¿No crees que la ‘shrinkflation’ de Biden sea real? Dale un mordisco a una empanada | Opinión

Para mí, saborear una empanada de champiñones de $4 en mi local favorito del barrio —y encontrar masa vacía donde antes había sustancia— fue la gota que colmó el vaso.

Para el presidente Joe Biden, su medidor de indignación por la inflación alimentaria se disparó al ver cuanto menos helado, su postre preferido, había en los envases cada vez más pequeños. Menos valor por su dinero.

Inmediatamente supe de qué hablaba Biden. Mi empanada encogida, un pecado en el que caigo de vez en cuando, también venía con un precio que representaba un aumento de más de 33%, inicialmente achacado a una inflación del 15% debido al alza vertiginosa de los precios de la gasolina.

Esos ya no existen, la inflación es de un bajo 3.1%, pero la de los alimentos persiste, llevando la avaricia empresarial a un nuevo nivel de ignominia.

Imagínense mi alegría, cuando en medio de la excitación pre-Super Bowl, vi en X, antes Twitter, un video ampliamente compartido de Biden desde la Casa Blanca despotricando sobre la “shrinkflation” de los alimentos.

Así es como se llama a la desaparición de alimentos e ingredientes en nuestros carrito de comestibles y en nuestras facturas de restaurante, que mantienen sus altos costos pese a tasas de inflación decrecientes durante los pasados meses.

‘Deme un respiro’

Aunque Biden se rodeó de bolsas de papas fritas y refrescos que yo no consumo para dejar claro su punto de vista a los estadounidenses que sí los devoran en cantidades —enfrentando a los manufactureros en el escenario de máxima audiencia de las reyertas políticas previas al Super Bowl por el romance músico-futbolístico de Taylor Swift y Travis Kelce— el presidente validó lo que he estado experimentando en todo el sur de la Florida.

Embases más delgados —y carísimos— de ensaladas, galletas, carnes, mariscos y otros productos de dos gigantes con sus propias marcas, Publix y Whole Foods. Y, en particular, en panaderías y restaurantes de Miami-Dade, donde los alguna vez suculentos manjares como pastelitos y empanadas parecían... bueno, mucho menos de lo que solían ser.

En una popular panadería, el pastelito apenas tenía guayaba y queso crema.

“Ya estoy harto de lo que llaman shrinkflation. Es una estafa”, dijo Biden en el video. “Algunas empresas intentan sacar tajada encogiendo los productos poco a poco y esperando que no te des cuenta. ¡Por favor!”.

El presidente parecía estar casi tan enfadado con la avaricia corporativa como con el trabajo sucio del fiscal especial de pintar al mandatario de 81 años como un “anciano con mala memoria” cuando ya había razones válidas para no procesarlo por tener documentos clasificados de la era de Obama.

“El público estadounidense está cansado de que le tomen el pelo”, dijo Biden. “Pido a las empresas que pongan fin a esto. Asegurémonos de que las empresas hacen lo correcto ahora”.

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Derecha califica de ‘tonterías’ la shrinkflation

A los fabricantes que aparecen en el video de Biden no les gustó ni un poquito, recurriendo a culpar al presidente por la inflación, ahora suavizada por sus políticas y causada por los trastornos de la guerra entre Ucrania y Rusia y la pandemia del COVID.

Como era de esperar, la derecha del país desestimó a Biden y tergiversó la reacción de la gente a su video.

La revista New Nation calificó las acusaciones de Biden como “tonterías”. Fox News contraatacó calificando su video de “extraño e irónico” y especulando con que lo hacía para desviar la creciente preocupación de que es demasiado viejo para volver a postularse.

La prueba, según Fox, es que el presidente no había concedido una entrevista previa al Super Bowl, como es de costumbre, en lugar de publicar el oportuno video. Yo llamo inteligente a usar el escenario del Super Bowl a beneficio de la gente.

Nosotros, los consumidores, nos sentimos vistos y entendidos.

No eran ideas mías cuando noté tiras de pimiento rojo más finas en mi sándwich vegetariano de $17 y un trozo rugoso de la piel exterior de una cebolla que tuve que desechar.

Quizás sean cosas sin importancia para los ricos, pero cuando las vas sumando muestran que la calidad de vida va en declive.

La indignación de Biden resonó en millones de estadounidenses que saben bien que sus quejas dan en el clavo. Podemos ver con nuestros propios ojos cada vez que vamos a comprar al supermercado que los productos se reducen de tamaño mientras pagamos más por ellos.

Me alegro de que haya un ciudadano mayor en la Casa Blanca denunciando lo minúsculo con grandes repercusiones en el bolsillo.