"La reticencia estadounidense a usar mascarilla es suicida, desde mi punto de vista en Hong Kong"

Scott Duke Harris

HONG KONG – Llevar o no llevar mascarilla... ¿Esa sigue siendo la pregunta? ¿En serio?

No debería serlo cuando un virus letal puede contagiar a través de un estornudo, una tos o simplemente un respiro. No debería serlo cuando la pandemia ha matado a casi medio millón de personas en todo el mundo, más de 125 000 en Estados Unidos, y los casos en varios estados se están disparando.

En Hong Kong las personas lo entienden y se preguntan por qué, después de tanta miseria, millones de estadounidenses siguen tan desorientados.

Everyone must wear a respirator before leaving the house to protect against Covid-19's virus and germs.
Everyone must wear a respirator before leaving the house to protect against Covid-19's virus and germs.

Esta es una perspectiva desde una urbe que lleva mascarilla, una región semiautónoma de China donde la gente comenzó a usar mascarillas en enero, casi inmediatamente después de que se difundiera la noticia del misterioso brote en Wuhan, a tan solo 570 millas de distancia. Con el recuerdo del síndrome respiratorio agudo severo y otros virus mortales, los hongkoneses no esperaron a una directiva del gobierno para empezar a usar mascarillas.

Las mascarillas realmente funcionan

Las mascarillas funcionan y han ayudado a Hong Kong a suprimir esta plaga. Hong Kong es esencialmente la versión asiática de la ciudad de Nueva York, un centro global similar en población, densidad y dependencia del transporte público. Sin embargo, aunque Nueva York ha enterrado a decenas de miles de residentes, Hong Kong solo ha registrado siete muertes por COVID-19 de un total de aproximadamente 1 200 casos. Las mascarillas son una razón clave.

Sin embargo, Estados Unidos no lo entiende. El debate fútil y desalentador se escucha prácticamente en todos los vecindarios de cada estado. Millones de estadounidenses prudentes usan mascarillas y millones se niegan de manera terca y egoísta a llevarlas. Como dijera Aubrey Huff, el ex profesional del béisbol: “preferiría morir por coronavirus antes que usar una mascarilla y vivir con miedo”.

Su posición hace que nos preguntemos si esas personas sacrificarían tan gustosos a sus padres en su valiente lucha contra la salud pública.

El uso de mascarillas no es la única razón del éxito de Hong Kong. Los severos controles fronterizos, el vigilante sistema de rastreo de contactos y la cuarentena selectiva han sido de vital importancia. Pero las mascarillas son la única herramienta que se puede aplicar con facilidad en otros lugares.

Las mascarillas contribuyeron a limitar tanto el contagio como el daño económico en Hong Kong. Aquí los residentes nunca han recibido órdenes de quedarse en casa y la mayoría de las tiendas y restaurantes han seguido abiertos. En mayo, los niños regresaron a las aulas por primera vez desde enero, aunque deben usar mascarillas, al igual que sus maestros.

A inicios de este año, incluso antes de que las personas empezaran a comprar papel higiénico y desinfectante, ya era difícil encontrar mascarillas quirúrgicas. Una mañana llegué a una farmacia local dos horas antes de la apertura y ya había 24 personas en la fila. Cuando abrieron las puertas, la longitud de la cola se había triplicado, pero la tienda solo tenía 20 cajas de mascarillas, una por cliente. Bueno.

Scott Duke Harris en Hong Kong en junio de 2020.
Scott Duke Harris en Hong Kong en junio de 2020.

Asia estaba en alerta máxima mientras que el resto del mundo parecía tan confuso como el presidente Donald Trump. A finales de enero, cuando la escasez de mascarillas era noticia de primera plana en Hong Kong, mi esposa compró mascarillas N95 de primera categoría mientras viajaba por Singapur. Las encontró en un 7-Eleven.

Con elásticos de goma y un ajuste ceñido, las N95 resultaron ser incómodas cuando iba a hacer la compra. Más tarde, al igual que las personas del lugar, opté por usar mascarillas quirúrgicas más simples. Hace poco, el gobierno de Hong Kong envió mascarillas lavables y reutilizables a cada residente que las solicitara. Puedes reforzar la seguridad de esas mascarillas de tela poniéndole otra capa, como un filtro de café.

Es curioso, pero solo el otoño pasado este mismo gobierno intentó prohibir el uso de prendas que ocultaran la identidad en las protestas callejeras masivas a favor de la democracia. Ahora que Beijing está presionando de nuevo para obtener un mayor control de Hong Kong, las protestas han vuelto y las mascarillas cobran relevancia a medida que el distanciamiento social retrocede.

La contribución de la ciudad al argumento a favor de las mascarillas incluye un estudio del laboratorio de la Universidad de Hong Kong en el que los investigadores analizaron la transmisión del virus en dos grupos de hámsters, algunos infectados y otros no. Encontraron que las jaulas con divisiones de mascarillas podían reducir la tasa de infección en un 50 %. Ante esos resultados, sospecho que muchos hongkoneses reaccionarían pensando que han descubierto el agua tibia.

En Hong Kong, usar una mascarilla en medio de una pandemia es una cuestión tan política como usar un paraguas cuando llueve. A medida que me he ido acostumbrando a su uso, también me he sentido desconcertado por las noticias que llegan desde casa. Me he dado cuenta de que muchas de las preguntas a menudo se enmarcaban en términos individuales: ¿usar mascarilla realmente me protegerá? ¿Qué pasa con mis libertades?

La lucha americana por el individualismo

Para muchos estadounidenses, la mascarilla es un desafío al robusto espíritu del individualismo: una barbilla sobresaliente es masculina, si le pones una mascarilla eres un cobarde. Al contrario, el acto de usar mascarilla se descarta como una “señal de virtud” liberal.

La mentalidad asiática, arraigada en gran parte en las tradiciones comunitarias confucianas, versa más sobre el “nosotros” que sobre el “mí”. Aquí nuestras mascarillas son herramientas que trabajan en comunión para ayudarnos a mantenernos saludables. Solo ver la mascarilla es un recordatorio del riesgo que compartimos y nos anima a usar otro chorro de desinfectante.

De manera perversa, el desdén de Trump por las mascarillas ha convertido la pandemia en un campo de batalla de política tribal. Hace mucho tiempo que perdió su oportunidad para unir a los estadounidenses contra el virus. Podía haber sumado a sus seguidores leales de gorra roja a las masas que han escuchado las advertencias de los expertos en salud pública. En vez de insistir en que el virus desaparecería por arte de magia o en la idea de que se trataba de un “engaño” diseñado para dañarlo políticamente, el comandante en jefe podía haber ordenado la producción masiva de mascarillas para crear un muro contra el “enemigo invisible”. Y podría haber afirmado que haría que China pagara por ello.

Pero aquí estamos, con un presidente que todavía evita usar mascarilla y los estadounidenses que siguen levantando su barbilla, algunas cubiertas y otras no. Todavía estamos discutiendo sobre el uso de mascarillas mientras la matanza prosigue.

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Este artículo fue publicado originalmente en Yahoo por USA Today