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Creó exitoso negocio trabajando pocas horas tras ser despedido de su empleo

Sentado en una playa de Tailandia, mirando hacia el horizonte y viendo la vida pasar sin nada impactante a lo que apegarse, John Crestani estiró la mano y tomó uno de los libros que se había traído de casa.

Tenía 21 años y había sido recientemente despedido de su trabajo en Estados Unidos. También había abandonado la universidad y, con un préstamo familiar, se había embarcado en un largo viaje hacia el extremo asiático, con la intención de “encontrarse a sí mismo”.

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John Crestani. Foto de su página de Facebook.

Fue entonces que entre los libros de su mochila, además de una Biblia y un Bhagavad Gita, Crestani tomó La semana laboral de 4 horas (The 4-Hour Workweek), un manual de autoayuda escrito por el emprendedor Tim Ferris que rechaza el estilo de vida de ocho horas de trabajo durante cinco días a la semana, y que propone un rediseño que nos haga ahorrar con vistas a la jubilación.

De manera que John Crestani quedó seducido por la propuesta de Ferris de abandonar un estilo histórico que cambia tiempo por dinero, para centrarse en construir una empresa que pueda gestionarse por sí sola.

“Estaba en un punto en que mi vida no tenía un sentido; yo no sabía a dónde iba, estaba vacío –apunta Crestani en entrevista con Forbes. Entonces pensé ‘Esto suena genial, quiero hacerlo’.”

Crestani construyó una red de afiliados de mercadeo que actualmente genera entre un cuarto de millón y medio millón de dólares al mes, y que le permite viajar por todo el mundo.

Pero el éxito cosechado desde aquel lejano 2009 en que Crestani vagaba por las playas de Tailandia no ha llegado de golpe. Tuvieron que producirse varios fracasos y no pocas salidas en falso, antes de que este emprendedor llegara a montar un negocio verdaderamente rentable.

Lo primero que hizo fue vender productos a través de eBay, con ganancias entre mil y dos mil dólares al mes, aunque tuvo que hacerle frente a una llamada del equipo de seguridad de PayPal, pues Crestani vendía productos con los que PayPal no estaba de acuerdo. De ahí que el negocio cerrara al acto.

Luego el joven regresó a los estudios e intentó hacer fortuna con sus colegas, aprovechando sus conocimientos técnicos para dar con las respuestas de los exámenes online de las más grandes universidades, que seguidamente comercializaba.

“Fue una sensación extraña –relata ahora–. Nunca había imaginado que un archivo PDF podría ser tan valioso. Fue mi primera experiencia de conocimiento a cambio de dinero”.

A pesar de los 1.000 dólares producidos en tan solo el primer día, Crestani tuvo que abandonar el proyecto cuando supo que la escuela sospechaba de sus manejos ilícitos.

El siguiente paso fue vincularse como simple trabajador en una empresa: ocho horas de trabajo, cinco días a la semana.

Como empleado en una empresa de marketing de Los Ángeles, Crestani aprendió el abc del comercio digital y en poco tiempo ya controlaba veinte cuentas de clientes, producía anuncios atractivos y hasta presentaba estrategias de ofertas para aumentar las ventas.

Pero cuando se había convertido en una estrella de la publicidad, con aportaciones sólidas a la compañía, el joven decidió que era hora de pedirle al jefe un aumento de salario. El superior no hizo más que ignorarlo y pedirle que regresara a su puesto. Poco tiempo después fue despedido.

Ahora sí que estaba convencido de que era el momento de no tener nunca más un jefe mirando por encima de sus hombros, y que sus conocimientos de publicidad online lo llevarían a lograr su objetivo.

Fue entonces que proyectó promover los productos desarrollados por otras empresas, en lugar de gastar grandes cantidades de tiempo y dinero en crear la suya.

Crestani se vinculó a los fabricantes de productos homeopáticos, a quienes ofreció campañas publicitarias a cambio de márgenes suculentos de beneficios. Seguidamente creó la firma Nutryst, a través de la cual se recluta y se enseña a otros afiliados para vender estos productos por sí solos, provocando un efecto de red que genera ingresos masivos al mes cercanos a los seis ceros.

Pero la clave de su éxito está más allá:

“Cada campaña publicitaria millones de dólares pongo en marcha, me grabo a mí mismo de manera obsesiva en mi computadora en el proceso de creación. Paso los módulos a mi equipo y me aseguro de que pueden hacer un trabajo tan bueno como yo.”

El resultado es un negocio que se amplía cada vez que lo necesita; Crestani y su equipo de cada diez aumentan la inversión publicitaria en las áreas adecuadas y observan cómo aumentan los beneficios adquieren en consecuencia.

Lo cierto es que este joven emprendedor nunca bajó la guardia en su empeño por lograr su autonomía, por no tener que soportar nunca más las miradas de los jefes, pero sobre todo por llegar algún día a las famosas cuatro horas de trabajo rentable a la semana.

Ahora, con 28 años, John Crestani, millonario y recién casado, evoca sus años más duros, pero no deja de soñar en nuevos proyectos. Él sabe que sí se puede. Su breve trayectoria es una prueba de ello.