Un crucero con amigos por el Mar Mediterráneo

El histórico puerto de Civitavecchia fue el punto de partida de este inolvidable crucero de Royal Caribbean por Nápoles, las islas griegas y un puerto de Turquía, con la familia Castañeda y los Mesa, dos parejas de amigos de la época universitaria, con quienes viajamos por el Mediterráneo, en la primavera pasada.

El crucero zarpó al atardecer, y al amanecer del siguiente día atracamos en Nápoles. Tan pronto como puse pie en tierra caminamos a la Piazza del Municipio, una plaza amplia dominada por el Ayuntamiento y el castillo medieval. Luego fuimos a conocer el imponente centro comercial Galería Umberto I. De ahí caminamos por el barrio de San Giuseppe, lleno de pequeñas tiendas y cafés. A pocos pasos, Montecalvario, una inmersión en el Nápoles más auténtico. Aquí Maradona es un Dios venerado en tiendas y calles atiborradas de fotografías con su equipo Napoli. Subimos al Castillo de San Telmo, una fortaleza medieval que se alza sobre la ciudad.

Explorar sus antiguas murallas y torreones fue como viajar en el tiempo. Vomero, es un distrito elegante conocido por sus vistas panorámicas y calles encantadoras. De comer, antes de volver al barco, opté por una típica pizza napolitana de masa crujiente, queso derretido e ingredientes frescos.

El día 3, cuando el crucero se acercó a Santorini, el horizonte se tiñó con las famosas cúpulas azules y casas blancas de la isla griega. Desembarcamos en Oia y emprendimos, la aventura del ascenso por las calles empinadas.

Las casas, encaladas y brillantes bajo el sol del Egeo, se alineaban perfectamente. Al entrar a la catedral ortodoxa me llamaron la atención los íconos y la decoración que reflejaba la rica tradición religiosa de la isla. Curiosamente la serenidad del lugar contrastaba con el bullicio de las calles.

Afuera, Thira, era un paraíso para los amantes de las compras y los recuerdos únicos. Uno de los momentos más encantadores de mi visita fue fotografiar a los gatos de Santorini.

Una de las áreas de Plaka, el barrio viejo de Atenas.
Una de las áreas de Plaka, el barrio viejo de Atenas.

SIEMPRE ATENAS

A las 9 am. del día 4, estábamos en el Pireo. Abordamos un autobús que nos llevaría a Atenas, pasando por Avenida Syntagma. Subimos hacia la Acrópolis, un símbolo de la gloria de la antigua Grecia. Nos acercamos al Partenón, con sus columnas dóricas imponentes, una maravilla arquitectónica. Sentimos el peso de la historia al pasar por la Puerta de Efeso y luego, nos dirigimos al barrio antiguo de Plaka, un laberinto de calles estrechas y casas coloridas.

Ruinas de la biblioteca de Celso, en Efeso.
Ruinas de la biblioteca de Celso, en Efeso.

En este barrio, el tiempo parecía detenerse. Las tiendas de dulces y productos griegos ofrecían una amplia variedad de sabores locales. Plaka rebosaba de vida, con terrazas de restaurantes donde los comensales disfrutaban de platos tradicionales de cordero y tabernas llenas de gente saboreando vino griego.

La Acrópolis, en Atenas, es un símbolo de la gloria de la antigua Grecia.
La Acrópolis, en Atenas, es un símbolo de la gloria de la antigua Grecia.

La última parada antes de regresar al crucero fue el Teatro de Dionisio, considerado el más antiguo del mundo, dedicado al dios Dionisio, patrono del teatro y el vino. En él, los dramaturgos griegos como Sófocles y Eurípides presentaron sus obras, sentando las bases del teatro moderno.

Molinos en Mikonos.
Molinos en Mikonos.

Dia 6: La llegada a Míkonos fue como entrar en un mundo de postal. Las aguas del Egeo y las casas blancas formaban un contraste impresionante. Al desembarcar, las boutiques de Míkonos eran un desfile de moda y estilo, ofreciendo desde ropa de diseñador hasta artesanías locales únicas.

En Mikonos, las aguas del Egeo y las casas blancas formaban un contraste impresionante.
En Mikonos, las aguas del Egeo y las casas blancas formaban un contraste impresionante.

Los restaurantes, incrustados en la bahía, estaban repletos de turistas. Los yates y barcos, añadían un toque de glamour al paisaje. Más adelante, me dirigí a la colina, hacia los icónicos molinos, de estructura blanca y sus cúpulas redondas, testigos del pasado de la isla, de una época en la que la molienda de trigo era vital para la economía local.

Ayuntamiento en el puerto de Mikonos.
Ayuntamiento en el puerto de Mikonos.

Caminé por calles flanqueadas por casas blancas, con sus puertas y ventanas de colores vivos. El laberinto de calles empedradas creaba una sensación de descubrimiento en cada esquina, con pequeñas iglesias y plazas escondidas que invitaban a explorar. A medida que el sol comenzaba a caer, el cielo se tiñó de tonos rosados y dorados, creando una atmósfera mágica. El atardecer en Míkonos era un espectáculo en sí mismo, una despedida perfecta de la isla de 10,000 habitantes.

Cerámicas de Mikonos.
Cerámicas de Mikonos.

KUSADASI Y CRETA

La próxima parada me esperaba en Kusadasi, Turquía. El diseño del puerto y el faro son obra de los venecianos y las compras aquí son un placer: joyas, alfombras y cerámicas tientan al viajero en cada esquina. Una corta travesía nos lleva a Éfeso, donde las ruinas antiguas y la Casa de la Virgen María conectan con siglos de fe y filosofía.

Chania, en Creta, cuenta con calles pintorescas y una arquitectura que parecía contar historias de su rico pasado veneciano y otomano. 
Chania, en Creta, cuenta con calles pintorescas y una arquitectura que parecía contar historias de su rico pasado veneciano y otomano.

Fundada por colonos griegos en el siglo X a.C., Efeso se convirtió en un importante centro cultural y comercial, bajo el dominio sucesivo de griegos, persas, romanos y finalmente otomanos. La Biblioteca de Celso, una de las estructuras más emblemáticas de Efeso, es un testimonio de la importancia de la ciudad en el mundo antiguo.

Recibimiento en el puerto de Kusadasi, Turquía.
Recibimiento en el puerto de Kusadasi, Turquía.

Construida en el año 117 d.C. para albergar hasta 12,000 rollos, la biblioteca no solo era un centro de conocimiento sino también un monumento a Celso Polemeano, un gobernador romano. Las ruinas de Efeso, particularmente la majestuosa fachada de la biblioteca, deslumbraron con su sofisticada arquitectura y detallados relieves. Era como un vistazo a la riqueza y sofisticación de la vida urbana en la antigüedad.

La ciudad, con su gran teatro, templos, y calles pavimentadas, evoca imágenes de su pasado glorioso, sirviendo como un puente viviente entre la historia antigua y el presente. Al caer la tarde, el sabor del té de manzana y las figuras de los dioses antiguos nos acompañan de regreso al barco.

Chania, en Creta, cuenta con calles pintorescas y una arquitectura que parecía contar historias de su rico pasado veneciano y otomano. 
Chania, en Creta, cuenta con calles pintorescas y una arquitectura que parecía contar historias de su rico pasado veneciano y otomano.

El último día de nuestro viaje paramos en Creta. Chania nos recibió con calles pintorescas y una arquitectura que parecía contar historias de su rico pasado veneciano y otomano.

Apodada la Venecia del Este, Chania es una hermosa ciudad ubicada en la costa norte de la isla de Creta. La ciudad se presenta como uno de los destinos más codiciados de esta zona gracias a sus playas, su centro histórico y su patrimonio arquitectónico. Lo más destacado de Chania fue, sin duda, su gente.

“Toma este es nuestro licor tradicional”, me ofreció la dueña de un almacén cuando entré. Era PotiRaki, un licor anisado célebre en Creta. Paseamos por el pintoresco puerto veneciano, con sus faros y fortalezas, y nos adentramos en los coloridos mercados, donde los aromas de las especias y los sonidos del regateo llenaban el aire. Después de explorar y disfrutar de la hospitalidad cretense, volvimos al barco, que zarpó hacia Italia.

Mientras el barco navegaba, nos reunimos en la cubierta con nuestras parejas de amigos, reflexionando sobre las aventuras vividas. El viaje había sido una mezcla perfecta de descubrimiento, amistad y belleza, uniendo destinos espectaculares con momentos de alegría compartida.

Tienda de recuerdos de la Virgen en Efeso.
Tienda de recuerdos de la Virgen en Efeso.

A medida que el barco se acercaba a Civitavecchia, sabíamos que este viaje de nueve días sería recordado no solo por los lugares que visitamos, sino por las risas, las conversaciones y los lazos fortalecidos entre nosotros. Era el final de un viaje inolvidable, uno que permanecería en nuestros corazones y en nuestras historias durante años venideros.

Enrique Córdoba es periodista y escritor residente en Miami. Autor de cinco libros de reportajes y viajes. www.elmarcopolodelorica.com