Crecer, formarse e independizarse sin una familia, todo un desafío

“TODOS LOS QUE CRECIMOS en una familia somos afortunados, y no nos damos cuenta de eso. Incluso quienes crecimos en una familia donde hubo un divorcio y nos separan, somos afortunados, pero nada se compara con crecer sin tener figuras parentales, o no saber de dónde vienes”, dice Javier Carbajal, director de la Aldea Infantil Morelia, en entrevista con Newsweek México.

Tal es el caso de Gonzalo Escobedo, un joven de 20 años quien a la edad de seis fue trasladado a la Aldea Infantil SOS Morelia —tras permanecer en una casa cuna— para complementar su crecimiento y desarrollo. Ahí obtuvo apoyo escolar, aprendió de finanzas personales, trabajo en equipo, realizó actividades recreativas y recibió ayuda emocional y psicológica, además de bases éticas que complementaron su persona.

Sin recordar mucho de su pasado, Gonzalo cuenta que al cambiarlo de la casa cuna a la Aldea, junto con otros compañeros, “me junté con otros chavos, con mi familia, digámoslo así, porque viví con ellos prácticamente toda mi vida”, cuenta en entrevista con Newsweek México.

Historias como la de Gonzalo se asemejan a la de otros jóvenes que viven dentro de Aldeas Infantiles que cuentan con el programa residencial o acogimiento familiar, como sucede en la sede de Morelia, para brindar un hogar a niños, niñas y adolescentes que han perdido el cuidado familiar y comunitario.

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Durante su estancia, los menores reciben atención de cuidadoras asignadas en las casas en las que residen dentro de la Aldea, es decir, mujeres certificadas y capacitadas para la crianza de niñas, niños y jóvenes de acuerdo con el modelo en el que se encuentren y darles mayores oportunidades de iniciar su vida autónoma fuera de la institución, cuando ellos se sientan seguros de tomar este gran paso en su vida.

“Les damos la libertad de que definan sus espacios y que se sientan a gusto, incluso con lo que quieran vestir, esto les permite definir su identidad. Esto para evitar retrasos en su desarrollo biopsicosocial y como un derecho al libre desarrollo de su personalidad”, comenta Carbajal.

UNA ALDEA QUE NECESITABA SER ESCUCHADA

En México existen seis Aldeas Infantiles SOS, ubicadas en Baja California, Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Chiapas y Michoacán, estructuradas en ocho programas.

En total han dado asistencia a 1,700 niños y adolescentes a través de programas de fortalecimiento familiar que asisten a familias en situación vulnerable y fortalecen sus lazos afectivos para prevenir la desintegración familiar.

Tal es el caso de la Aldea Infantil de Morelia, Michoacán, que cuenta con dos programas esenciales de cuidado. Por un lado, está el modelo Familia SOS, que se compone por un grupo de hermanos y hermanas que son niños y adolescentes cuidados por una madre social o cuidadoras, como se les denomina, dentro de la Aldea. Cada familia cuenta con su propia casa, que tiene cuatro habitaciones amplias, dos baños, sala, comedor y cocina, así como patio delantero y trasero.

“Es lo más semejante a una casa familiar”, agrega el director de la organización. Los hermanos provienen de distintos orígenes tras tener comunicación con diferentes sistemas de Desarrollo Integral en entidades como Estado de México, Puebla, Nayarit, Veracruz, Querétaro y Michoacán, donde cada caso requiere de una investigación exhaustiva para que el ingreso del menor tenga un desarrollo óptimo e integral.

Como sucedió con María Isabel Mejía, una joven madre de 22 años que actualmente estudia el tercer semestre de la carrera en enfermería, ya que su sueño es llegar a ser enfermera de quirófano y, para lograrlo, trabaja como mesera en una taquería. Su meta es dar un mejor futuro a su pequeño, que hoy tiene dos años de edad.

Isabel nació en la ciudad de Amealco, Querétaro. A ella y sus hermanos los separaron de sus padres por situaciones delicadas como falta de cuidado; su hermana mayor era quien llevaba la responsabilidad de “madre”, como ella describe.

“Llegamos a una casa hogar. Ahí duramos un año separados hasta que el DIF de Querétaro nos da la idea de volvernos a juntar y volver a hacer este núcleo familiar en Morelia, donde se encuentra la Aldea. Para nosotros fue una gran oportunidad porque de estar separados a estar juntos, es más padre así y pues aceptamos. Así fue como llegamos aquí, desde hace 11 años”, cuenta Isabel Mejía.

Antes de ser llevados a la casa hogar, la familia de Isabel se componía por nueve hermanos. Siete mujeres y dos hombres. Sin embargo, a la Aldea de Morelia solo llegaron a vivir ocho de ellos porque su hermano mayor decidió criarse aparte, según cuenta.

Para Isabel, Aldeas Infantiles, además de ser una organización es su familia, “porque es donde crecí, donde me desarrollé y donde he cumplido muchos sueños, y como dicen ‘es calor de hogar’, es algo muy bonito que no se olvida, y que además te da una mamá tan responsable que te da cariño. Fue una etapa muy bonita por eso, Aldeas Infantiles es mi familia”.

EL CAMINO A LA VIDA AUTÓNOMA

Tanto Gonzalo como Isabel permanecieron en la Aldea Infantil de Morelia hasta que decidieron iniciar su vida independiente, una decisión difícil que involucra diversas áreas del crecimiento y desarrollo en los jóvenes. Incluso, resulta un reto para el director y sus cuidadoras.

Para afrontar esta decisión de la mejor manera, tanto las criadoras o madres de los jóvenes en las distintas casas que componen la Aldea los preparan poco a poco para el momento en que ellos decidan salir al mundo, trabajar e iniciar una nueva vida.

En el caso de Isabel, ella cuenta que cuando era niña, su mamá le enseñó a mantener la casa limpia y en orden. “Siempre respetar lo que no es tuyo, hablar con respeto a todas las personas y a ser responsable. Tus valores siempre llevarlos a todas partes y siempre luchar por lo que tú desees. Nos enseñaron que nada es imposible y lo que te propongas lo vas a lograr sin importar los obstáculos”, agrega.

“Aquí contamos con psicólogos para trabajar el pasado, en cuanto a olvidar y sanar para planear el futuro”. Foto: Aldea Infantil SOS Morelia

Para Gonzalo, la experiencia fue diferente, pero con resultados positivos, ya que cuando se es un niño visualizan la vida en la Aldea “viendo el mundo como una burbuja porque tienes todo. Tienes protección. Tienes seguridad. Tienes educación, entonces, es todo muy bueno y cuando sales lo haces porque quieres saber qué onda con la vida”, explica.

Gonzalo considera que es un proceso similar al que pasan otros jóvenes de su edad que tienen una familia cuando quieren salir a la vida independiente; empero, la diferencia radica en que para ese joven el desapego a su familia puede ser lo más difícil, en su caso, al no tener figuras parentales biológicas de quienes tenga conocimiento y se da cuenta de que los consejos que en la Aldea le dieron para ahorrar sí sirvieron.

“A mí lo que me pasó es que, prácticamente, después de que salí me empezó a servir todo. Todo lo que me habían dicho, y en ese momento, tienes todo solucionado porque tienes todo. Tienes todas las herramientas para crecer”, añade a la plática.

En Isabel algo que fue parte de su desarrollo tras la separación de su familia fue el apoyo psicológico que recibió. “Aquí contamos con psicólogos para trabajar tu pasado, en cuanto a olvidar y sanar para planear tu futuro y que tus metas sean a corto y mediano plazo, seguirlas y no olvidar ese objetivo. Tienes que seguir pase lo que pase”, explica convencida de sí.

De acuerdo con Javier Carbajal, director de la Aldea Infantil SOS Morelia, el trabajo con niños y jóvenes abarca cuatro cuadrantes: protección infantil, género, juventudes y cuidados alternativos, y cada uno cuenta con una política y niveles de actuación.

“Todo es un reto. Siempre trabajé con adolescencias y juventudes, pero creo que el mayor reto es que cada proceso se haga con calidad. Incluso, tener el reto de la cobertura, al intentar incrementarla, cuando afuera hay gente que está viviendo violencia y necesita de una red de apoyo donde nosotros tenemos un modelo que se le puede proporcionar”, señala Carbajal.

UNA VIDA INDEPENDIENTE RESPONSABLE

De acuerdo con los resultados del informe “Más autonomía, más derechos” que realizó la Red Latinoamérica de Egresados de Protección, el tránsito de los adolescentes a la vida autónoma debe entenderse más allá de las capacidades, voluntad y méritos que desarrollen.

El estudio analiza las estrategias en las que los jóvenes han estado institucionalizados durante años y la implementación de las herramientas que obtuvieron en talleres y pláticas previas a su egreso de alguno de los dispositivos o programas residenciales. El objetivo es construir políticas públicas, así como medidas y acciones que se desarrollen regionalmente orientadas a acompañar el egreso de adolescentes y jóvenes del sistema de cuidados alternativos con enfoque de derechos humanos en Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, México y Perú.

El tránsito de los adolescentes a la vida autónoma debe entenderse más allá de las capacidades, voluntad y méritos que desarrollen. Foto: Aldea Infantil SOS Morelia

“Los que crecimos con una familia somos afortunados. Nada se compara con no tener figuras parentales, como el caso de Gonzalo, que no sabe de dónde viene. Las historias que conozco son fuertes, al revisar los expedientes y darte cuenta de la violencia extrema inimaginable que viven los chicos es cuando reflexiono en que fui muy afortunado”.

A pesar de los donantes con los que cuenta Aldeas Infantiles para mantener la educación y recreación de niños y adolescentes, nada de eso se compara con tener y crecer en una familia, como sucede con los grupos de hermanos que se protegen de una manera impresionante.

“Entre ellos se cuidan y se protegen mucho, son muy solidarios. La empatía a las vidas con las que trabajas, ser sensible a su situación es por lo que trato de no perder la calidad en la atención que damos y poner mucha atención a cada persona por su pasado y las heridas previas que tienen”, señala Carbajal.

Gonzalo quiere estudiar psicología, hasta ahora solo cuenta con el cuarto semestre de preparatoria, y aunque la pandemia afectó el proyecto de vida que había empezado en Ciudad de México, volvió a Morelia para trabajar y continuar estudios.

“Yo quiero ser psicólogo porque me gustaría ayudar aquí [en la Aldea], siento que me ha ayudado mucho, tengo la experiencia de haber estado en ese lugar y creo que podría ayudar a más jóvenes y adolescentes. Creo que sí podría aportar ese granito en sus vidas para que puedan ser mejores como lo aportaron en mí”, concluye.