Cuando Anna Freud se convirtió en pionera del psicoanálisis infantil

A pesar de ser hija de Sigmund Freud (creador del psicoanálisis), Anna no mostró gran interés hacia el trabajo de su padre, al menos como algo para desarrollar profesionalmente, prefiriendo centrar sus estudios universitarios en el campo de la docencia infantil, algo que le apasionaba y a lo que quería dedicarse laboralmente.

Anna Freud junto a su padre, Sigmund, durante su asistencia al Congreso Psicoanalítico Internacional de La Haya en 1920 (imagen vía Wikimedia commons)
Anna Freud junto a su padre, Sigmund, durante su asistencia al Congreso Psicoanalítico Internacional de La Haya en 1920 (imagen vía Wikimedia commons)

Annerl (tal y como era llamada familiarmente) no sintió durante su niñez un gran vínculo emocional con sus progenitores (especialmente con su madre), algo que la llevó a aislarse durante gran tiempo, el cual invertía en devorar libros, convirtiéndose la lectura en la mayor de sus pasiones.

Durante sus años de juventud tuvo ciertos problemas de salud que incrementaron su carácter solitario y, a veces, huraño hacia los demás.

Consiguió entrar a trabajar como docente en la misma escuela en la que había asistido en sus años de infancia, cayendo enferma a causa de una tuberculosis y teniendo que estar de baja laboral durante largo tiempo, el cual aprovechó para leer cuanto caía en su mano, convirtiéndose en una de sus lecturas favoritas los escritos realizados por su padre en torno al psicoanálisis, algo que le apasionó (aunque de pequeña no había llamado su atención), decidiendo redirigir su profesión hacia la ayuda y apoyo de los más pequeños, convirtiéndose en la pionera del psicoanálisis infantil.

El no haber vivido una infancia demasiado feliz la motivo a llevarlo a cabo e hizo ver a Anna Freud la necesidad de dar algún apoyo emocional a los niños y niñas que en aquellos momentos estaban sufriendo. En 1919, tras finalizar la Primera Guerra Mundial, decidió centrarse en ayudarlos y entró a trabajar en el Hogar Infantil Baumgarten, un orfanato para niños judíos abierto aquel mismo año en el antiguo hospital militar de Viena.

Fue el primer paso para dedicar el resto de su vida al tratamiento de los más pequeños, escribir diversos libros y ser invitada a dar conferencias en los más prestigiosos centros internacionales.

En 1922, con veintisiete años de edad, fue admitida en la Sociedad Psicoanalítica de Viena, donde se encargó del psicoanálisis infantil, dos años después sería nombrada secretaria de la Asociación Psicoanalítica Internacional, de la que se convertiría en su Presidenta Honoraria en 1973.

Gran parte de su trabajo lo desarrolló en Viena, hasta que el ascenso del nazismo y las políticas antisemitas la obligaron a huir hacía Londres en 1939. En aquel tiempo su padre (que también huyó hacia el Reino Unido) ya estaba gravemente enfermo de un cáncer de paladar, falleciendo en la capital inglesa el 23 de septiembre de aquel mismo año, tras serle suministrada una alta dosis de morfina que él mismo solicitó a su médico personal.

Anna Freud, aparte de su profesión, había dedicado gran parte de su vida al cuidado de su padre tras caer enfermo y ser la única miembro de la familia que quedaba con vida.

Pasó las siguientes cuatro décadas en Londres, donde desarrolló una gran carrera como psicoanalista infantil y escritora de varios de los libros más relevantes de esa materia. Nunca se casó, aunque vivió en pareja con Dorothy Burlingham (fallecida en 1979) quien también sería su socia en varios de los proyectos emprendidos. En 1982, a los 86 años de edad, moría Anna Freud, dejando un gran legado que, injustamente, no fue tan reconocido como el de su padre, aunque aportó valiosísimas cosas en su campo.

Fuentes de consulta e imagen: historyhit/ annafreud / scielo/ Wikimedia commons

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