Cuarentena de superacción: diez títulos a pura adrenalina para volver a ver

En esa trampa que supone la categorización del cine por géneros (se sabe que ninguna película responde a uno solo) el caso del "cine de acción" es uno de los más escurridizos. A nivel conceptual, no tan abstracto, todas las películas tienen "acción", pero hay ciertos rasgos narrativos que parecen nuclear ciertas historias bajo este rótulo. Lo primero es saber que proponen un contrato de lectura que, muchas veces, tiene que ver más con la fantasía que con la "realidad". Puede explotar una bomba a un metro de distancia del héroe, que éste seguirá caminando como si nada (en la vida real, como en Vivir al límite, de Kathryn Bigelow, lo que mata es la onda expansiva). No es inverosímil que ninguno de los terroristas que intentan acabar con John McClane, en Duro de matar, tenga buena puntería: es el contrato de lectura para quienes saben las convenciones del género.

Kung-Fusión (2004)

La Pandilla del Hacha, un montón de mafiosos vestidos con trajes, amenaza a los residentes de un pueblo de bajos recursos. En el momento de mayor tensión, tres aldeanos se descubren como maestros marciales y empiezan, con puños y elementos decorativos de las tiendas, a cargarse a decenas de villanos. La secuencia resume el espíritu de la película que oscila entre la fantasía y la comedia todo el tiempo: hay carreras que parecen calcadas de un episodio de Looney Tunes, y enemigos que pelean usando el chi como si se tratara de algún animé japonés. El cine de artes marciales es todo un subgénero en sí mismo desde que Bruce Leelo popularizó a nivel internacional con Operación Dragón, en 1973. Pero Stephen Chow (que venía del éxito de Shaolin Soccer, una película sobre fútbol y kung-fu) se anima a ir un paso más allá y contar una historia ficticia local, que transcurre en Shanghai en 1930, subvirtiendo las expectativas de una audiencia cosmopolita que conoce al wuxia pian a través del cine antes que de la literatura milenaria. La película no esconde los efectos visuales por computadora, que para esa época ya eran evidentes en las secuelas de Matrix, sino que los usa como recursos humorísticos, mezclados con movimientos (im)posibles filmados en locaciones reales. Tampoco desconoce su historia: Yuen Wah, el actor que interpreta al malo, era el doble de riesgo de Bruce Lee. Disponible en Netflix

El perfecto asesino (1994)

Mucho antes de que Búsqueda implacable confirmara que Hollywood no tenía el monopolio de los directores que saben dirigir acción, llegó Luc Besson con El perfecto asesino, la historia de una chica de doce años que, luego de perder a toda su familia, se convierte en la protegida de un asesino profesional. Es otra película de parejas desparejas, pero la gracia está en la relación que establecen entre los dos: Mathilda se enamora del asesino frío, emocionalmente reprimido y recio, que no sabe muy bien cómo lidiar con la situación. En esta fábula que relee algunos conceptos de Taxi Driver, Jean Reno dejó que Natalie Portman (debut excelso en el cine con apenas once años) se apoderara de las escenas emocionales que comparten en pantalla, según sus propias palabras su personaje es "jamás se aprovecharía de una joven vulnerable y, aunque tienen una conexión muy profunda pero extraña, jamás concebiría una relación física". En la vereda opuesta a los antihéroes está Gary Oldman como el policía drogadicto Stansfield. Oldman improvisó algunos de sus momentos más memorables, como cuando "olfatea" a un vecino del edificio donde vive Mathilda, o el grito con el que pide que traigan a todos para ser interrogados. Disponible en Netflix

El origen (2010)

Alguien podría señalar que los sueños, para Christopher Nolan, implican un montón de personas de traje disparando, como si hubiesen escapado de alguna película de Jean-Pierre Melville, y no estaría tan equivocado. No es una película onírica de David Lynch: es más bien una mezcla entre las películas de atracos (como El círculo rojo) y las de espías tipo James Bond, solo que lo ladrones se meten en el subconsciente de las víctimas como un aparato que parece escapado de Matrix. Las referencias no son aleatorias: el tercer acto de la película es un gran homenaje a Al servicio secreto de su Majestad, una de las películas menos populares de 007, que es la favorita de varios directores, como Steven Soderbergh y el mismísimo Nolan. Heredero de una escuela que encuentra en los efectos digitales por computadora una herramienta para ocultar de forma sutil, muchas de las escenas más memorables están filmadas en sets reales. Joseph Gordon-Levitt pelea sin gravedad y para esa única escena construyeron un pasillo como el de la habitación en la que bailaba Fred Astaire en Boda real, el musical de 1951. Hay mucho diálogo que explica (y recuerda) todo el funcionamiento y las reglas de este mundo. La música de Hans Zimmer, el plano final y la idea que propone (donde los ladrones forman un equipo que transmite ideas, no muy distinto al de los que hacen cine) conforman lo que ya es un clásico moderno. Disponible en Netflix y Qubit

Mad Max: Furia en el camino (2015)

Se puede ver el detrás de escena de Mad Max: Furia en el camino con el mismo nivel de adrenalina y tensión con el que se contempla la película. Las escenas que tuvieron que filmar los dobles de "riesgo" elevan esa palabra a su máxima expresión: George Miller las dirigió con 70 años. Basta ver cuatro minutos del making-of para entender por qué esta película continúa siendo uno de los máximos exponentes del género, sin importar la época. Clase magistral no solo de stunts, sino también varios rubros técnicos (la manera de contar historias a través del diseño de producción y vestuario) y también de montaje: la película fue editada usando temp-music (música temporal que no es la que necesariamente acompaña el producto definitivo) para lograr un ritmo impecable entre los cortes, tambores, explosiones y guitarras eléctricas que acompañan un viaje desquiciado a través del desierto. Como si fuera una remake de los mejores momentos de Mad Max 2, sin Mel Gibson con ropa de cuero, el mundo posapocalíptico del delirio ofrece acrobacias estilo Cirque Du Soleil sobre ruedas. En este universo devastado y dominado por hombres le verdadera estrella es Furiosa, Charlize Theron, la mujer que une fuerzas para escapar de la tiranía patriarcal. Disponible en Qubit

Scott Pilgrim vs. los ex de la chica de sus sueños (2010)

Edgar Wright es un amante del cine de acción. Rindió homenaje al cine de los noventa (y, en especial, a Punto límite) con Arma fatal (2007). Una buddie movie con Simon Pegg y Nick Frost, sus actores fetiche, que deconstruye y parodia, con afecto, los clichés que dominaron gran parte del cine "de tiros" de esa década, pero recontextualizándolos en un pueblito inglés. También lo hizo con Baby: El aprendiz del crimen, a base de música y mucho ritmo tongue-in-cheek, mirando atento al cine de Walter Hill y toda persecución sobre ruedas de los años 70. En Scott Pilgrim hay referencias sutiles o explícitas al cine pop de los 2000, que Wright enhebra con dos universos muy distintos, como el de los cómics y el cine. Aunque la película no viene del universo de los videojuegos, sí reconstruye muchas de sus características y estructuras. Michael Cera es un adolescente que tiene que derrotar a siete "jefes" que son los ex de Ramona Flowers, el personaje de Mary Elizabeth Winstead. Hay muchos colores, guiños, y apariciones de actores que luego conquistarían las películas de superhéroes: Brie Larson, Brandon Routh y Chris Evans, entre otros. Disponible en Netflix

Los siete samurái (1954)

Se unieron los cowboys en Los siete magníficos, los forajidos de La pandilla salvaje y los superhéroes de Marvel en Los vengadores. Pero la obra maestra de Akira Kurosawa fue la que inició el movimiento de personalidades que parecen tener más en contra que a favor, para salvar a la ciudad de turno. El cine de Kurosawa, no es secreto, inspiró a los maestros de Hollywood y reinventó subgéneros. Sergio Leone releyó al roninYojimbo en clave de spaghetti western mientras que George Lucas tomó las ideas de La fortaleza escondida para llevarla a una galaxia muy, muy lejana, en Star Wars. Aquí, la trama sigue a un pueblo azotado por la crueldad de unos bandidos. Como los aldeanos no pueden defenderse solos, deciden contratar a un grupo de samuráis para que, llegado el momento, luchen por ellos. El crítico de cine Noël Burch señalaba que el trabajo que acepta el grupo, con más riesgos que beneficios, refleja la "perseverancia y las obligaciones sociales con las que los ciudadanos japoneses encaran las rutinas diarias". La película es épica y no solo en su duración (casi cuatro horas de metraje): Kurosawa nunca pierde de vista a los protagonistas, otorgándoles sus momentos para brillar, en el fragor de la batalla o bajo la lluvia. Disponible en Qubit

Colateral: lugar y tiempo equivocado (2004)

Entre Fuego contra fuego y la remake para cine de División Miami,Michael Mann dirigió este relato sobre un taxista de Los Ángeles en una noche de trabajo. Las características esenciales del estilo del director de El informante están a la orden del día: hombres de trajes, ciudades nocturnas y una edición de sonido envidiable (no solo por los disparos en sí, sino también por la selección musical que acompaña la película). Tom Cruise es el demonio blanco que respira en la nuca de Jamie Foxx, el tolerante y pacífico chofer que tiene que manejar para un asesino profesional, como si fuera una versión retorcida de Conduciendo a Miss Daisy. Al mismo tiempo que es una película sobre la alienación en la ciudad de Los Ángeles, también es una confrontación de estilos, no solo entre los actores, sino entre dos personajes que, de alguna manera, se reconocen víctimas del sistema: Max sueña con progresar pero sabe que la frustración está esperando subir a su vida a la vuelta de la esquina. Vincent, el sicario, es un nihilista que quiere escapar de la ciudad donde todos son indiferentes: aún cuando hay un tiroteo impresionante en algún club nocturno. Disponible en Flow

Drive: acción a máxima velocidad (2011)

Que una película sea de acción no significa que tenga explosiones, disparos y persecuciones en demasía. Drive es una película independiente que sugiere más de lo que muestra (que no es abundante y está espaciado a lo largo de la película). Tampoco tiene un ritmo frenético, sino más bien pausado, como si Ryan Gosling evocara el espíritu taciturno de Alain Delon de Le samouraï y Lee Marvin en A quemarropa. Parece un personaje unidimensional que solo conduce delincuentes, antes y después, de dar los golpes. Nunca durante: él se pierde la acción. Pero lo que no se ve se gana en tensión, porque la cámara de Nicolas Winding Refn acompaña el punto de vista del personaje en casi todo momento. Como Edgar Wright, el director tiene oído musical y acompaña a la película son sonidos de sintetizadores y música pop que parece calcar algunos clásicos ochentosos, como si fuera una versión cinematográfica (con luces de neón y tipografía rosada) del videojuego GTA: Vice City. No es casual que Drive haya hecho resurgir la popularidad de esa estética tan particular (incluso inspirando juegos de computadora como Hotline Miami). Como la describe el propio autor: "Es una película sobre un tipo que maneja de noche en L..A escuchando canciones pop". Disponible en Flow

Los cazadores del arca perdida (1981)

Steven Spielberg redefinió al cine de acción y aventuras inspirado en los seriales que veía en su California natal. La idea, sencilla, es que un arqueólogo de los Estados Unidos protege en este caso una reliquia sobrenatural antes que caigan las manos de los nazis. Con Harrison Ford en el papel de Indy, látigo en mano, atraviesa los lugares más inhóspitos llenos de trampas. La secuencia inicial es todo un clásico inspirado en las secuencias pretítulos de la saga 007 (Spielberg volvería a rendir homenaje a la serie en Indiana Jones y el templo de la perdición, donde Harrison Ford lucía el mismo esmoquin que llevaba Sean Connery en Goldfinger). El público acompañó esta historia por tres secuelas más y, se rumorea, James Mangold está por dirigir una nueva continuación con el director de Tiburón como productor de la película. La música de John Williams, el carisma de Ford y de Karen Allen, y el guión de Lawrence Kasdan -que no es para nada inocente- dieron bríos nuevos a un género que durante la década anterior se encontraba situado en las calles sucias y malas de las grandes ciudades. La acción también puede ser extraordinaria. Disponible en Flow

Punto límite (1991)

Kathryn Bigelow es una experta en el cine de acción. Vivir al límite es una película bélica sobre un hombre que desactiva bombas en Irak pero es adicto a la adrenalina. Es como si fuera una sucesión de viñetas donde el más mínimo error pudiera terminar con todos los protagonistas. Pero en los noventa la directora de La noche más oscura había reunido a Keanu Reeves (precediendo a Máxima Velocidad y Matrix) y Patrick Swayze como un agente del FBI encubierto y un criminal que desarrolla una tensa amistad. Los delincuentes hacen surf y roban bancos con máscaras de látex, mucho antes que La casa de papel, con el rostro de los presidentes de Estados Unidos. Cuando se estrenó la crítica no fue muy complaciente con la película, describiéndola como una "burrada de machos" pero la directora no invierte, lo que en términos de Laura Mulvey sería la "mirada masculina" (que identifica a la mujer con un modo concreto "de ver"): no se trata de cosificar sino de humanizar a los protagonistas. Bigelow, que peleó contra los estudios que no querían a un desconocido como actor protagónico, describe a esta película como un "western mojado" al que nadie le tenía confianza. El tiempo parece haberle dado la razón: cuando se estrenó fue un éxito comercial, tuvo una remake, y Keanu Reeves se consolidó como uno de las máximas estrellas del cine de acción que perdura, hoy en día, con la franquicia de John Wick. Disponible en Netflix