Cierre de frontera entre Haití y Dominicana obliga a hospitales a reducir atención médica
La primera víctima del cierre de la frontera entre la República Dominicana y Haití por una disputa fluvial fue financiera, paralizando el comercio entre ambas naciones, normalmente muy activo.
Ahora se está convirtiendo en una cuestión de vida o muerte.
Atrapados entre pandillas armadas a un lado y una frontera cerrada al otro, las clínicas y hospitales al este de la capital haitiana, a lo largo de las 220 millas de frontera, dijeron que se vieron obligados a rechazar pacientes mientras racionan la anestesia y otros suministros médicos. Temen que sea cuestión de días para que algunas instalaciones no tengan más remedio que cerrar por completo.
“Estamos haciendo solo operaciones de emergencia para ahorrar los anestésicos que nos quedan”, dijo el Dr. Ted Higgins, cirujano vascular jubilado de Kansas City que construyó y opera un centro médico en Fond-Parisien a lo largo de Carretera Nacional 8, que conecta Puerto Príncipe con la capital dominicana de Santo Domingo. “No son decisiones fáciles de tomar y pronto tendremos que cerrar nuestros quirófanos por completo simplemente por falta de medicamentos para las operaciones. Estoy seguro que no somos los únicos”.
Higgins Brothers Surgicenter for Hope, llamado así por el padre y el tío del Dr. Higgins, ambos cirujanos, está a unas siete millas de Malpasse, la ciudad fronteriza haitiana frente a Jimaní en el lado dominicano. Cuenta con dos quirófanos completos, una sala de urgencias abierta las 24 horas y un servicio de traumatología con 10 cirujanos y anestesistas. Los médicos, todos haitianos, hacen todo tipo de operaciones.
“Nuestra clínica atiende probablemente a 1,300 pacientes al mes”, dijo Higgins, quien agregó que alrededor de una cuarta parte de los pacientes haitianos proceden tradicionalmente de la República Dominicana y siete de los empleados del centro viven también en ciudades dominicanas. “Tenemos un dentista que hace trabajos de restauración, tenemos una clínica de VIH que atiende a unas 200 personas al mes, una clínica de maternidad, una clínica médica general y una pediátrica”.
Dado que grupos fuertemente armados controlan la carretera que lleva a su centro desde Puerto Príncipe, Higgins lleva tres años dependiendo de la República Dominicana para entrar en Haití. Vuela desde Estados Unidos a Santo Domingo, la capital dominicana, y luego se sube a un auto para recorrer el largo trayecto de cuatro horas hasta Jimaní y cruzar la frontera hasta Malpasse. Ha tenido que suspender sus equipos de misiones médicas, que solían viajar a Haití para que especialistas estadounidenses pudieran formar a médicos haitianos; también suspendió un programa de enseñanza con el Hospital de la Universidad Estatal de Haití (UEH) en Puerto Príncipe.
Cuando un camión cisterna que venía a entregar combustible fue requisado por pandillas para pedir rescate —y su cirujano jefe, en otro incidente, recibió una balazo de hombres armados—, Higgins tomó medidas drásticas: cambió el hospital a energía solar y dijo a su personal que no quería que nadie viajara a Puerto Príncipe por las carreteras llenas de pandilleros, así que empezó a construirles viviendas locales.
“Hemos sufrido: nos robaron un contenedor, han secuestrado personas... así que simplemente vamos a la República Dominicana y trabajamos con ellos”, dijo Higgins, añadiendo que el centro se dedicó a comprar combustible, alimentos, medicinas y materiales de construcción en República Dominicana. “Ha sido un salvavidas”.
Higgins dijo que ha llegado a aceptar que acabar con el problema de las pandillas va a llevar tiempo, pero ya han pasado dos semanas desde que el presidente dominicano Luis Abinader suspendió los visados para los haitianos y ordenó la paralización total del tráfico aéreo, marítimo y terrestre con Haití. El cierre fue en respuesta a la construcción de un canal por agricultores haitianos cerca de su frontera nororiental para desviar agua del río Dajabón, que se extiende a ambos lados de la frontera, con el fin de aliviar la sequía en la llanura haitiana de Maribaroux.
“¿Cerrar una frontera por un canal de riego en el río Dajabón? No tiene sentido”, dijo Higgins. “Sé que es una situación política y que el presidente [dominicano] se postula y quiere ser duro con Haití, pero no se hace así”.
Las pérdidas económicas del cierre también se están extendiendo. Las zonas francas de Caracol y CODEVI, así como el parque industrial de Puerto Príncipe, están sufriendo las consecuencias, ya que las fábricas situadas cerca de las ciudades de Ouanaminthe y Dajabón, a ambos lados del río, no pueden obtener materias primas y se ven obligadas a suspender sus operaciones, lo que afecta a los medios de subsistencia de unos 200,000 trabajadores de ambos lados de la frontera.
Desde hace varios días, decenas de contenedores de carga con destino a Estados Unidos con camisetas Hanes y otros productos para grandes marcas estadounidenses y canadienses están paralizados. Los camiones con los productos de más de una docena de fábricas situadas en la frontera no han podido cruzar a la República Dominicana, desde donde tradicionalmente zarpan, y no han podido dirigirse a un puerto haitiano por temor de las autoridades locales a que la población, muy alterada, tome represalias pensando que se trata de exportaciones dominicanas. En el lado dominicano, más de un millón de huevos se pudren cada día, porque no pueden venderse al otro lado de la frontera en los mercados haitianos.
“Los haitianos compran muchos de sus huevos de la República Dominicana”, dijo el Dr. David Vanderpool, fundador de LiveBeyond, una organización médica de ayuda en casos de desastre que opera un complejo de 60 acres con un hospital quirúrgico, una granja de demostración, una escuela y un programa de salud materna no lejos de la frontera con Malpasse, cerca de la comunidad de Thomazeau. “Obviamente se trata de un alimento básico que va a escasear... y los haitianos ya tienen hambre”.
Antes del cierre, casi la mitad de los 12 millones de habitantes de Haití ya pasaba hambre, según el Programa Mundial de Alimentos (WFP), que se vio obligado en julio a reducir la ayuda alimentaria a 100,000 haitianos por falta de fondos. Vanderpool, quien dirige un programa alimentario que proporcionaba comidas a 8,000 niños al día, dijo que se vio obligado a reducir sus operaciones en un 20% debido a las pandillas que bloquean las carreteras e impiden el paso de los suministros desde Puerto Príncipe.
Cree que el cierre de la frontera no hará sino empeorar la crisis humanitaria en Haití. Desde el cierre, dijo Vanderpool, sus médicos, quienes trataban a unos 20,000 pacientes al mes, están viendo “niveles tremendos de hambre” y una malnutrición cada vez mayor.
La ONU y Estados Unidos pidieron a la República Dominicana una exención humanitaria para permitir el paso de ayuda de emergencia, alimentos y medicinas y la embajada haitiana en Francia hizo un llamamiento a la comunidad europea, alegando que Haití tiene derecho soberano al agua del río compartido en virtud de un tratado internacional de 1929.
El martes, la Organización de los Estados Americanos (OEA) dijo que mantuvo conversaciones con autoridades de ambas naciones sobre la construcción del canal.
“No cabe duda que Haití y República Dominicana tienen los mismos derechos de uso sobre el río Dajabón y que sus recursos hídricos son vitales para ambos, dadas las necesidades de sus habitantes, especialmente en el actual contexto de sequía”, dijo OEA. “Este uso debe garantizarse de conformidad con el derecho internacional y los tratados entre ambos países”.
La situación no beneficia a ninguno de los dos países y la controversia debe resolverse sobre la base del principio de “buena vecindad y amistad entre ambos países y sus líderes”, dijo OEA.
Pero desde que empezó la paralización, las posturas de ambas partes se han endurecido: los haitianos, que ven la postura dominicana como una afrenta a su soberanía y una violación del tratado, se unieron en torno a la construcción del canal, donando dinero y material de construcción; por otro lado, los dominicanos están divididos, porque mientras que la extrema derecha aplaudió la medida de Abinader, los políticos de la oposición y los empresarios que dependen del comercio con Haití lo acusaron de ir demasiado lejos.
Y hay un nuevo acontecimiento que amenaza con agravar la crisis: el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) de República Dominicana empezó a probar un sistema de bombeo en el canal de riego de La Vigía que evitaría Dajabón, la ciudad fronteriza dominicana por donde pasa el río. Las bombas contrarrestarían los efectos del canal que se está construyendo en el lado haitiano. El nuevo sistema, dijeron los críticos, se hizo sin consultar con el gobierno haitiano, que apoya a sus agricultores en la disputa del canal.
“Existe una animadversión terrible entre dominicanos y haitianos y cerrar la frontera por este canal de riego me parece una excusa”, dijo Vanderpool, cuya organización sin ánimo de lucro emplea a 125 personas en Thomazeau. “Es un problema enorme”.
El cierre de la frontera también afecta los tratamientos contra el cáncer. El Hospital Universitario de Mirebalais (HUM), que recientemente fue objeto de numerosos disparos de las pandillas, envía entre seis y 10 pacientes al mes a la República Dominicana para recibir tratamiento oncológico, incluida radioterapia, que no está disponible en Haití. Los pacientes se alojan en casas de huéspedes en la República Dominicana durante su tratamiento y viajan de ida y vuelta. Actualmente hay ocho pacientes atrapados en la ciudad de Santiago, en la República Dominicana, y, con la frontera cerrada, el hospital dijo estar preparándose para un mayor número de muertes debido a la imposibilidad de que los haitianos reciban atención.
La organización sin ánimo de lucro Love A Child, con sede en Fort Myers, que gestiona un complejo médico no muy lejos de la frontera entre Malpasse y Jimaní, también está sufriendo la presión de las pandillas armadas, a solo 12 millas de distancia, y el cierre de la frontera.
“No podemos subir ni bajar”, dijo el doctor Assonic Barthélémy, médico jefe de la organización, refiriéndose a su ubicación entre Puerto Príncipe, al oeste, asolado por las pandillas, y la frontera cerrada, al este.
Love A Child, fundada por los misioneros Bobby y Sherry Burnette, dirige una clínica gratis, “Jesus Healing Center”, en la zona de Fond-Parisien y cuenta con un centro de partos y un programa contra la desnutrición. Los pacientes no pagan por la atención médica, las consultas, los análisis ni los medicamentos.
La violencia de las pandillas en la zona de Croix-des-Bouquets, en donde misioneros estadounidenses fueron secuestrados en 2021, hizo que los traslados médicos a hospitales de Puerto Príncipe quedaran descartados. Eso solo dejó el centro quirúrgico de Higgins y el pueblo de Jimaní en el lado dominicano, en donde los pacientes a veces eran trasladados en ambulancia para recibir atención especializada o hacerse pruebas.
“Ahora estos pacientes no pueden ir debido al cierre de la frontera”, dijo Barthélémy.
En las dos semanas transcurridas desde el cierre, dijo, “hemos tenido tantos pacientes que vienen a vernos que realmente no tenemos capacidad para acomodarlos”.
El cierre de la frontera también está agravando las otras crisis a las que ya se enfrentaba Haití.
A principios de este mes, UNICEF, la principal agencia de la ONU para el bienestar de la infancia, declaró que casi tres millones de niños haitianos —la cifra más alta jamás registrada— necesitan ayuda humanitaria debido a los alarmantes niveles de violencia, el hambre sin precedentes, la desnutrición y el resurgimiento del mortal cólera.
Barthélémy, de 36 años, dijo que aunque el aumento de la violencia es un factor en el aumento del hambre, el cierre de la frontera está empeorando las cosas. Los agricultores haitianos, quienes han tenido que enfrentar la erosión del suelo, las desastrosas inundaciones y el elevado costo de las semillas y los fertilizantes, han tenido dificultades para recoger sus cosechas y han llegado a depender del comercio fronterizo para ganarse la vida, pero ahora eso desapareció, dijo.
“Solíamos tener dos o tres niños desnutridos a la semana”, dijo. “Ahora nos llegan tantos niños desnutridos que ni siquiera tenemos lugar para todos”.
Barthélémy dijo que a su centro se le están acabando los suministros. Un contenedor lleno de suministros médicos está atascado al otro lado de la frontera, en la República Dominicana.
“Este cierre nos está afectando mucho”, dijo. “Estamos agotando nuestras reservas”.