La comunicación y su permanente nueva realidad

Los “cinco minutos de fama” de una persona son siempre una gran sorpresa mediática, se padecen por escándalos, por debates estridentes, por contradicciones, por coyunturas, también por heroísmos…, en los medios de comunicación; la constante, casi siempre, es con ausencia de competencias profesionales. En política así sucede, personalidades del medio que se erigen muy cercanas a la “divinidad”, hablan desde su empoderado YO; preparan noticias desde sus intereses, credos y doctrinas, discursos ideológicos que buscan mediatizar las atmosferas sociales desde sus intereses políticos, a veces obtienen sus “cinco minutos de fama”.

Hemos padecido una transición de las masas a los públicos en los medios de comunicación masiva. La farándula y la política se asemejan en su vida compartida en lo individual y en los social, muestran un rostro influido por los medios masivos y sus tecnologías, es decir, una cultura tecnologizada, punto pivote de transformaciones en la producción y recepción comunicativa, esto es, de los significados que comparten.

En los medios de comunicación se crea un “pizarrón” que anticipa una pedagogía del sentido que los discursos tienen y los que se cruzan para influir en cómo pensar, qué sentir, cuáles deseos, qué consumir, qué desechar, del hilván de los discursos en sus expresiones, lógicas, dialécticas, argumentativas, forma de narrativas…, sus signos y sus símbolos cuyo abono emocional cae perfecto en los campos culturales, se asimila generalmente bien en los auditorios, mediante la dominación mediática que hacen posible la producción y regocijo del contenido de los discursos políticos. La manera insolente de su alcance tiene la “varita mágica” del marketing, la propaganda, la publicidad, en todas las formas comunicativas, incluidas las redes sociales, en fin, en todos los nichos en un tiempo real y sin horarios. Esos productos políticos mediáticos están a 360 grados en la atmosfera social, también el “Profesores, Google, las Maestras Siri, Alexa…” a cualquier hora siempre dispuestos, sobre todo en campañas electorales. Esos productos y sus eslogan y bullicios comunicativos alteran nuestro psiquismo.

Queda patente la relación de poder entre medios y personas con poder político en su interactividad. La cultura mediática arrasa con su dominio, audio e imagen, saturan las pantallas, impulsan idolatrías identificadas con lo efímero y en controversia con las identidades tradicionales; ese pedernal impulsa nuevos conceptos de formas morales y éticas, costumbre y carácter en debate por la identificación y los comportamientos dominantes; las imágenes, las voces, los colores, las frases, los diseños gráficos…, son integrantes de un nuevo modelo de existencia social que subsume a los integrantes tradicionales. La cultura mediática absorbe todo por vía de los relatos de nuevo cuño. “Es tendencia” nos dicen los mercados; en esa la tendencia está la ruta de la moda, la manera de cómo las mercancías adoptan formas de atractivo de consumo en sus relatos y ganancias.

La cultura mediática, entre otros modos, es comercial, es política, es electoral; por consiguiente, la cultura mediática progresa según los intereses de las cúpulas que son dueñas de las estructuras mediáticas y, del poder público asociado a los intereses de grupo, en donde logró un lugar el narcotráfico. Cuál es la razón de esta afirmación, que es una mercancía, transita por la publicidad en tanto los productos comerciales y políticos y, por la propaganda en tanto a sus intenciones ideológicas. Una razón más, su virtualidad, la que miramos, percibimos, apreciamos, pero no sentimos, con ello, se crea la realidad mediática que son imágenes liquidas, artificiosas. La transmisión indiscriminada de imágenes y sonidos crea su mundo virtual del cual es imposible estar al margen. Se entablan relaciones entre las personas y los medios de comunicación.

La vida compartida se ha transformado mucho y rápidamente. Cambia en cada instante presente de manera más sentida en comparación con tiempos pretéritos. Esto se debe principalmente a la cultura mediática, a las tecnologías, a las nuevas maneras de hacer y el quehacer que estas últimas proporcionan. No será efímero el tiempo presente en el que hemos ido perdiendo la conversación y avanzamos en los sintéticos mensajes de texto de las plataformas de redes sociales, en las cuales, el lenguaje, la palabra, se transforma, como ente vivo que es, pero que dificulta la interpretación fuera de sus contextos. Se inventan abreviaturas, apocopes, se acompañan con memes, emoticones… que sustituyen las palabras, las emociones, la manera de hablar en el diálogo. Las interpretaciones de estos formatos confunden y comprometen. Por ejemplo, si tenemos un paisaje, como los que inmortalizó Gerardo Murillo “el Dr. Atl”, ¡pues no lo disfrutamos!, se prefiere grabarlo, lo padecemos a través de una lente, hoy lo más usado es el teléfono celular que se constituye en una prótesis de las personas. Este instante se hace vigente merced a los impulsos tecnológicos creando nuevos mundos. Los medios de comunicación impactan y transforman a quienes los precian.