A la construcción de la narrativa del poder ciudadano

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Nadie ama a su Patria porque sea grande, la más rica o avanzada, sino porque es suya”.

Lucio Anneo Séneca, Filósofo latino (Epístolas, 66, 26)

 

México se encuentra en el umbral de unas elecciones que han sido calificadas de históricas por el número de cargos en disputa: 20 mil 708 cargos tanto a nivel federal como local, incluida la presidencia de la república. Como antaño, en el imaginario de los ciudadanos prende nuevamente la expectativa de que, como cada seis años, con los comicios -que tendrán lugar el 2 de junio próximo- y con el nuevo gobierno los problemas inmediatos del país se resolverán, merced a la promesa de quienes hoy candidatos, mañana conducirán el destino del país.

Lo cierto es que durante sus campañas los candidatos han presentado sus promesas a la ciudadanía, con un marcado enfoque en el marketing emocional y la creación de espectáculos para atraer votos. Rara vez se observa una estrategia sólida para debatir y convencer a los ciudadanos con propuestas concretas o con una plataforma de expresión para la ciudadanía que prometen representar.

En los hechos, los candidatos ofrecen soluciones como si fueran los únicos participantes en el espacio público, relegando a los ciudadanos a un papel de espectadores. Con ello se confirma que la interlocución que los partidos debieran de fungir entre la ciudadanía y el gobierno ha sido sustituida por el interés puramente político, relegando las demandas de la población a las que se comprometieron considerar en la toma de decisiones gubernamentales.

Para los partidos y sus candidatos, las campañas suelen ser vistas como meros trámites previos a las elecciones, sin una explicación clara de cómo cumplirán las promesas ni una invitación a los ciudadanos a colaborar en la creación de futuras políticas públicas.

Esta visión de la política ignora el hecho de que los ciudadanos participamos activamente en la vida pública todos los días. Impulsamos con nuestra inteligencia y habilidades nuevas formas de abordar los asuntos públicos, convirtiéndonos en actores clave en la agenda local y comunitaria, sin necesidad de pedir permiso.

Cabe mencionar que han sido múltiples las expresiones ciudadanas que ratifican la conquista de decenios de luchas democráticas, de diversos movimientos sociales y culturales cuya tenacidad, resistencia e inteligencia, han dado cuenta de cómo la ciudadanía expresa su voluntad para la conducción política del país.

Ha sido una gran constelación democrática en la que la ciudadana ha alzado la voz en diversos momentos para apelar a la conciencia y valores cívicos como un requisito necesario para la conciliación nacional, la defensa de las libertades y la democracia.

Ejemplo de lo anterior es la “Marcha por Nuestra Democracia”, del 17 de febrero de 2024, que se erigió en un triunfo de las organizaciones convocantes, como también lo fueron en su momento la marcha del 13 de noviembre de 2023 en defensa de las instituciones electorales ante la iniciativa presidencial para anular la autonomía e independencia del Instituto Nacional Electoral (INE) o la del 22 de octubre de ese año por la dignidad de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y por la salvaguarda de la autonomía e independencia del Poder Judicial de la Federación.

Los objetivos de esas marchas ciudadanas se lograron. Permeó en la conciencia ciudadana la importancia de ejercer el derecho a manifestarse de manera libre, lo que implicó una reflexión colectiva de continuidad o cambio. Pero, sobre todo, que su participación gesta la conciencia cívica y demuestra que es posible arrebatarle a la clase política no sólo las plazas, sino el espacio público.

En ese contexto, la narrativa de estas elecciones debe impulsar la fuerza ciudadana que no solo saldrá a votar, sino que también disputará un espacio público para seguir siendo un actor en el diseño, implementación y vigilancia de las políticas públicas. La calidad ciudadana implica por definición seguir participando en la defensa de nuestros derechos humanos y exigir rendición de cuentas.

Para la ciudadanía organizada es claro que los avances se registran en materia de participación política, que hay avances a golpe de presión social, y que no se trata de un asunto de concesiones de parte de la clase política y de los gobernantes a los que lamentablemente les ha faltado, hasta ahora, generosidad y altura de miras para ponderar el peso de los ciudadanos para remontar el inacabado proceso de transición democrática.

Finalmente, el mensaje del poder ciudadano es claro: no queremos “pan y circo” en las campañas que no van más allá de una retórica plagada de lugares comunes que terminan por ser repetitivos, cansinos e intrascendentes, sino que luchamos para que los candidatos, junto con los ciudadanos, entablemos el diálogo y la colaboración para pasar de las promesas al compromiso real y abordar los temas urgentes con una perspectiva de largo plazo en la agenda pública en la que todos somos protagonistas con pluralidad y visión crítica para decidir el rumbo del país y así garantizar el balance de las libertades y los derechos cívicos, políticos, económicos y sociales de las personas.

* Elio Villaseñor Gómez es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A.C. (@Iniciativa_pcd).