El COVID no se irá pronto a ninguna parte. Hay que aprender a vivir con él y a adaptarse | Opinión

Una nueva variante del coronavirus, aún más contagiosa que las cepas anteriores, es ahora dominante en Estados Unidos. Pero el aumento de los casos no debería hacer que la mayoría de los estadounidenses se atrincheren o que los responsables políticos vuelvan a imponer restricciones. Por el contrario, la rápida propagación de la subvariante BA.5 de la ómicron es una ventana a lo que parece ser el futuro de este coronavirus.

Ya hemos visto este patrón antes. La variante ómicron original era más contagiosa que la variante delta anterior y se convirtió rápidamente en la dominante en el pasado invierno. Hubo una breve pausa, tras la cual esa cepa fue sustituida por una subvariante más contagiosa, la BA.2. Las infecciones causadas por la BA.2 han empezado a disminuir, justo a tiempo para que las subvariantes BA.4 y BA.5 tomen el relevo.

La BA.5 constituye ahora el 65% de todas las infecciones en Estados Unidos. Esto no debería sorprendernos. Continuamente aparecen nuevas variantes, con cepas más contagiosas que desplazan a las anteriores.

Las pausas seguidas de repuntes son la nueva normalidad. En lugar de reaccionar con alarma, las autoridades sanitarias deberían establecer la expectativa de que, mientras los hospitales no se vean desbordados y las vacunas sigan funcionando para prevenir enfermedades graves, las políticas deberían centrarse en minimizar los trastornos de la vida cotidiana.

El virólogo y pediatra Paul Offit está de acuerdo. Offit es el director del Centro de Educación sobre Vacunas del Children’s Hospital of Philadelphia y miembro del influyente comité asesor sobre vacunas de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA). Me dijo en una entrevista que este coronavirus “estará aquí durante toda mi vida, la de mis hijos y la de sus hijos”. Y añadió: “No podemos seguir imponiendo el uso de mascarillas y las cuarentenas para prevenir la infección asintomática; tenemos que aceptar la enfermedad leve como parte de la vida con el COVID-19”.

Su objetivo, que comparto, es evitar que la gente enferme gravemente. Para la mayoría de la gente, las vacunas lo están haciendo bien, incluso contra la BA.5. Las hospitalizaciones están aumentando, pero son aproximadamente una quinta parte del pico de la primera ola de la ómicron. Dado que el verdadero número de infecciones pudiera ser hasta 10 veces mayor que el número reportado, esto significa que las vacunas están haciendo su trabajo y desvinculando la infección de la enfermedad grave.

No es razonable pedir a los estadounidenses que renuncien a viajar, a ir a restaurantes o a asistir a bodas para prevenir lo que para la mayoría de la gente será probablemente una enfermedad leve. Las restricciones impuestas por el gobierno incluidas la obligación de uso de mascarillas— deberían reservarse para las emergencias graves, en las que no estamos ahora. En su lugar, las autoridades deberían ampliar las intervenciones que cuentan con un amplio apoyo, como las pruebas de detección, el tratamiento y la mejora de la ventilación.

Los recursos deben dirigirse especialmente a ayudar a los más vulnerables a las consecuencias graves del COVID-19. Entre los mayores de 65 años que recibieron las dos dosis originales, alrededor del 30% aún no ha recibido la primera dosis de refuerzo. Y de los que lo hicieron, solo el 34% recibió una segunda dosis de refuerzo. Tampoco estamos aprovechando al máximo otras herramientas, como el anticuerpo preventivo Evusheld y los tratamientos antivirales, incluido el Paxlovid, que son eficaces contra la BA.5. Esto debe cambiar.

Mientras tanto, necesitamos invertir urgentemente en mejores vacunas, concretamente en una vacuna contra el pancoronavirus que funcione con todas las cepas, y en vacunas nasales que reduzcan la transmisión del virus. Necesitamos una “Operación Warp Speed Parte 2” para acelerar el desarrollo de vacunas y de terapias adicionales para tratar el COVID y los síntomas prolongados.

Esto no quiere decir que las personas con bajo riesgo de enfermedad grave deban renunciar a las precauciones. Incluso si están vacunadas y con refuerzos o si ya han padecido COVID, es muy probable que puedan contraer BA.5. Sin precauciones, la increíble transmisibilidad de las variantes emergentes significa que la gente podría contraer COVID-19 varias veces al año de aquí en adelante.

Cada vez que las personas se infecten con el virus, pudieran terminar con COVID prolongado. Algunos dirán que precisamente por eso quieren seguir evitando este coronavirus. Pueden seguir adoptando precauciones estrictas, como pedir a los demás que se hagan la prueba antes de reunirse y llevar una mascarilla de alta calidad en los espacios interiores. Otros dirán que ya está bien: no quieren pagar el precio cada vez más alto de evitar el COVID. Muchos elegirán algo intermedio. No limitarán sus actividades, pero se mantendrán al día con los refuerzos, usarán mascarillas en lugares concurridos y se harán la prueba antes de visitar a familiares vulnerables.

Offit explica que la definición de pandemia incluye el cambio de la forma de vivir, trabajar y jugar. “Nosotros determinamos cuándo se produce la pandemia”, dijo. “Basándonos en el comportamiento de la gente, parece que la mayor parte del país ha decidido que eso ya ocurrió”.

No creo que la pandemia haya terminado. Este coronavirus pudiera dar muchas más sorpresas en los próximos años. Este otoño, o el siguiente, pudiera surgir una nueva variante mucho más letal y que no responda a las vacunas y tratamientos existentes. Las autoridades sanitarias deben preservar su credibilidad para pedir una respuesta de emergencia cuando sea realmente necesaria.

Ese momento no es ahora con la variante BA.5.

La Dra. Leana S. Wen, columnista colaboradora del Washington Post y autora del boletín The Checkup with Dr. Wen, es profesora de la Escuela de Salud Pública del Instituto Milken de la Universidad George Washington.

©The Washington Post

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