Los claroscuros en CNI
Cuando era el CISEN
Por décadas, el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) fue un organismo que proveía de información objetiva a dos tomadores de decisiones en específico: el Secretario de Gobernación y el Presidente de la República.
Para no embromar al lector, en esta parte me concentraré en la capacidad del Centro para producir informes relevantes, dejando para más adelante un apunte sobre lo operativo.
El Centro se concentraba en la entrega de ciertos documentos que de alguna manera resumía su capacidad investigativa: un informe diario que solo recibía el Presidente; otro, que diariamente recibía el secretario de Gobernación (más completo); uno más, que se enviaba a ciertos secretarios de Estado. Y otro, digamos “especial”.
Construir el informe para el Presidente y el del encargado de Bucareli era un ejercicio complicado porque debía ser lo suficientemente comprensivo como para que los dos lectores pudieran enterarse de temas vastísimos en unas pocas líneas, al tiempo que no podía ser vago y menos aún, una especie de síntesis de prensa.
La preparación de esos documentos iniciaba desde las operaciones que diariamente ha llevado a cabo el Centro en toda la República. Esos datos que se conseguían aquí y allá, se concentraban en una especie de archivo y manos diestras se encargaban de darle orden para redactar el producto final.
El informe al que le llamó “especial” era por mucho más complejo que sus pares ya señalados. Este documento atendía un tema que fuera de primera importancia para el Presidente y/o el Secretario. Así, ese informe requería que distintas áreas enviaran información específica que se iba acumulando en un “pedido” y se entregaba a alguien que recibía ese conjunto de piezas, como un rompecabezas, al que se llamaba paquete maestro.
Poniéndolo en forma sencilla, este paquete traía fotos, diagramas de vínculos, audios, videos y un montón de datos, algunos conectados y otros aislados. Un grupo de especialistas se encargaban de darle lógica y orden a ese mundo de cosas, siendo éstos personajes los primeros sorprendidos con los hallazgos que iban saliendo conforme cocinaban aquello.
Finalmente, se preparaba un material que en el mejor de los casos tendría cinco lectores: el Presidente, el Secretario de Gobernación, el director del Centro, tal vez el Procurador o Fiscal General y eventualmente, otro Secretario de Estado.
Quién sabe qué tarea era más solitaria: confeccionar el documento o saber que ese escrito, producto de miles de horas de trabajo de campo y gabinete, probablemente terminaría en la trituradora y no más.
Y que llega CNI
Esas cosas se dieron hasta 2018. Para entonces, el Centro acusaba una serie de malestares muy severos, dado que en los últimos años dicha entidad había sido administrada a distancia por una persona gravemente enferma y con un segundo a bordo que nunca terminó de dar exitosamente el salto de operativo a ejecutivo.
Después de 2018, como todo en el país, su estructura experimentó una reingeniería sabor 4T que bien puede entenderse como darle de comer diariamente a un diabético, dos pasteles con betún y refresco a discreción, sin olvidar una bolsa con chocolates.
Parte del tratamiento para la diabetes del Centro incluyó poner al hijo de un militar como responsable del área que se encarga de concentrar y procesar la información que se recibe de todas partes del país. El resultado fue eficiente: el Centro ya no necesitaba protegerse de intrusiones porque presentaba cascadas de datos que se fugaban desde sus entrañas.
A lo anterior habrá que agregar que el director del Centro, quien jamás había trabajado en tareas de inteligencia, se aplicó a fondo en dos labores complementarias: la primera fue hacer una purga como nunca se había visto en el lugar, arrasando con docenas de personajes de todos los niveles, ya sea para meter a sus cuates o para borrar a quienes sabían demasiado. Algunas leyendas del Centro terminaron sus días como profesores en un COBACH, porque jamás fueron admitidos en ningún otro lugar.
La segunda fue peor: bajo quién sabe qué artes, el nuevo director se supo cronista, olvidándose de los informes diarios y coyunturales. Esos documentos fueron reemplazados por su memoria y así comenzaron esas caminatas con el Presidente, en donde no le informaba del estado de la nación sino de lo que les interesaba a los dos.
No pasó demasiado para que la estructura del Centro experimentará un terremoto, en donde nadie entendió bien a bien cuál era la nueva misión del mismo.
Si en el pasado se trabajaba afanosamente con cinco objetivos (crimen organizado, terrorismo, insurgencia, amenazas externas y seguimiento a un catálogo de personas) ahora se había llegado a un territorio extraño: se debía seguir en los mismos objetivos pero no seguirlos. Ni Polo Polo hubiera llegado a esa metafísica de la Inteligencia de Estado.
Así, hubo revistas que se hicieron caja de resonancia de las fobias y las filias del director del “nuevo” Centro y las decisiones directivas del mismo ya no se tomaban en sus instalaciones sino en Lomas de Sotelo o en las vacaciones con familiares.
Mejor aún: directores y coordinadores que fueron despedidos por nexos con el crimen organizado o por traficar datos confidenciales, regresaron a sus posiciones. Yo mismo, que critiqué sin descanso a Alfonso Durazo cuando fue secretario federal de Seguridad, vi como despidió a gente del Centro, acusada de conductas reprochables y cuando se fue a Sonora, aquellos regresaron por sus fueros a Magdalena Contreras.
Faltan pocos días para que se vaya López Obrador y en ese tenor, Claudia Sheinbaum o mejor dicho, Omar García Harfuch ya se está moviendo para colocar a uno de los suyos en CNI. Suena intensamente el abogado Francisco Almazán Barocio.
Hay reporteros que señalan a Almazán Barocio como el hombre más indicado, calificado y preparado para el cargo. En realidad, la cosa no es tan simple y maniquea.
Francisco Almazán Barocio viene de la Policía de Investigación de CDMX, fue director general de investigación criminal en la antigua Procuraduría; estuvo tres años como jefe de Interpol México y antes trabajó en el Centro, como uno de los mandos en el Centro Nacional de Fusión. Nada que objetar ahí.
El salario del miedo
Llegue Almazán Barocio o quien sea, el catálogo de problemas con los que lidiará es suficiente para señalar que su misión será refundar al Centro. Los cinco problemas más graves que se observan son los siguientes:
1.-El primero y más grave es el tapiar los conductos por los que el Centro se hizo una sucursal de la Secretaría de la Defensa Nacional o más propiamente dicho, de la oficina del secretario. A lo largo de décadas, se ha observado como el Centro funcionaba como nodo de inteligencia civil y ahora mismo camina como una suerte de zombie civil y castrense.
Si a ratos las decisiones en el Centro se toman con botas y uniforme verde olivo pero al rato se dice que esas decisiones son del ámbito civil, el peligro es evidente: que el CNI fuera adscrito a la Sedena, de la misma manera que ocurrió con la Guardia Nacional. De ahí a que la información para los civiles pasara por filtros militares solo habría un paso.
Más allá de la vaina usual de que los militares jamás han pensado hacerse del poder civil en México, el peligro es que una sola fuente sin contrapeso alguno, concentre la información para tomar decisiones.
2.-El segundo desafío es poner en orden las prioridades del Centro. Ya apunté que los objetivos que tenía establecidos en su ADN (crimen organizado, terrorismo, insurgencia, amenazas externas y seguimiento a un catálogo de personas) pasaron a una suerte de licuadora que pocos o nadie entiende cómo funciona.
Si López Obrador se dedicó a abrazar criminales, ¿para qué vigilarlos? Si según el tabasqueño era un pecado vigilar políticos opositores, ¿para qué mantener al Centro? Si la Secretaría de Gobernación es un florero, ¿para que nutrirle con datos duros? Y, si el exterior ahora se divide en un bloque amorfo (Rusia, Cuba y Venezuela y, todos los demás), ¿para qué gastar dinero en su estudio?
Es un hecho que quien llegue a CNI tendrá que recuperar los cinco objetivos y darles un enorme impulso a los procesos de inteligencia, lo que no tendrá nada de sencillo.
3.-Un día, iluminado, López Obrador dijo que el Centro vigilaba opositores. La afirmación es tan reveladora como decir que el sol suele ser brillante, que los postres producen obesidad o que los perros ladran. Si un Estado no tiene un mecanismo de vigilancia sobre sus opositores, tarde o temprano será derrumbado por éstos.
La sutileza entonces es gigante: efectivamente, el Centro debe vigilar opositores pero bajo ciertas normas que no voy a señalar aquí, dado que no es el foro apropiado. Sea como sea, el nuevo director del Centro tendrá este gran reto enfrente.
4.-Reestablecer los mecanismos para engarzar inteligencia (del Centro) con acciones para desmantelar organizaciones criminales es un tema extraordinariamente importante. Harfuch tiene un verdadero monstruo en este punto, dado que hay infiltraciones de la delincuencia organizada en el Centro.
Le comentaba al inicio de este escrito que había funciones operativas del Centro. Por razones que mi mente no alcanza a discernir, en la actualidad se han dado intervenciones que de suyo deberían ser hechas por grupos de reacción del Centro pero que ahora se ha visto que hasta las emprende la CONASE.
Restablecer a los grupos de reacción del Centro es imprescindible. Y para ello habrá que meterse en la cansina labor de recuperar a esos cuadros que fueron echados a patadas de Magdalena Contreras y que terminaron como jefes de vigilancia en una gasera.
5.-Y, eliminar a una red gigantesca de filtraciones que se dan desde el Centro, en parte por incompetencia y en parte por negocio. Ninguna sorpresa debe producir que el Centro tiene áreas claramente operativas que son manejadas por recomendados que no podrían identificar la diferencia entre un sartén y un satélite, pero que toman decisiones.
También hay personajes que se han enriquecido astronómicamente trabajando en el Centro y que por presiones de sus protectores, fueron a ocupar cargos relevantes en gobiernos estatales pero con un nivel de incompetencia tal que pasaron de ser ineptos a peligrosos.
El resumen
Celebro que el Centro pueda tener una nueva etapa en la que técnicos y operativos puedan hacer algo por el país, bajo la mística que algunos de sus exdirectores lograron darle. Quiero pensar que hay margen para la esperanza.
Pero también creo que si llega Almazán Barocio o alguien más, no podrá mover una piedra si no tiene el apoyo directo de Claudia Sheinbaum y aún así, no las tendrá todas consigo. Fueron seis años de metástasis inducida.
Y mientras tanto, alguien está vaciando los archivos y los cajones en ese lugar, por decirlo coloquialmente. Quien llegue a esas oficinas, se encontrará con que no hay nada. A cambio, le dejarán una caramañola de cadáveres en el closet. No más.
El cargo Los claroscuros en CNI apareció primero en Newsweek en Español.