El increíble sistema de comunicación que se convirtió en el primer 'Tinder' de la historia
Berlín, como muchas ciudades europeas guarda un secreto en sus entrañas: los cientos de kilómetros de correo neumático, ya en desuso, que algún día facilitaron la comunicación entre personas. Antes del fax, de los teléfonos móviles, los emails y de los mensajes de texto, la revolución fue esta red de tubos capaz de transportar cápsulas con pequeños objetos en su interior impulsadas por aire comprimido. Un hito ya olvidado que, no solo marcó un antes y un después en el acceso y transporte de información, sino que, gracias a sus múltiples usos, se instituyó como el primer Tinder de la historia.
El correo neumático fue inventado en la primera década del siglo XIX por el escocés William Murdoch y adoptado en las principales urbes europeas para solucionar los problemas de congestión telegráfica entre puntos relativamente próximos. En 1853 el subsuelo de Londres se llenó de tubos para transportar mensajes y cheques de dinero a una velocidad de, alrededor, seis metros por segundo. Este sistema, el primero del mundo en su especie, se instaló entre la oficina central de telégrafos (CTO) y la bolsa de valores, a tan solo 220 metros de distancia entre ellos. En un primer momento, se trató de un pequeño tubo subterráneo de apenas una pulgada y media, dentro del cual viajaban los cilindros, revestidos en cuero y con una especie de parachoques de fieltro en la parte delantera. Las capsulas se disparaban a lo largo de esta red de ida y vuelta usando para ello el aire comprimido que se generaba a partir de una máquina de vapor instaladas en las cabeceras.
Su utilidad quedó más que probada, por lo que, poco tiempo después, el sistema empezó a sufrir mejoras. Se renovaron los tubos para que pudieran albergar cilindros de mayor capacidad y la red se extendió más allá de esta primera ruta urbana. Lo que comenzó con el transporte de documentos oficiales, cheques y transacciones de valores, acabó usándose como el principal transporte de correspondencia personal entre aquellos afortunados de la élite con capacidad económica para pagar el revolucionario ‘viaje’ subterráneo. La noticia del éxito del correo neumático corrió como la pólvora y pronto se extendió más allá de Reino Unido. Praga, Roma, Paris, Milán, Berlín o, incluso, Nueva York y Río de Janeiro fueron solo algunas de las ciudades que comenzaron a implementarlo.
Los tubos parisinos, inaugurados en 1879 y clausurados en 1984, llegaron a tener un diámetro de, aproximadamente, 3 pulgadas, dentro de los cuales, las cápsulas alcanzaban velocidades de hasta 45 kilómetros por hora. La red de la Gran Manzana fue una de las más modernas. Unía diferentes oficinas de correos entre Manhattan y Brooklyn, con tubos de gran envergadura de unos 20 centímetros capaces de transportar paquetes de pequeño tamaño.
El Resi Casino, el local donde el correo neumático se empleaba como hoy Tinder
En el caso de la capital alemana, la red de tubos de hierro forjado, inicialmente de dos pulgadas y medio, comenzó a operar en 1865 y llegó a sumar alrededor de 400 kilómetros en 1940 (el año de mayor esplendor). Fue uno de los sistemas más extensos jamás ideado hasta quedar obsoleto en 1976, con 38 estaciones para el envío y recepción de las cápsulas. Aunque su origen tiene un propósito comercial, como el resto de sistemas, pronto se trasladó a la vida cotidiana. Tanto es así que fue el gran reclamo de uno de locales de moda en el Berlín del siglo XX, el Residenz Casino, más conocido como el Resi. Ahí acudían famosos y anónimos de alta alcurnia para dejarse embeber por el alcohol, el baile y el ambiente libertino. Fue inaugurado en 1908, muy cerca de la icónica Alexanderplatz, durante el periodo histórico de la República de Weimar, entre 1918 y 1933, tras la derrota de la Primera Guerra Mundial.
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El Resi casino tenía capacidad para 1.000 personas e incluía numerosas barras de bar y diferentes ambientes, además de habitaciones privadas donde los clientes se dejaban llevar por sus pasiones, anhelos e intereses. Lo paradójico es que esto último no era lo más llamativo de aquel lugar erigido para el disfrute. Cada mesa disponía de una entrada a un tubo de correo neumático, con su correspondiente cilindro, y destino a las tantas otras mesas. Un Tinder a la vieja usanza que permitía a la persona mandar mensajes anónimos a cualquier desconocido aposentado en otra de las mesas para proponerle conocerse, bailar, lo que surja… También se ofrecía un menú conformado por 135 pequeños objetos por los que el emisario podía decantarse y enviar en forma de regalo a su potencial conquista dentro de una de las cápsulas transportadoras. En el listado se incluían desde pequeños frascos de perfume, hasta cigarreras pasando por opciones de viajes cerrados para disfrutar de una escapada de fin de semana. Según la rumorología, también había la posibilidad de enviar bolsitas de cocaína a través de esta particular red precursora de las aplicaciones de citas.
La interacción inédita que procuraba el Resi lo convirtió en un centro clave del placer citadino, no sólo en la época de la República de Weimar, también durante el tercer Reich nazi. El Resi se mantuvo hasta 1944, cuando un bombardeo de los aliados durante la Segunda Guerra Mundial lo volvió pedazos.