Un circo con una imagen nueva conserva los payasos, pero no las caras pintadas

Dmytro Nikolenko se presenta como payaso en un número de la gira nacional del circo renovado Ringling Bros. and Barnum & Bailey en Greensboro, Carolina del Norte, el 2 de febrero de 2024. (Kate Medley/The New York Times)
Dmytro Nikolenko se presenta como payaso en un número de la gira nacional del circo renovado Ringling Bros. and Barnum & Bailey en Greensboro, Carolina del Norte, el 2 de febrero de 2024. (Kate Medley/The New York Times)

GREENSBORO, Carolina del Norte — No hay tigres ni elefantes; de hecho, el único “animal” es un perro eléctrico de nombre Bailey. Los payasos todavía están ahí, pero casi no usan nada de maquillaje.

El circo Ringling Bros. and Barnum & Bailey, que se promociona como el espectáculo más grande del mundo, está de regreso. La vez anterior que desarmó su carpa fue hace siete años y, en ese entonces, se temía que sería por última vez. El circo, que se mantuvo de gira prácticamente sin interrupciones desde la presidencia de Ulysses S. Grant, cerró sus puertas indefinidamente en 2017 debido a la escasa venta de entradas tras su decisión de dejar de presentar animales.

Ahora que el circo está de gira nuevamente y, en principio, recorrerá 50 ciudades, los espectadores disfrutan un espectáculo centrado en seres humanos, creado con la generación Z en mente, lo que quizá lo haga irreconocible.

Es el regreso inesperado de una institución que sobrevivió cambios en la cultura pop, una asistencia menguante y acusaciones de maltrato animal. La pandemia estalló unos años después de que los paquidermos habían empacado en 2016 (se retiraron a un centro de conservación en Florida), lo que genera todavía más intriga en torno al regreso del circo que estaba en gira perpetua.

A artistas como la equilibrista de cuerda floja Maria Pontigo les preocupaba que el circo hubiera empacado por última vez. “No es solo un espectáculo”, señaló, y añadió que “es una institución artística icónica”.

Cuando era niña en Chile, Pontigo observaba a su padre realizar su número en la cuerda floja. Nunca se sentaba en el mismo lugar, pues lo mejor era ver desde distintos puntos las reacciones de fascinación de los espectadores.

Las gemelas Olha y Yuliia Mosiienko hacen su calentamiento antes de presentar su número en la gira nacional del circo renovado Ringling Bros. and Barnum & Bailey en Greensboro, Carolina del Norte, el 2 de febrero de 2024. (Kate Medley/The New York Times)
Las gemelas Olha y Yuliia Mosiienko hacen su calentamiento antes de presentar su número en la gira nacional del circo renovado Ringling Bros. and Barnum & Bailey en Greensboro, Carolina del Norte, el 2 de febrero de 2024. (Kate Medley/The New York Times)

Se prometió que algún día estaría ahí arriba y todas las miradas del público, que estaba allá abajo, estarían clavadas en ella. Pontigo, de 40 años, se convirtió en parte de la tercera generación de su familia que se presentaba en el circo Ringling cuando se integró al equipo en 2008.

En gira como parte del grupo Lopez Troupe (con Deysi Lozada, Johan Lopez y Jonathan Lopez), Pontigo volvió a realizar sus piruetas en la cuerda floja a unos 8 metros de altura.

Concentrar la atención en los artistas (balas humanas, acróbatas y ahora conductores de bicicletas BMX) era vital para la nueva imagen que Juliette Feld Grossman le quería dar al circo y que comenzó en 2019, tres años después de que asumió el cargo de directora de operaciones de Feld Entertainment, la empresa familiar que dirige el circo. Irvin Feld, su abuelo, se lo compró a Ringling Bros. hace casi 60 años; la vida de Feld Grossman, de 40 años, ha estado inmersa en el circo desde que tiene memoria. Cree que fue por primera vez al circo cuando tenía 2 semanas de nacida; de niña, juzgó con sus dos hermanas la graduación del Clown College.

Sabía que el espectáculo necesitaba actualizarse, pero tenía la responsabilidad de “ofrecer experiencias generadoras de recuerdos para toda la vida”, indicó Feld Grossman. “Después de ese ejercicio introspectivo, la respuesta en realidad fue que los artistas son la esencia de nuestro espectáculo. Son las personas, y las personas vienen a Ringling para establecer conexiones con otros”.

Entre esos artistas ahora está Lauren Irving, veterana de 36 años que ha trabajado en parques temáticos y cruceros y se había dedicado a hornear galletas y pasteles en espera de su siguiente aventura artística. Esa nueva oportunidad trajo consigo una pregunta intrigante: ¿les tenía miedo a las alturas? Ya iba avanzado el proceso de audiciones cuando Irving se percató de que formaría parte del circo modernizado, donde su número de la canción clásica de Tina Turner “Proud Mary”, en un escenario que se eleva al centro de la arena, es una sensación nocturna.

Ese número va inmediatamente después de un apasionado baile estilo argentino, otra parte de un espectáculo muy ágil que presenta una sorpresa tras otra. En un espacio de dos horas, 75 artistas presentan 50 números en los que la música, la acción o la iluminación cambian cada 3,5 segundos con el objetivo de mantener la atención de las audiencias actuales, acostumbradas a los cortes rápidos de los videos en las redes sociales. La pista central es una plataforma giratoria equipada con pantallas diseñadas para amplificar los detalles de los números.

“Conservan el alma y el corazón de los espectáculos de siempre de Ringling, pero realizan las presentaciones de manera que la tecnología potencie a los artistas”, explicó Irving. “Ves un número tras otro. No hay obscuridad. Nunca se detiene”.

Está por verse si la historia del regreso será un éxito rotundo. Jerry Apps, autor de “Tents, Tigers and the Ringling Brothers”, expresó su escepticismo, pues no está convencido de que el circo, con su imagen nueva, llegue a tener la misma relevancia cultural.

“Era evidente que el atractivo del circo en esas primeras épocas era la combinación de animales, acróbatas y payasos”, aseveró Apps. “Tengo curiosidad de ver qué tipo de interés expresa el público con esta nueva imagen. Les deseo el mejor de los éxitos, pero ahora estamos en una situación cultural totalmente distinta”.

Y aquí es donde vienen a colación a los payasos. Todavía están ahí, pero no esperen ninguna cara pintada tipo Pennywise o Bozo, ni tampoco narices rojas. Después de todo, estos números se diseñaron con la intención de crear recuerdos positivos, no pesadillas fastidiosas. Los payasos no han dejado de lado la comedia física ni sus atuendos sobredimensionados, que lucen todo el espectáculo para que la audiencia reconozca a cada artista de principio a fin.

Justin Verm, oriundo de Greensboro, iba al circo tradicional cuando era niño. Cuando vio el espectáculo modernizado, le pareció que en realidad no echaba de menos a los animales.

“Es increíble que los seres humanos puedan hacer el tipo de cosas que hacen ahí”, aifrmó Verm.

c.2024 The New York Times Company