Una ciudad iluminada por la vida nocturna de pronto se sume en la oscuridad

El crepúsculo cae en el barrio de Podil a lo largo del río Dniéper en Kiev, Ucrania, el 28 de octubre de 2022. (Brendan Hoffman/The New York Times)
El crepúsculo cae en el barrio de Podil a lo largo del río Dniéper en Kiev, Ucrania, el 28 de octubre de 2022. (Brendan Hoffman/The New York Times)

KIEV, Ucrania — Cuando cae la noche y la oscuridad desciende sobre Kiev, las linternas de los celulares comienzan a parpadear como guirnaldas de luces que guían el camino a casa. Los perros llevan palos luminosos en el cuello; los comerciantes de flores encienden los faros para mostrar los vibrantes colores de sus lilas y peonías; y los niños se visten con ropa reflejante por seguridad.

Las calles de esta capital, iluminadas con vida nocturna hace solo unas semanas, ahora están envueltas en la oscuridad y las sombras después del atardecer. Este es el resultado de los cortes de electricidad que Ucrania ha puesto en marcha para evitar el colapso total de la red energética nacional, tras los repetidos bombardeos rusos.

Al fracasar en el campo de batalla, el presidente ruso Vladimir Putin ha intensificado su campaña para acabar con la determinación de la nación al degradar la vida cotidiana mediante ataques dirigidos a inutilizar infraestructuras esenciales como la energía eléctrica. Esto incluyó un ataque con misiles esta semana que inutilizó las bombas de agua, por lo que la mayor parte de la ciudad quedó sin agua durante un día.

Tras ese ataque, Ucrania impuso esta semana un racionamiento de energía aún más amplio en todo el país. En la capital, se ha informado a los residentes que tendrán que pasar doce horas al día sin electricidad, y los barrios rotarán las horas en las que tendrán acceso a la electricidad.

Cuando sale el sol —aunque esté oculto por un cielo gris oscuro—, Kiev puede parecer relativamente normal, con tiendas abarrotadas, restaurantes concurridos y cafés bulliciosos.

Sin embargo, la noche es diferente.

Por la noche, la ciudad es una danza de oscuridad y luz, de sombras y siluetas, a veces amenazante y a momentos hermosa. Como los barrios alternan los horarios en los que tienen electricidad, moverse por la ciudad puede crear un inquietante claroscuro de atrevidos contrastes entre la luz y la oscuridad. Los cambios pueden crear ilusiones ópticas.

Un peatón al anochecer en la plaza Poshtova, en Kiev, Ucrania, 28 de octubre de 2022. (Brendan Hoffman/The New York Times)
Un peatón al anochecer en la plaza Poshtova, en Kiev, Ucrania, 28 de octubre de 2022. (Brendan Hoffman/The New York Times)

En la penumbra, las lámparas que normalmente iluminan la bajada Andreevskyi —una antigua calle adoquinada en el corazón de Kiev que va desde la majestuosa iglesia de San Andrés, situada en lo alto de una colina, hasta el antiguo barrio comercial junto al río Dniéper— estaban a oscuras el sábado.

Los comerciantes que venden un variado surtido de joyas, bordados, monedas decorativas, cámaras antiguas y, ahora, recuerdos de la guerra, se apresuraron a empaquetar sus mercancías antes del anochecer. Las luces azules parpadeantes de una patrulla brillaban en la carretera húmeda y reluciente mientras un niño tocaba el acordeón bajo una luz solitaria.

A veces los transeúntes que pasan por la calle pueden suscitar aprensión entre las sombras, pero la música transforma el entorno. Por toda la capital, en las primeras horas de la noche, los músicos rasgan las guitarras a la luz de las linternas o tocan el piano con una linterna en los callejones y las esquinas, cantando himnos ucranianos y baladas pop occidentales.

Aun así, la oscuridad puede traer peligro. Los accidentes de tráfico han aumentado un 25 por ciento, según la policía. Las autoridades han pedido a los padres que vistan a sus hijos con ropa reflejante, y esta semana el presidente Volodímir Zelenski instó a los conductores a extremar precauciones de noche.

Las autoridades ucranianas tienen razones de peso para racionar la energía. Un colapso de la red eléctrica ucraniana paralizaría los sistemas de alcantarillado. Los surtidores de combustible de las gasolineras dejarían de funcionar. Los semáforos se apagarían y los sistemas de metro se detendrían.

En los hogares, los alimentos refrigerados se pudrirían y no habría calefacción para protegerse del intenso frío invernal. Las redes de comunicación dejarían de funcionar y los hospitales se esforzarían por atender a enfermos y heridos.

Ese ya es el estado medieval de las cosas para cientos de miles de civiles que aún viven en pueblos y ciudades a lo largo de los 1609 kilómetros del frente de batalla y para aquellos atrapados en lugares destruidos y ahora ocupados por las fuerzas rusas.

Como han hecho durante toda la guerra, los ucranianos se están adaptando.

Oleksandra Yefymenko, de 28 años, dice que siempre ha tenido mala visión, sobre todo de noche. Cuando cortaron la luz en su casa, aseguró, “pisaba a mis gatos y chocaba con los muebles”. Así que fue al oftalmólogo y le dieron anteojos correctivos.

“Poder ver es lo mejor”, dijo. “Así como vivir sin Rusia”.

Otros observaron cómo en la oscuridad las estrellas parecen más brillantes y la luna más resplandeciente.

Anna Pantyukhova, de 36 años, está decidida a seguir haciendo las cosas que la hacen feliz a ella y a su familia. Cuando fue a la pista de ciclismo, le avisaron de que las luces se apagarían pronto.

“Mis hijos se adaptaron de inmediato, pero para mí fue más difícil”, comentó sobre el ciclismo. “Solo podía ver las líneas de conducción blancas. Desde entonces, practicamos con los faros”.

“Pero no nos quejamos”, continuó. “Estamos agradecidos por vivir en una ciudad relativamente segura y poder realizar nuestras actividades habituales”.

El lunes por la noche, tras la oleada de ataques rusos que afectaron el suministro de agua, la sensación en Kiev era tensa y extraña. La gente, cuyos contornos son visibles a la luz de la luna, se esfuerza por llevar contenedores llenos de agua extraída de los pozos, era algo nuevo y premonitorio.

“Obviamente, ahora estoy un poco aterrorizada”, afirmó Daria, de 25 años, mientras observaba a la gente llenar botellas de agua en un parque a oscuras el lunes por la noche. “Porque solo estamos en octubre, y estoy pensando en los meses siguientes. Y cada vez va a hacer más frío”.

Maldiciendo a Rusia, dijo que no tenía planes de irse.

Pero Olga Minchik, de 39, que paseaba esa misma noche, dijo que la oscuridad puede dar lugar a momentos encantadores, como cuando saca a pasear a su perro, con el collar iluminado con luces LED.

“Paseo a mi perro con una luz y cuando nos reunimos con otros paseadores de perros ponemos nuestras luces en los árboles”, relató. “Queda muy ambientado, como si estuviéramos celebrando una fiesta”.

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