Las creencias erróneas sobre una enfermedad común en niños y adolescentes: qué dicen los expertos
Para hablar de parasitosis primero es vital comprender qué es un parásito. Se trata de un organismo que habita dentro o fuera de las personas (entre otros seres vivos, por ejemplo), en busca de un medio adecuado para sobrevivir y multiplicarse. Cuando se alojan en humanos y toman de ellos sustancias nutritivas, pueden causar patologías.
Si bien hay muchos tipos de parásitos y parasitosis, entre las más comunes –especialmente en la infancia y la adolescencia– se encuentra la llamada enteroparasitosis, que es la colonización por los parásitos de la cavidad abdominal; precisamente, del intestino. Para conocer las particularidades de esta patología, cómo prevenirla y derribar creencias populares muy arraigadas, consultamos con diversos especialistas.
Según explica a LA NACION Silvia Repetto, médica con orientación en parasitología e integrante de la División Infectología del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), se denomina “enteroparasitosis a las parasitosis que afectan el tubo digestivo. Entre los organismos más conocidos que las causan, se encuentran el Ascaris lumbricoides, Enterobius vermicularis (Oxiurus), Taenia saginata (lombriz solitaria) y Giardia intestinalis”. Y enumera los síntomas que producen las parasitosis y de qué dependen:
1) Ubicación del parásito: no es lo mismo que se ubique en el intestino delgado que en el intestino grueso, por ejemplo.
2) La cantidad de parásitos que tiene la persona en el intestino (carga parasitaria). Si tiene muchos parásitos, es muy probable que presente síntomas.
3) Características del parásito: cada uno tiene una característica particular que lo identifica y una forma particular de producir daño. Pero no todos los parásitos del intestino producen daño. Hay algunos que viven como parte de la flora del intestino.
4) Estado inmune (defensas de la persona): por ejemplo, si tiene una enfermedad grave o si está desnutrida.
Entre los síntomas más comunes, Repetto observa “dolor abdominal, diarrea aguda o crónica (durante más de un mes). También pueden presentar trastornos en el ritmo evacuatorio, meteorismo y acidez. Hay parásitos que producen alergia, con picazón en el ano y en la nariz, en especial a la noche (el Oxiurus)”.
Asimismo, resalta que “la enteroparasitosis se observa con mayor frecuencia en las infancias y adolescencias”.
Por su parte, Celeste Celano, jefa del Servicio de Pediatría del Sanatorio Modelo de Caseros, detalla a LA NACION que “la población más afectada se encuentra en la infancia y adolescencia”, un hecho que está asociado a diversas circunstancias de contagio: “Las vías de contagio principales son la fecal-oral y a través de las aguas contaminadas. A su vez, los más pequeños suelen compartir bebidas y comida y eso hace que la transmisión en esta franja etaria sea mucho más frecuente que en los adultos”.
Los síntomas en los chicos suelen ser rechinar de dientes cuando duermen; picazón en la cola, especialmente de noche; sangrados en la cola, presencia de los parásitos en las heces (son blancos y bien chiquitos); picazón en la nariz y falta de apetito, entre otros signos. ¿Qué se hace? “Se pide un estudio (parasitológico de materia fecal) para tratar al tipo de parásito en particular”, explica.
“La infección se da generalmente adentro del hogar, por eso cuando se indica una desparasitación toda la familia debe tratarse. El tratamiento es el mismo: para los menores se indica jarabe y para adultos, pastillas en comprimidos. Hay que asegurarse de que el tratamiento sea efectivo para todos los miembros de la familia”, comenta.
“Cuando hablamos de infancias sanas (es decir, que no tienen patologías de base), se puede decir que es relativamente fácil tratarlos. A su vez, las personas que estén mejor alimentadas –es decir que consuman más cantidad y variedad de vitaminas, fibras, minerales– y que tengan un consumo regulado o bajo en productos ultraprocesados, van a tener una flora intestinal mucho más fuerte para combatir a los organismos que quieran alojarse allí. En general, los parásitos aprovechan cuando la flora intestinal está alterada, o cuando hay mucho consumo de ultraprocesados y azúcares”, agrega la pediatra.
Cuando una persona tiene un enteroparásito, elimina en materia fecal elementos (huevos, quistes o larvas) que contaminan el medio ambiente. “La persona se infecta mediante el consumo de alimentos contaminados con materia fecal (con huevos o quistes) o por contacto con tierra contaminada (con larvas). En el caso de las teniasis, como Taenia saginata, es diferente: la persona se infecta comiendo carne de vaca insuficientemente cocida. Con respecto a Enterobius vermicularis (Oxiurus), los huevos se encuentran en el área perianal y no se eliminan en materia fecal, sino por contacto interhumano, porque los huevos se despegan de dicha área y quedan en la ropa y en las manos de los individuos”, retoma Repetto.
Por su parte, Horacio Rubio, gastroenterólogo y es expresidente de la Sociedad Interamericana de Endoscopía Digestiva, dice a LA NACION que la persona con parásitos “puede no sentir nada, o bien tener molestias muy vagas como distensión abdominal o diarreas francas en las parasitosis intestinales. En el caso de los niños, se puede observar deterioro en su crecimiento, desnutrición o inclusive afectar su salud con cuadros infecciosos con deterioro multiorgánico”.
Cómo podemos prevenirlas
Todos los expertos consultados coinciden en que la transmisión oral-fecal es una de las principales vías de contagio. Por eso, recomiendan enfáticamente la higiene de manos antes de comer, después de ir al baño y al llegar al hogar luego de haber permanecido en espacios públicos. Al mismo tiempo, el cuidado en el lavado de vegetales, la buena cocción de las carnes y el consumo de agua potable son puntos claves.
“La convivencia con mascotas controladas por veterinarios idóneos también es muy importante”, añade Rubio, y enseguida resalta: “Es muy importante que la autoridad sanitaria haga periódicos relevamientos de los parásitos de la comunidad para hacer más eficientes las estrategias diagnósticas y preventivas. En tanto, los adultos con mayor riesgo de contagio suelen ser los inmunodeprimidos, algunos agentes sanitarios y todas aquellas personas que manipulan desperdicios”.
Creencias populares
1) “Las hierbas naturales son suficientes para tratar la parasitosis”: es un mito
Repetto explica al respecto que “los antiguos parasitólogos hacían recetas magistrales con hierbas. Hay varias plantas medicinales que se estudian como posibles alternativas, pero no son comercializadas y todas están en vías de investigación. Las personas no deben automedicarse. Deben consultar al médico. Cuando se sospecha una parasitosis hay que hacer diagnóstico con un estudio de laboratorio. No hay que tomar antiparasitarios sin un diagnóstico previo. Muchas veces se requiere realizar varios estudios de materia fecal para encontrar al parásito cuando la sospecha es alta”.
El resto de los expertos consultados coinciden. “Las hierbas naturales no son medios de tratamiento que hayan sido convalidados para el tratamiento”, desliza Rubio, mientras Celano afirma que “siempre deben ser tratados con medicamentos médicos específicos”.
2) “En los países en vías de desarrollo hay más contagios”: es verdad
Según la pediatra, “los niveles socioeconómicos más carenciados tienen más riesgo de contagio por la simple –y triste– razón de no tener acceso a agua potable o la capacidad de mantener una alimentación saludable”. Al mismo tiempo, la mala alimentación, muchas veces resuelta a base de ultraprocesados, “debilita la flora intestinal”, haciendo que los parásitos se alojen en ella de forma más rápida y fácil.
Repetto concuerda y detalla: “Existe alta prevalencia en países en vías de desarrollo por condiciones de saneamiento ambiental deficiente y de la falta de control, prevención y educación sanitaria, junto a los malos hábitos higiénicos. La contaminación fecal del suelo, el agua y los alimentos es fuente de infección y reinfección”.
Por último, Rubio se suma y alerta que “el contagio frecuente no solo ocurre en las poblaciones más vulnerables, ya que existen brotes que comprometen a cientos de personas por contaminación de una fuente de agua, por mencionar un ejemplo cada vez más frecuente en los países desarrollados”.
3) “Es fácil diagnosticar la parasitosis”: en este punto, hay diferencia de criterios
Para Repetto, el diagnóstico de los parásitos intestinales “depende del parásito y de cuántos parásitos estén en el intestino. Hay algunos que se diagnostican muy fácil con una muestra y otros que necesitan más tiempo y métodos más laboriosos. Siempre va a depender del caso”.
Rubio, en cambio, considera que “algunos son difíciles de diagnosticar y fundamentalmente tipificar, es decir, caracterizar con precisión. Sin embargo, el estudio de laboratorio es un punto en común positivo con el que se puede conocer con certeza cuando existe este tipo de patología”.
Según la mirada de Celano, en las infancias “son fáciles de diagnosticar a pesar de que muchas veces no se perciben síntomas físicos. Principalmente, el éxito del diagnóstico dependerá de “la sospecha del médico, de cuánto se indague en cada familia y, por supuesto, el estudio de laboratorio”.