¿El club modelo del fútbol en verdad es... el Real Madrid?

Florentino Pérez tenía una sonrisa de satisfacción en el rostro y por una buena razón. Acababa de observar una igualada emocionante y espontánea entre España y Brasil en el estadio que él mismo ha vuelto a renombrar con mucho dinero, con despilfarro. En ese momento, Pérez, el presidente todopoderoso del Real Madrid, estaba en un túnel blanqueado, donde se le presentaba —por casualidad, por supuesto— su tipo favorito de oportunidad para tomarse una fotografía.

A un lado estaba Vinícius Júnior, el abanderado del Real Madrid y acontecimiento principal, presentando como corresponde al hombre que les paga el sueldo a sus compañeros de la selección brasileña. Un poco más alejado en el pasillo, apurado para rendir pleitesía, estaba Rodrygo, otro empleado de Pérez.

Sin embargo, la atención de Pérez estaba puesta en Endrick, la estrella de honor de 17 años que este verano completará su tan esperado fichaje al Santiago Bernabéu. Afirmar que ambos mantuvieron una conversación sería exagerado: en las imágenes de su breve encuentro, Endrick no parece hablar. Después de un apretón de manos, Pérez tan solo pronuncia una línea, pero es perfecta. “Te esperamos aquí”, le dijo.

El Real Madrid tiene a Endrick reservado desde hace tiempo: el club anunció que había llegado a un acuerdo para ficharlo del Palmeiras tres días antes de la final del Mundial de 2022. Tal y como dictan las reglas de la FIFA, iba a quedarse en Brasil, con el club que lo ha esculpido para transformarlo en la promesa más codiciada del fútbol mundial, hasta que cumpla 18 años este julio.

Este tipo de planificación a largo plazo se siente un poco fuera de sintonía con el modus operandi tradicional del Real Madrid. El club se identifica, de manera correcta, como un titán y —bajo la administración de Pérez, en particular— se ha enorgullecido mucho de vivir los valores asociados con la definición clásica de ese término: impetuoso, impulsivo, irascible.

Despide a entrenadores por no ganar la Liga de Campeones, contrata a jugadores después de una Copa del Mundo estelar y en su propio canal de televisión transmite con regularidad un programa que se ha interpretado como un intento preventivo para influir o intimidar a los árbitros. El Real Madrid siempre ha sido el tipo de lugar que se come a sus propios hijos.

Todo eso sigue integrado en las fibras del club. En los últimos tres años, Pérez no solo ayudó a fraguar una Superliga que buscaba darle una forma al fútbol mundial más a su gusto, sino que la defendió en un programa chabacano de entrevistas —un poco como ir a “Judge Judy” para anunciar la abolición de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU— y, luego, la ha seguido promoviendo incluso después de que la atacó pues… casi todo el mundo.

Sin embargo, casi no hay duda de que hay algo distinto en la actual versión del Real Madrid. El club siempre se ha considerado a sí mismo como el equipo más grande, poderoso, glamuroso y famoso, no solo del fútbol, sino del deporte en general. Ahora, también es posible argumentar que debería ser considerado como el mejor dirigido.

Su récord un tanto absurdo en la Liga de Campeones lo confirma. En la última década, ha ganado cinco veces el torneo que más aprecia el club. Si el equipo de Carlo Ancelotti cae ante el Manchester City en las próximas dos semanas, sería la tercera vez desde 2010 que el Real Madrid no alcanza al menos las semifinales de la máxima competencia europea.

No obstante, un mejor indicador es lo que ocurrirá este verano. Además de Endrick, ya ungido como el mejor jugador de la nueva generación del fútbol, se espera que el Real Madrid fiche (por fin) a Kylian Mbappé, el más destacado de la actual. A ellos debería unírseles, también, Alphonso Davies, el lateral izquierdo del Bayern de Múnich y Canadá.

Las tres operaciones demuestran la destreza con la que el Real Madrid ahora navega por el mercado de transferencias. Endrick es otro especial de Juni Calafat, el jefe de reclutamiento del club, quien desde hace tiempo ha tenido la tarea de llevar a Madrid a las promesas más brillantes de todo el mundo y de Sudamérica en particular.

Mbappé ha sido un caso de estudio de la paciencia, pues el Real Madrid ha seducido por turnos al jugador y ha esperado su momento, posicionándose lenta y cuidadosamente como su única salida realista del Paris Saint-Germain, a la espera de que las condiciones económicas fueran las adecuadas para fichar a un jugador que en este momento trabaja en un club que en esencia es un brazo de un Estado nación.

Davies también es una obra maestra de la paciencia: el Real Madrid le presentará al Bayern de Múnich la opción de perderlo a cambio de un monto este verano o a cambio de nada cuando expire su contrato en 2025. Por supuesto que al Bayern le molestará. Pero está tan familiarizado con ese tipo de método intimidatorio que también podría aplaudir un poco en privado.

No sería el primer club en admirar —aunque sea a regañadientes— cuánto se ha adaptado el Real Madrid a un panorama financiero que, como demostró el proyecto de la Superliga, parecía haberse inclinado en contra de los viejos aristócratas de Europa.

El Real Madrid no tiene dinero para amedrentar a los equipos de la Liga Premier a fin de que vendan jugadores y por eso mejor fichó a Antonio Rüdiger del Chelsea en una transferencia gratuita. Sigue teniendo una academia de una producción impresionante —según la firma de análisis CIES, 97 de sus graduados juegan a nivel profesional en Europa—, pero también se ha movido con rapidez para engullir a jugadores como Eduardo Camavinga, Jude Bellingham y Aurelién Tchouaméni antes de que caigan en las garras inglesas.

El resultado es un club que, casi en solitario entre los grandes y viejos equipos del continente, puede mirar al futuro con alegría. El Barcelona ha hipotecado muchos mañanas para pagar los pecados de ayer. El Bayern de Múnich está a punto de contratar a su cuarto entrenador en tres años. La Juventus todavía se tambalea a causa de la dimisión en masa de su junta directiva en 2022, en medio de acusaciones de una contabilidad fraudulenta.

Por otro lado, la próxima temporada, el Real Madrid tendría que reunir un mediocampo con Camavinga, Tchouaméni y Bellingham y una delantera con Rodrygo, Vinícius y Endrick. Nadie sabe bien dónde encaja Federico Valverde. No parece para nada que el destino del club dependa de lo que decida hacer Mbappé.

En muchos sentidos, tal vez siga siendo un club a la antigua, al que dirige un presidente omnipotente como si fuera un feudo personal. No busca ser tan abiertamente moderno, tan basado en datos, como el Manchester City, el Liverpool o el Brighton y en definitiva no siente, en ningún momento, la necesidad de decirle a nadie lo inteligente que es.

Sin embargo, es difícil escapar de la impresión de que, de toda la élite tradicional del fútbol, el Real Madrid es ahora el que menos necesita una Superliga. Es verdad que esta no es la realidad que Florentino Pérez esperaba habitar en la primavera de 2024. Él quería que cambiara, de manera irrevocable, para adaptarse a su club. No obstante, parece que lo contrario funcionó igual de bien. Tiene su estadio moderno. Tiene su grupo de estrellas. El mundo sigue siendo, como siempre fue, muy del gusto del Real Madrid.

c.2024 The New York Times Company