Cuando en 1904 tuvo lugar en Sevilla uno de los duelos más relevantes del siglo XX

A lo largo de gran parte de la historia, incontables han sido las ocasiones en las que dos personas han resuelto algún agravio (por cuestiones de honor o pundonor) mediante un duelo, el cual consistía en enfrentarse (la mayoría de veces a vida o muerte) utilizando un arma de fuego o blanca (sable, navaja…). Normalmente se llevaba a cabo con unos padrinos, que ejercían de mediadores, además de comprobar que se hacía de una manera limpia y sin trampas, y solía realizarse a primerísima hora de la mañana en algún lugar alejado de las poblaciones, ya que solía estar perseguida por las autoridades la práctica de retarse a vida o muerte (a pesar de que algunos de los más famosos duelistas de la historia han sido personajes que provenían del ámbito militar u orden público).

El 10 de octubre de 1904 tuvo lugar en Sevilla uno de los duelos más relevantes del siglo XX en el que participó y perdió la vida el marqués de Pickman (imagen vía Hemeroteca del diario ABC)
El 10 de octubre de 1904 tuvo lugar en Sevilla uno de los duelos más relevantes del siglo XX en el que participó y perdió la vida el marqués de Pickman (imagen vía Hemeroteca del diario ABC)

El 10 de octubre de 1904 tuvo lugar uno de los duelos más relevantes del siglo XX en España. Uno de sus contendientes fue Vicente García de Paredes, capitán de la Guardia Civil con plaza en Sevilla, quien se retó con uno de los personajes más ilustres de la sociedad hispalense de aquella época, Rafael de León y Primo de Rivera, marqués de Pickman, miembro de una de las familias más influyentes de la capital andaluza y que perdería la vida a consecuencia de tal desafío.

El marqués de Pickman ostentaba dicho título como consorte, debido a que el mismo pertenecía a la familia de su esposa (María de las Cuevas Pickman y Gutiérrez, nieta del fundador de la fábrica de loza de La Cartuja de Sevilla, Charles Pickman Jones, a quien el rey Amadeo I había concedido el marquesado el 11 de febrero de 1873). A pesar de tener fama de juerguista y derrochador, era un hombre apreciado y admirado por muchísimos sevillanos, algo que jugó a su favor a la hora de tener que pedir dinero prestado (en diversas ocasiones) y recibirlo sin ningún tipo de problemas.

Casualmente, una de las personas que en más ocasiones prestó dinero al marqués fue Vicente García de Paredes, quien no tenía reparos en ayudar económicamente al aristócrata siempre que éste se lo solicitaba.

Pero, como suele suceder en las capitales pequeñas, comenzó a circular una serie de rumores por Sevilla en la que, las habladurías, decían que el capitán de la Guardia Civil era tan generoso económicamente con el marqués porque su verdadera intención era cobrarse la deuda recibiendo los favores sexuales de la marquesa.

El rumor llegó hasta oídos del marqués de Pickman y éste, en defensa de su honor, se presentó, el 4 de octubre, en el teatro Cervantes de la capital hispalense y frente a todos los allí presentes abofeteó en el rostro al represéntate del cuerpo de la Benemérita (y buen amigo hasta aquel momento).

El capitán García de Paredes entendió a la perfección el mensaje transmitido por el marqués (dar una bofetada en público a alguien era sinónimo de anunciar que lo estaba retando a un duelo), por lo que, como hombre de honor que decía ser, nombró a dos padrinos de su confianza y que serían quienes lo representarían en el duelo.

La misión de los padrinos era la de intentar llegar a un acuerdo previo al enfrentamiento y, en caso de no lograrse, pactar día, hora y lugar en el que se llevaría a cabo el duelo, así como las armas que se utilizarían.

La fecha designada sería cuatro días después, el lunes 10 de octubre a las cuatro de la tarde (una hora nada común para este tipo de enfrentamientos que solían realizarse al amanecer, debido a la prohibición respecto a realizarse ese tipo de actos de honor).

El lugar la ‘Hacienda del Rosario’, en aquella época un terreno a las afueras de Sevilla (camino de Alcalá de Guadaira) y actualmente uno de sus barrios. Allí se encontraron los duelistas a la hora acordada y en compañía de sus respectivos padrinos.

Aunque inicialmente se pactó que el marqués de Pickman y el capitán García de Paredes se situarían a veinticinco pasos de distancia el uno del otro, prefirieron colocarse a quince pasos, algo que jugaba en contra de ambos, debido a que sería mucho más fácil que alguno de los dos fuese certero en el disparo (y quien tenía más posibilidades, por su formación militar, era el miembro de la Guardia Civil).

Tras disparar una primera vez, ninguno de los dos acertó, pero en la segunda tanda, el marqués cayó abatido al suelo por una certera bala que le entró por la axila derecha y fue a alojarse en su corazón, muriendo en el acto. Los padrinos, tras comprobar tal fallecimiento fueron en busca de un juez de guardia, quien procedió a ordenar el levantamiento del cadáver y a abrir las correspondientes diligencias.

La noticia del fallecimiento de Rafael de León y Primo de Rivera corrió como la pólvora por toda la ciudad y numerosísimas fueron las condolencias y muestras de dolor que los ciudadanos sevillanos presentaron a la viuda.

Pero, tal y como he indicado unos párrafos más arriba, los duelos estaban perseguidos y, sobre todo, condenados por la Iglesia católica, prohibiéndose desde la institución religiosa que Rafael de León y Primo de Rivera pudiera recibir cristiana sepultura en el panteón familiar del cementerio de San Fernando. El propio arzobispo de Sevilla, Marcelo Spínola, exigió y ordenó al Gobernador Civil de la capital andaluza que hiciera todo lo que estaba en su mano para que el cuerpo sin vida del marqués de Pickman fuese enterrado en el cementerio civil.

Una enorme turba de ciudadanos sevillanos, la mayoría trabajadores de la fábrica de loza de La Cartuja y algunos amigos personales del fallecido marqués, se organizaron para impedir a las fuerzas del orden público acceder al funeral y lograron llevar el ataúd del aristócrata hasta el panteón familiar de los Pickman.

Aquella madrugada del 12 de octubre (dos días después del fallecimiento a causa del duelo y una vez ya enterrado) un destacamento de la policía, escoltada por miembros de la Guardia Civil, se presentó en el cementerio de San Fernando y tras forcejear con un grupo de hombres que se habían quedado allí de retén para vigilar, se llevaron el ataúd del marqués de Pickman dándole sepultura en el cementerio civil, tal y como había exigido el todopoderoso arzobispo de Sevilla.

Fuentes de consulta e imágenes: Hemeroteca del diario ABC / RTVE/ sevillacitycentre/ elmundo/ voladizodegolsur

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