Tras combatir enfermedades en Haití, este médico pelea ahora por su hijo secuestrado

Dirigió la respuesta de Haití a la pandemia del COVID-19 tras reducir en más de un 50% la tasa de mortalidad por cólera transmitido por el agua.

Ahora, el Dr. Jean William “Bill” Pape se ha convertido en víctima del círculo vicioso de la violencia de las pandillas y los secuestros en su país.

El hijo del Dr. Pape, Douglas, fue secuestrado el 28 de noviembre cerca de su finca de café en las montañas de Belot, cerca de Puerto Príncipe, la capital del país. Casi dos meses después de que él y otro hombre fueran secuestrados por cuatro hombres a punta de pistola, el agrónomo de 33 años sigue cautivo.

Un video enviado por sus captores el mes pasado mostraba al joven siendo golpeado y torturado psicológicamente, según quienes lo han visto.

“Nada funciona”, declaró en una carta abierta el padre Richard Frechette, sacerdote católico y médico en Haití, solicitando la ayuda de la comunidad internacional para conseguir la libertad de Douglas Pape. “Son más de 30 días de cautiverio degradante, de amenazas de muerte con videos de abusos por parte de sus secuestradores, y con tres rescates fallidos”.

El siguiente paso, según Frechette, es el cierre de GHESKIO, la conocida organización de investigación sobre el VIH/SIDA y la tuberculosis que Pape fundó en 1982 y que ha seguido dirigiendo a pesar de que una de sus sedes está frente a una conocida guarida de secuestrados controlada por pandillas.

Miembros del personal, según Frechette, piensan: “Si esto le puede ocurrir al propio hijo del Dr. Pape, ¿qué garantía tenemos de nuestra seguridad?”.

“El miedo por ellos mismos y por sus familias, la fuerte distracción mental y la ansiedad, y la incapacidad de centrarse en sus tareas vitales como equipo de GHESKIO les hace imposible continuar”, escribió, señalando el grave riesgo para los pacientes de sida y tuberculosis si el centro cerrara sus puertas.

Una multitud frente al centro médico  GHESKIO, en Puerto Príncipe, exige la libertad de Douglas Pape, hijo del Dr. Jean William "Bill" Pape, médico de renombre. El agrónomo de 33 años fue secuestrado el 28 de noviembre cerca de su finca de café, en las colinas de la capital haitiana, y sigue cautivo.
Una multitud frente al centro médico GHESKIO, en Puerto Príncipe, exige la libertad de Douglas Pape, hijo del Dr. Jean William "Bill" Pape, médico de renombre. El agrónomo de 33 años fue secuestrado el 28 de noviembre cerca de su finca de café, en las colinas de la capital haitiana, y sigue cautivo.

El miércoles, empleados de GHESKIO y miembros de la comunidad que se benefician de sus servicios sanitarios iniciaron un segundo día de protestas. Exigían la liberación del joven Pape sin condiciones. El día anterior, a los manifestantes se unieron muchos de los 360 alumnos inscritos en una escuela gestionada por la organización, junto con el Dr. Pape. Mientras la multitud sostenía pancartas en las que se leía en criollo haitiano: “Si GHESKIO cierra, ¿qué vamos a hacer?”, Pape se dirigió a ellos con un megáfono.

La gente, dijo, ha afirmado que ganaba dinero tratando casos de cólera y COVID. “Todo el mundo sabe que yo ayudaba; nunca he recibido un centavo por el trabajo que he realizado en el país”, dijo. “Como agradecimiento, secuestraron a mi hijo, que trabajaba en la agricultura.

“Todos saben que es un sector ... en el que nadie quiere trabajar”, continuó. “Todos sus amigos se fueron, pero él decidió quedarse porque quería trabajar con los agricultores. Así me lo agradecieron”.

Desde que empezó el calvario, Pape ha acumulado cartas de apoyo de varias organizaciones, entre ellas la Asociación Médica Haitiana en el Extranjero y las Academias Nacionales de Medicina, que enviaron una carta tanto al encargado de negocios de la embajada estadounidense como al embajador francés en Puerto Príncipe. Otros tienen previsto dirigirse también al embajador de Canadá.

Multitud frente al centro médico GHESKIO, en Puerto Príncipe, preguntando si "GHESKIO cierra, ¿qué haremos?". Son algunos de los manifestantes que salieron a la calle el martes 9 de enero de 2024 para exigir la libertad de Douglas Pape, hijo del Dr. Jean William "Bill" Pape, médico de renombre. El agrónomo, de 33 años, fue secuestrado el 28 de noviembre cerca de su finca de café en las colinas por encima de la capital de Haití y sigue cautivo.

El martes por la noche, el personal firmó una carta dirigida al Primer Ministro haitiano, Ariel Henry, neurocirujano que trabajó con el Dr. Pape tanto en la respuesta de Haití al cólera como al COVID-19. Con la esperanza de presionar a Henry para que haga más por ayudar, el personal relató el impresionante currículo de Pape. Entre otras cosas, fue profesor de medicina en Weill Cornell Medicine de Nueva York, miembro del Consejo Científico de la Organización Mundial de la Salud y pionero en la lucha contra el VIH/SIDA.

La reputación del Dr. Pape, afirma la carta, “está directamente vinculada a los sacrificios realizados para crear los Centros GHESKIO con el fin de luchar, junto al Ministerio de Sanidad, contra viejas y nuevas plagas que han erosionado y siguen erosionando la salud de la población”.

“Más de 20,000 pacientes son seguidos actualmente en GHESKIO y reciben sus tratamientos”, dijeron, recordando a los miles que fueron atendidos bajo tiendas de campaña tras el devastador terremoto que asoló al país el 12 de enero de 2010.

El propósito de las cartas es presionar a Henry, así como a las embajadas de Estados Unidos y Francia para que hagan más, dice una persona familiarizada con la campaña.

Henry, que ha tenido familiares cercanos, colaboradores y compañeros médicos víctimas de secuestros, no ha respondido públicamente, pero ha estado en contacto con Pape y ha hecho que un miembro de su personal se ponga en contacto con él. Su oficina ha adoptado una postura de línea dura al negarse a pagar rescates y refutar las acusaciones de que su gobierno tiene vínculos con los bandidos. En su lugar, ofrece los servicios del gobierno, como la policía.

Para los ciudadanos haitianos secuestrados, sin embargo, a menudo no es suficiente. A diferencia de los extranjeros, que cuentan con la ayuda de las embajadas locales o, en el caso de los ciudadanos estadounidenses, del FBI, para negociar, los nacionales haitianos a menudo solo cuentan con ellos mismos.

A medida que los secuestros con rescate siguen experimentando un aumento alarmante –Naciones Unidas informó de casi 3,000 casos el año pasado–, los secuestros se han vuelto cada vez más sofisticados, ya que las víctimas son retenidas durante más tiempo y sometidas a abusos. En un reciente relato de su terrible experiencia, Jeff Frazier, residente de Florida y veterano del ejército secuestrado en Haití, declaró que estuvo retenido 43 días y fue “golpeado, aterrorizado y torturado” antes de que su esposa consiguiera liberarlo mediante el pago de un rescate.

Para mayor complicación, no es fácil identificar a los captores. Las pandillas más pequeñas realizan cada vez más secuestros para otras pandillas o individuos, y los esconden con otros grupos armados. Esto significa que los rescates que se piden suelen ser cantidades desorbitadas para asegurarse de que cada grupo saque su tajada. Y el pago, como en el caso de Douglas Pape, no siempre garantiza la liberación. Las familias han denunciado la realización de múltiples pagos antes de que las víctimas fueran liberadas.

En algunos casos, la policía ha conseguido liberar a las víctimas. Pero en la mayoría de los casos las personas son liberadas gracias al pago de un rescate, que puede oscilar entre unos pocos miles de dólares y decenas de miles de dólares. La policía, por su parte, no solo carece de capacidad para entrar en los barrios controlados por las pandillas, sino que es incapaz de rastrear ciertas llamadas telefónicas. También carecen de negociadores experimentados para ayudar a las familias haitianas.

Muchos de los agentes de la Policía Nacional de Haití capacitados en los últimos años por Francia y otros países en negociaciones con rehenes dentro de la unidad antisecuestros del país han abandonado Haití, la mayoría de ellos en el marco del programa de libertad condicional humanitaria de dos años que Estados Unidos puso en marcha hace un año, según una fuente familiarizada con el funcionamiento interno de la dependencia.