. El discurso mismo también sirvió como mapa de los principales temas en los que Biden está basando su candidatura, incluida la democracia.

“Dios mío, ¿qué libertades van a quitar ahora?”, cuestionó Biden.

La centralidad de la “libertad reproductiva”, como suele expresarla Biden, no solo quedó clara en su discurso, sino también en los invitados al palco de la Casa Blanca. Entre ellos había una mujer de Texas que tuvo que salir de su estado para abortar y salvar su propia vida y una mujer de Alabama que tenía programado tratamientos de fertilidad cuando la Corte Suprema de Alabama prohibió la fecundación in vitro en ese estado.

Por ahora, la realidad es que la agenda demócrata está más a la defensiva de una posible acción republicana sobre el aborto. El presidente puede hacer poco por el derecho al aborto, de ahí que su promesa de “restaurar” Roe vs. Wade fuera redactada con tanto cuidado para incluir la atenuante de que lo haría “si” los votantes también eligen un Congreso que pueda aprobar esa legislación.

c.2024 The New York Times Company