Cristina Kirchner lucha por mantener centralidad en medio de un clima de retirada táctica de sus alfiles

Cristina Kirchner con Gustavo Petro, Xiomara Castro y Luis Arce
Cristina Kirchner con Gustavo Petro, Xiomara Castro y Luis Arce - Créditos: @Twitter

En medio de un evidente clima de retirada táctica, Cristina Kirchner lucha por no perder centralidad política ante la pérdida de control sobre el presidente Alberto Fernández, que dejó de responder a sus exigencias, y la velocidad con la que empiezan a consumirse los meses que le restan como una de las figuras de un gobierno que cada día le resulta más incómodo integrar.

Así, el despacho de la vicepresidenta en el Senado se ha convertido durante todo el verano en meca de peregrinación para sus fieles, que asisten casi a diario para criticar la gestión de Fernández, elaborar estrategias de cara al proceso electoral que se viene y recibir instrucciones para llevar adelante su política de abierta confrontación con el Poder Judicial.

Se complica el panorama para Cristina Kirchner en dos causas sensibles

Uno de los que visita el palacio legislativo de manera casi diario es el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, quien se ha convertido en el mascarón de proa del capítulo más reciente de la pelea del kirchnerismo con el jefe del Estado. El funcionario hizo trascender que veía a un Fernández “mezquino” y sin “códigos”, por no haberlo invitado a un acto con Lula da Silva y organismos de derechos humanos. El Presidente le contestó en público ayer: no lo necesita para gobernar.

De Pedro no es el único referente de La Cámpora que, amparado en un Senado desierto por el receso de verano, trajinó los pasillos del primer piso de la Cámara alta durante el mes de enero. Máximo Kirchner es otro asiduo visitante al despacho de su madre.

Aunque con menos frecuencia, el gobernador de Buenos Aires, Axel Kicillof, también es uno de los contertulios que, al menos una vez por semana, abreva en las oficinas de Cristina Kirchner. Diputados como Eduardo Valdés, con papel protagónico en el juicio político a la Corte Suprema, y varios intendentes del conurbano completan la lista de visitantes,

Sin embargo, la tarea política de bajo perfil no parece alcanzarle a la vicepresidenta, que de manera regular intenta mantenerse en el centro de la escena nacional.

Lo dejó en claro con la agenda de reuniones que durante enero mantuvo con mandatarios latinoamericanos paralela a la cumbre de la Celac, en la que el protagonismo lo tuvo Fernández como presidente anfitrión.

No todo salió como lo había planeado. El fracaso por lograr la foto con Lula da Silva en su despacho terminó eclipsando los encuentros con los mandatarios de Honduras, Xiomara Castro; de Bolivia, Luis Arce; y de Colombia, Gustavo Petro.

Sin agenda pública, la búsqueda de centralidad de la vicepresidenta pasa por las redes sociales con los mensajes en Twitter criticando la actuación de la jueza María Eugenia Capuchetti, que investiga el intento de magnicidio del que fue víctima, o celebrando victorias de fuerzas políticas ajenas, como la de Revolución Ciudadana en las elecciones seccionales de Ecuador.

Fin de ciclo

Aunque sus colaboradores no lo verbalizan, el clima de fin de ciclo se puede apreciar en los movimientos que la tropa kirchnerista viene realizando en los últimos tiempos, que apuntan a preparar el terreno para volver al llano de la oposición.

Así, algunos de los que participan en la mesa de arena de Cristina Kirchner ya hacen cuentas de cómo podría quedar el Senado a partir de diciembre, cuando se produzca el recambio de un tercio de las bancas de la Cámara alta. Se ilusionan con el hecho de que en este turno renuevan provincias en las que el peronismo podría recuperar bancas. Santa Cruz, La Rioja y Buenos Aires son los distritos en los que el kirchnerismo aspira a sumar un escaño para fortalecerse como futura oposición a partir de 2024.

El objetivo que más entusiasma es superar los 37 senadores y recuperar la mayoría en la Cámara alta para convertirse en la aduana por la que debería pasar cualquier proyecto de ley que aspire a sancionar el próximo gobierno.

Este cálculo es una de las razones que subyace detrás de la fuerte resistencia del kirchnerismo a aceptar la pretensión de Alberto Fernández de competir en internas abiertas. Si bien en los círculos cercanos a la vicepresidenta da por descontado el triunfo, la competencia en una primaria le quitaría a Cristina Kirchner la posibilidad de llenar las listas legislativas de gente propia para las elecciones de octubre, en la que se define la composición de las cámaras legislativas por los próximos dos años.

La Argentina loteada y la puja estéril del kirchnerismo en caída

Otra señal de que el kirchnerismo está en retirada lo da el hecho de que muchos militantes y colaboradores que hoy reportan en el Congreso empiezan a ubicarse en destinos en los que podrán sobrevivir al cambio de gobierno y, de paso, “resistir” las medidas que tome la siguiente administración que no sean del agrado del kirchnerismo. Los destinos de estos traslados son dependencias que están en manos de dirigentes que responden sin cortapisas a las directivas de la vicepresidenta.

Este proceso empezó, en realidad, a mediados del año pasado con el pase a planta permanente de empleados en el Senado. Colaboradores directos de Cristina Kirchner, como uno de sus secretarios privados, y de sus legisladores más fieles -Oscar Parrilli y Anabel Fernández Sagasti y la secretaria Administrativa, María Luz Alonso-, se cuentan entre los beneficiados por aquella medida que contó con el blanqueo de las conducciones de los gremios con representación en el Congreso: la Asociación del Personal Legislativo (APL), la Unión del Personal Civil de la Nación (UPCN) y la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE).