¿Esta ciudad podría tener la clave del futuro de la policía en Estados Unidos?

Sharim Anaya y su hija, Makaila, se abrazan frente a su casa en Camden, Nueva Jersey, el 9 de junio de 2020. (Hannah Yoon/The New York Times)
Sharim Anaya y su hija, Makaila, se abrazan frente a su casa en Camden, Nueva Jersey, el 9 de junio de 2020. (Hannah Yoon/The New York Times)
Jayliani Cruz, de 4 años, corre por la calle Bailey en Camden, Nueva Jersey, el 9 de junio de 2020. (Hannah Yoon/The New York Times)
Jayliani Cruz, de 4 años, corre por la calle Bailey en Camden, Nueva Jersey, el 9 de junio de 2020. (Hannah Yoon/The New York Times)

CAMDEN, NUEVA JERSEY — A medida que los funcionarios de todo Estados Unidos se enfrentan a las demandas de transformar el sistema de vigilancia policiaca, muchos han dirigido su atención a una pequeña ciudad de Nueva Jersey que hizo lo que algunos activistas están pidiendo en otros lugares: desmantelar su fuerza policial y construir una nueva que se incline por un enfoque menos beligerante hacia los residentes que, en su mayoría, son negros y latinos.

Los esfuerzos del Departamento de Policía de Camden para reducir su uso de la fuerza lo han convertido en una de las historias de cambio más convincentes en la procuración de justicia de Estados Unidos. Los cambios han derivado en una fuerte reducción en el número de quejas en contra de la policía por uso excesivo de la fuerza y han ayudado a reducir la tasa de homicidios en la que alguna vez fue una de las ciudades más peligrosas de Estados Unidos.

“Si estás buscando ser un operador de alta velocidad, quizá no somos el departamento adecuado”, afirmó el actual jefe de policía, Joseph Wysocki, refiriéndose al tipo de agente que no quiere atraer a sus filas. “Si estás buscando ocupar una figura de guardián en tu vecindario, esto es para ti”.

Aun así, incluso cuando muchas otras comunidades ven a Camden como un modelo de reforma, dista de ser un modelo perfecto.

El desmantelamiento de su antigua fuerza hace siete años no estuvo motivado por el deseo de remodelar a la policía, sino por una crisis financiera y de seguridad pública, además de un juego de poder político destinado a desmantelar el sindicato de los policías. Se tomaron medidas drásticas como despedir a todos los agentes para permitir que la ciudad pudiera empezar de nuevo y superar la resistencia.

Al principio, e incluso hoy, el Departamento de Camden ha seguido muchas prácticas policiales tradicionales. Por ejemplo, ha adoptado la tecnología de vigilancia, incluido lo que se conoce como vigilancia policial predictiva que se basa en algoritmos que pueden ayudar a desarrollar patrones de patrullaje. La tecnología se basa en información como amistades, actividad en redes sociales e informes pasados de delitos que los críticos sostienen que pueden reforzar los prejuicios raciales.

Como algunas zonas de la ciudad están plagadas de drogas, la fuerza reconstituida hizo una campaña de mano dura, que ayudó a reducir los delitos violentos. No obstante, también emitió muchas multas por infracciones menores, el mismo enfoque que los opositores de la vigilancia policial agresiva definen como innecesariamente punitivo.

Eso pareció distanciar a los residentes a los cuales la policía estaba tratando de convencer. Sin embargo, a medida que el movimiento Black Lives Matter cobró impulso hace varios años, el departamento llegó a adoptar una estrategia más flexible que a los activistas les gustaría que se adoptara en otros lugares.

La policía también renovó la forma en que entrena a los oficiales; hace énfasis en desactivar los encuentros tensos, impartir menos multas por delitos menores y exige a sus efectivos que intervengan si ven a sus colegas maltratando a las personas.

Los policías hablan de la “santidad de la vida” como el hilo conductor que conecta muchos de los cambios.

Muchos de los habitantes de Camden, una ciudad pobre de unos 74.000 residentes ubicada al otro lado del río Delaware en Filadelfia, opinan que, en general, los cambios habían mejorado de manera considerable sus interacciones con los oficiales. Consideran que la policía es más justa, menos amenazante y más efectiva que en el pasado.

“En su mayor parte, funcionó”, opinó Lary Steele, de 41 años, residente de toda la vida que trabaja en Camden Tool, un proveedor de equipos industriales. “Los policías anteriores solían agarrarnos y darnos azotes en el trasero. Muchos de los nuevos son muy agradables”.

Zaire Harris, de 18 años, recién graduado de la Escuela Secundaria de Camden, dijo que los oficiales eran “respetuosos y solo quieren que seamos pacíficos entre nosotros”.

A pesar de ello, hay tensiones. Algunos residentes describieron encuentros que les parecieron arbitrarios y que calificarían como acoso, lo cual evoca las preocupaciones de residentes en ciudades de todo el país: una detención por no cruzar la calle por un paso peatonal que se convirtió en un enfrentamiento físico; una joven que se sintió degradada cuando un oficial le preguntó si era prostituta.

“Tienen problemas para comunicarse con la comunidad”, comentó el reverendo Levi Combs III, de 34 años, pastor de la Iglesia Bautista Progresista Primer Refugio. “Son incapaces de ver las cosas de otra manera que no sea blanco y negro”.

En una ciudad donde más del 90 por ciento de los residentes son negros o latinos, poco más de la mitad de los 400 agentes de policía son personas de color. Y, al igual que sucede en otras ciudades, muchos agentes de Camden viven en otros suburbios que no son los barrios pobres y de clase trabajadora donde patrullan.

“No saben cómo acercarse a la gente de color ni a los hispanos porque no provienen de esa cultura”, explicó Combs.

El asesinato de George Floyd bajo custodia policial en Minneapolis ha desatado un acalorado debate nacional sobre la brutalidad policial y el racismo, y ha inspirado protestas que piden la abolición o la reducción de las fuerzas policiales.

En la ciudad de Nueva York, el comisionado de policía disolvió decenas de equipos que se visten de civiles conocidos por sus tácticas agresivas, y la ciudad adoptó un presupuesto que redujo los fondos para la policía.

En Albuquerque, Nuevo México, se está ejecutando un plan para reducir la intervención policial en las llamadas relacionadas con la indigencia, la adicción y los problemas de salud mental. En Minneapolis, el Ayuntamiento se ha comprometido a desmantelar el Departamento de Policía y a buscar “un nuevo modelo transformador” para la seguridad pública.

Dan Keashen, vocero de la policía de Camden, dijo que había hecho más de cien investigaciones sobre agencias policiales y políticos de todo el país en las últimas semanas.

“Buena parte de la investigación ha estado relacionada con nuestra política de uso de la fuerza. Y también hemos recibido preguntas con respecto a cómo se puede retirar a un departamento y construir uno nuevo”, explicó.

En el caso de Camden, se trató de una emergencia financiera.

La ciudad, una antigua potencia industrial conocida como la sede de Campbell Soup Co., había pasado por décadas de declive constante y ya no tenía recursos para mantener su Departamento de Policía.

En 2011, más o menos cuando Camden fue declarada la ciudad más pobre de Estados Unidos, se despidió a la mitad de los agentes de policía. El número de homicidios aumentó considerablemente. Se llegó a un acuerdo político con el apoyo de Chris Christie, quien entonces era el gobernador republicano: el Departamento de Policía se disolvería y el condado crearía una nueva fuerza municipal.

Camden cedió buena parte del control policial al gobierno del condado en una zona donde la mayoría de los residentes son blancos. El jefe de policía de aquel entonces, J. Scott Thomson, oficial veterano de Camden, seguiría al mando.

El acuerdo tenía por objeto desmantelar el sindicato de la policía, y la nueva fuerza, conocida como el Departamento de Policía del Condado de Camden, les pagó menos a los oficiales y contrató más elementos. Al final, se recontrató a alrededor de dos tercios de los oficiales que habían sido despedidos.

El departamento adoptó el modelo de vigilancia comunitaria, instruyendo a los oficiales para que hablaran con los residentes siempre que fuera posible. Sin embargo, los patrullajes agresivos a pie condujeron a un aumento en la aplicación de la ley en delitos de menor nivel, como andar en bicicleta sin luz.

Algunos residentes se quejaron de la mano dura, pero otros apoyaron la nueva estrategia. El número de homicidios comenzó a disminuir y los niños que habían permanecido confinados se aventuraron a salir.

A pesar de ello, después de los asesinatos policiales de alto perfil de Michael Brown en Ferguson, Misuri, y Eric Garner en Nueva York, la policía adoptó un enfoque más tolerante.

Si bien en muchas jurisdicciones se ha alentado, en general, a los agentes a emitir muchas multas, en Camden corren el riesgo de ser reprendidos por dificultar la situación de personas que son demasiado pobres para pagar las multas.

A los agentes de Camden también se les enseña a relajar situaciones tensas que pueden surgir cuando una persona tiene una crisis de salud mental.

“Antes poníamos un límite y nos manteníamos firmes, si se cruzaba ese límite, no había más”, manifestó el capitán Zsakheim James.

Ahora, los oficiales están entrenados para bailar el “mambo táctico: ellos dan un paso adelante, tú das un paso atrás”, explicó el capitán.

El énfasis del departamento en salvar vidas se refleja en una política de “recoger y llevar” que requiere que los oficiales lleven a las víctimas heridas de bala a un hospital en su patrulla si saben que la espera de una ambulancia causaría un retraso.

Los supervisores revisan las imágenes de las cámaras corporales no solo cuando las cosas salen mal, sino para ayudar a los oficiales a mejorar su comportamiento.

“Es como cuando un atleta profesional revisa una grabación de un partido para poder mejorar”, explicó el capitán Kevin Lutz, quien supervisa el entrenamiento.

Las quejas por el uso excesivo de la fuerza han disminuido de manera pronunciada, de 65 en 2014, a tres en 2019.

Y la ciudad se ha vuelto más segura: la cantidad de homicidios cometidos con armas de fuego se redujo a 18 el año pasado, de 52 en 2013.

Thomson, ex jefe de policía, dijo que los cambios fueron posibles gracias a que se empezó de cero.

“Ya no tenía el desafío de cambiar la cultura, sino que tuve la oportunidad de construir una”, afirmó.

En entrevistas, muchos agentes de Camden atribuyeron la mejora de las relaciones con los residentes de la ciudad a los esfuerzos diarios por interactuar con ellos. Suele verse a los oficiales en las carnes asadas del vecindario, justo detrás de la parrilla. El departamento envía un “camión de juegos”, en esencia, máquinas de juegos sobre ruedas, así como camiones de helados.

Poco después del asesinato de Floyd, la dueña de un salón de belleza de Camden, Yolanda Deaver, decidió organizar una marcha; la promovió en Instagram con el mensaje: “La policía racista está matando a nuestros hombres negros”.

Un agente de policía se puso en contacto con ella y le preguntó si los oficiales podían participar.

Justo antes de que la marcha comenzara, dos camionetas negras se detuvieron.

De ellas salieron Wysocki, junto con el alcalde y un congresista. El jefe terminó sosteniendo una pancarta que decía: “ME SOLIDARIZO“, mientras marchaba.

Para algunos residentes, parecía que la policía había organizado la marcha. Pero Deaver dijo que apreciaba el apoyo del jefe de policía.

La imagen del jefe de policía uniéndose a los manifestantes recorrió el internet y contrastó con los enfrentamientos entre oficiales y manifestantes de ese mismo día al otro lado del río en Filadelfia.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company