Coronavirus en la Argentina. "Quién decide cómo se cuida soy yo". La ética propia de los que reivindican las juntadas con la familia

"Nosotros sí nos juntamos. Con todos los recaudos, cuidándonos muchísimo. Vivimos en un radio de diez cuadras y con dos de mis hijos y sus familias nos vemos los fines de semana. Con el mayor, no, porque la mujer tiene mucho temor. Nosotros somos responsables, no irresponsables como se trata de hacernos ver. Porque, ¿sabés qué? La que decide cómo se cuida soy yo, somos nosotros".

Quien habla es Silvana R., una psicóloga de 62 años, madre de dos médicos y un ingeniero. "A mi papá también lo vamos a ver. Tiene 90 años. ¡O se muere de tristeza, o se muere de Covid! Lo que le queda es poco. ¿Qué? ¿Le voy a sacar un año?", agrega.

No son pocos los que por estos días abrazan un pensamiento similar. Es más, han desarrollado una ética propia de las juntadas. Y la reivindican. La decisión del presidente Alberto Fernández de prohibir los encuentros en todo el país puso en evidencia lo que la corrección política del "quedate en casa" ocultaba: Hasta los más puritanos de la cuarentena reconocen en voz baja que en algún momento han quebrado el aislamiento social con encuentros puertas adentro con familiares y amigos. Y ante la decisión oficial de salir a combatir y sancionar los encuentros clandestinos, por considerarlos el principal vector de contagios en este momento, surge la pregunta: ¿Puede el Gobierno mandar sobre quién entra en nuestro mundo privado?

Eso sí: para los infectólogos no hay dudas de que está absolutamente contraindicada la reunión social ya sea con familiares y amigos dentro de un espacio cerrado porque aseguran que aumenta exponencialmente el riesgo al contagio.

El debate se instaló en las redes sociales. "Obviamente que no voy a acatar. No se puede acatar una orden de esta naturaleza porque está mal. ¿Desde cuándo esta gente va a regular la relación de los padres con sus hijos por medio año? ¡Por favor!", disparó el periodista Marcelo Longobardi, durante su programa en Radio Mitre.

"Yo estoy de acuerdo con que prohíban los eventos deportivos, culturales y religiosos. Eso es una obviedad y no se puede hacer. Ahora, que un decreto regule lo que pasa dentro de las casas de las personas, cualquiera sea el número de las personas, es inaceptable. Conmigo no cuenten, les aviso desde ya", dijo.

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"Que una familia no pueda recibir a una familia o una familia no pueda recibir a un hijo después de cuatro meses de cuarentena es inaceptable. Es una locura. Faltaría que hagan como en China, donde le soldaban la puerta a la gente con el virus", graficó Longobardi.

Algunos cuestionaron el decreto presidencial. "¿No estaba prohibido ya?", dijeron. Si bien la prohibición de las reuniones rige desde el comienzo de la cuarentena en el AMBA, la medida apuntó a suspender los permisos de encuentros de menos de diez personas que regían en distintas provincias. Pero, en realidad busca desalentar efectivamente los encuentros clandestinos de amigos y familias en Capital y Gran Buenos Aires, donde aumentaron exponencialmente los contagios entre personas que no son población de riesgo.

Días atrás, el ministro de Salud, Ginés González García, había apuntado a este tipo de encuentros para explicar, en parte, el aumento de los casos. Cuando el presidente Alberto Fernández anunció que el aislamiento se prolonga hasta el 16 de agosto, pidió responsabilidad individual para evitar la propagación del virus. El pedido, sobre todo, se enfocó en los jóvenes y adolescentes: "Los jóvenes se creen inmunes, pero los jóvenes contagian y la enfermedad es impiadosa con los adultos mayores", dijo el mandatario.

¿Son inocuos los encuentros entre familias?

"¿Si nosotros estamos encerrados y ellos también, por qué no nos podemos encontrar? Para mí, es más peligroso permitir que los chicos salgan a la calle o abrir todos los comercios. Nosotros nos juntamos con unos amigos los domingos. Y siempre lo hacemos como un operativo secreto. De hecho, aunque haya sol nos metemos dentro de la casa, para que los vecinos no nos vean. Pero tal vez sería mejor poder estar al aire libre", dice Florencia Sánchez, que vive en Colegiales.

Eduardo López es uno de los infectólogos de referencia del Gobierno durante la pandemia y opina todo lo contrario: "El único contacto que no conlleva mayor riesgo es el encuentro casual, al aire libre, en el que se rompe el distanciamiento social, pero por no más de diez minutos. Todo lo demás es disparatado", apunta categóricamente. "Está absolutamente contraindicada la reunión social con familiares y amigos dentro de una casa, para comer un asado o un pizza party -se indigna-. Más de cinco personas reunidas, sin distanciamiento social, en un ambiente cerrado, por más de 10 minutos aumenta exponencialmente el riesgo de contagio". Con este tipo de transgresiones, opina, se distorsiona el objetivo de la cuarentena.

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Sofía y Adrián viven en Olivos y si bien empezaron la cuarentena desinfectando y esterilizando casi todo en la casa, cuando se abrieron las salidas de fines de semana para los chicos en Capital, ellos decidieron que era momento de que sus hijas de 7 y 9 años retomaran alguna clase de contacto social. Los elegidos fueron los primos: los hijos de Germán, el hermano de Adrián que vive a pocas cuadras. Desde entonces, casi todas las semanas se juntan las dos familias. Y pocas veces han cambiado de invitados.

"Los chicos y también nosotros esperamos toda la semana este encuentro. Es como nuestro momento de alegría y distracción. Unas pocas horas en las que nos olvidamos que existe ese horrible universo llamado cuarentena", dice Sofía. Pero hace una semana, la alegría empezó a tambalear: la hermana de Sofía empezó con tos, dolor de garganta y fiebre. Tuvieron que hisoparla. "Había estado en casa dos días atrás. Y después nosotros nos juntamos con la familia de Germán. Por suerte le dio negativo. Pero por un momento pensamos que la cadena de contagios podía ser más grande", dice Sofía, que es analista de sistemas.