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La historia real detrás de la frase "La mujer de César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo"

Numerosas son la frases o sentencias adjudicadas a Julio César (uno de los gobernantes más famosos de la historia) que circulan y se repiten, aunque muchas de ellas ni tan siquiera las pronunció (es muy común atribuir a personajes públicos de cualquier época citas apócrifas).

Julio César repudió a su esposa Pompeya para acallar falsas habladurías (imagen vía Wikimedia commons)
Julio César repudió a su esposa Pompeya para acallar falsas habladurías (imagen vía Wikimedia commons)

Una de las más famosas que se le atribuyen al estadista romano es la que dice ‘La mujer de César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo’, la cual podemos encontrar con diferentes variantes (dependiendo la fuente que consultemos o la persona que se haya encargado de transcribirla y compartir en forma de meme viral a través de las redes, como suele ser habitual).

La inmensa mayoría de historiadores indican que dicha frase no fue pronunciada literalmente de ese modo por Julio César, llegando a nosotros modificada de otra de la que el escritor y filósofo romano, Marco Tulio Cicerón, relató en su obra ‘Cartas a Atticus’ cómo César había dicho ‘Mi esposa ni siquiera debería estar bajo sospecha’ en un turbio asunto en el que Pompeya (su mujer) se había visto envuelta, a pesar de no tener nada que ver con el escándalo que la sociedad romana la relacionó y que fue causa de su repudia y posterior divorcio.

Para entrar en contexto sobre cuándo y por qué fue pronunciada, debemos irnos hacia atrás veintidós siglos. El año 68 a. de C., Julio César enviudó de su primera esposa (Cornelia, con la que había estado casado dieciséis años) y unos meses después (según relatan las crónicas de la época) contrajo segundas nupcias con Pompeya.

En aquellos momentos, César empezaba a ser un destacado líder para muchos romanos y un lustro después llegaría a ser nombrado ‘Pontifex Maximus’, uno de los más altos cargos que existían en la Antigua Roma.

A la esposa del Pontífice Máximo le correspondía ser la anfitriona de una de las ceremonias más importantes de la época (dedicada a una deidad conocida como ‘Bona Dea’, Buena Diosa en español) y que estaba destinada exclusivamente a la participación de las mujeres más importantes y selectas de la sociedad romana.

En diciembre del año 63 a. de C., Pompeya tenía la importante responsabilidad de preparar y presidir los ritos en honor a la ‘Bona Dea’ y una de las cosas a destacar de dicha celebración era que la presencia masculina en aquel lugar estaba estrictamente prohibida.

No se sabe a ciencia cierta qué ocurría ni en qué consistían la mayoría de rituales realizados por las mujeres asistentes (sí se conoce que se mataba un cerdo y se ofrecía junto a vino a la deidad). Ese secretismo sobre esas actividadesllevaban a que numerosas fuesen las habladurías entre la sociedad masculina romana sobre lo que allí dentro pasaba. Se ha especulado sobre lo que las mujeres hacían cuando se reunían en este tipo de celebraciones, llegándose a pensar que incluso podrían realizar algún tipo de actividad lésbicosexual, aunque no existe constancia alguna de que esto pudiera llevarse a cabo y son simples conjeturas.

En aquella ocasión, un hombre quiso saber qué ocurría y se coló en la ceremonia en honor a la Bona Dea travestido de mujer. Su nombre era Publio Clodio Pulcro, tenía 29 años y era opositor político de Julio César.

En un momento dado de la ceremonia, Clodio fue descubierto por las mujeres, provocándose un escándalo y expulsándolo del palacio. Fue entonces cuando numerosas versiones y tergiversaciones de lo sucedido empezaron a circular entre la chismosa sociedad romana.

Según estas habladurías, Clodio sedujo a Pompeya y mantuvo relaciones sexuales con la esposa del Pontifex Maximus, aunque no hay ni una sola prueba de que realmente ocurriese dicho encuentro íntimo y ella negó en todo momento que sucediera.

Fue durante el juicio que se celebró en contra Publio Clodio Pulcro cuando Julio César pronunció sus famosas palabras ‘Mi esposa ni siquiera debería estar bajo sospecha’ y que, con el paso del tiempo, hemos conocido transformadas en ‘La mujer de César no sólo debe ser honrada; además debe parecerlo’.

Julio César, a pesar de estar convencido de la inocencia de su esposa, decidió repudiar y divorciarse de Pompeya y así acallar las falsas habladurías que correteaban por la sociedad romana y que podrían afectar a su carrera política.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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