Cientos de policías de EEUU despedidos por delitos o abusos han vuelto a ser contratados
Las tensiones entre numerosas comunidades estadounidenses y las fuerzas de policía son considerables y en años recientes han desatado estallidos como los de Ferguson, Missouri, y protestas multitudinarias en ciudades diversas como Nueva York, Chicago o Baltimore.
La razón fueron casos de brutalidad policiaca, el uso de fuerza injustificada y a veces letal contra personas que, se ha alegado, no representaban en realidad un peligro mayor ni para el público ni para los oficiales que interactuaron con ellos. El clamor social además se catalizó porque muchos de los policías implicados en esos sucesos no fueron siquiera acusados formalmente ante los tribunales.
Pero, aunque esos son algunos de los casos más graves y notorios, muchos otros oficiales han cometido conductas impropias que suscitaron su despido, al menos 1.881 en 37 de los más grandes departamentos de policía de Estados Unidos desde 2006, según un reporte de The Washington Post.
Por ejemplo, señala el Post, entre los despedidos figuran un policía que abusó sexualmente de una joven dentro de su auto patrulla, uno que retó a un hombre esposado a pelear para ‘ganarse’ su liberación y otro que, de tajo, mató de un balazo a un hombre desarmado.
El detalle es que esos tres oficiales y otros 448 que fueron despedidos por conductas inapropiadas y en varios casos por actos delictivos ganaron una apelación y recuperaron su empleo, pese a que cometieron actos que en su momento fueron considerados reprobables.
Ciertamente, la gran mayoría de los oficiales de las fuerzas del orden público son honestos y realizan su trabajo con convicción y vocación de servicio. Pero inevitablemente, dada su naturaleza, los casos de turbiedades o delitos cometidos por policías generan enorme atención e indignación, aunque se trate de casos aislados o en cantidades reducidas. Y existen otras ocasiones en las que departamentos de policías enteros enfrentan acusaciones de estar sumidos en prácticas sistemáticas de abuso.
Pero, ¿por qué se reintegra a esos policías notorios en sus puestos? En principio, apelar el despido es uno de los derechos de los oficiales, incluido en sus contratos y en los acuerdos con sus sindicatos, y con frecuencia la decisión al respecto es emitida por un árbitro mutuamente aceptado por ambas partes. Ese derecho a apelar, de acuerdo a los sindicatos, es necesario para proteger a los policías de decisiones excesivas o fundadas en presiones sociales o políticas de sus jefes.
Con todo, como se comenta en el Post, si se comete un error o no se cuenta con el caso documentado a cabalidad, el árbitro puede fallar a favor del despedido incluso aunque las razones de su remoción sean aparentemente graves. También hay casos que el árbitro y los jefes de Policía acaban en desacuerdo, algo que los segundos lamentan por tener que recontratar a un oficial con el que han tenido historial y tensión anteriormente, de acuerdo al reportaje del Post.
Pero también se señala allí que una parte considerable de los recontratados habrían sido despedidos injustificadamente (o con criterios cuestionables), al menos a juicio de su sindicato, pero otros lo habrían sido por situaciones graves: 88 por deshonestidad y 33 por haber sido acusados de crímenes. Por ejemplo, uno que mató a un hombre desarmado y fue despedido recuperó su puesto en Miami.
Con todo, sean generalizadas o aisladas las conductas impropias, abusivas y hasta delictivas dentro de las policías, el Post comenta que, proporcionalmente, los casos de despidos y de reinstalaciones son en realidad raros: entre los 91,000 oficiales de 37 departamentos cuyos datos fueron analizados por el Post, se dieron 1,881 despidos y 451 reinstalaciones desde 2006. Pero ciertos casos individuales, reseñados en el reportaje citado, ejemplifican que el fenómeno no es simple, y que en algunos casos despidos o reinstalaciones se dieron por razones que lucen escandalosas, pero que en los procesos de apelación pueden quedar anuladas.
Muchos casos, con todo, son controversiales y revisar el citado reporte lo ilustra de modo significativo. Pero si bien es cierto que varios de los casos fueron revertidos, y los policías reintegrados a su trabajo, por situaciones como haber despedido a la persona después del plazo máximo para hacerlo, no haber documentado a cabalidad las fallas alegadas o haber decidido el despido de modo acelerado por la presión de la crítica en redes sociales, en otros casos el reintegrar a su puesto a un policía que abusó sexualmente de una adolescente o que mató a una persona en un incidente en el que sus propios superiores consideraron no había justificación para usar fuerza letal tienen su carga de escándalo.
Los policías realizan una labor crucial y por ello requieren y merecen apoyo y reconocimiento. Pero, al mismo tiempo, y con mayor agudeza incluso, están obligados a mostrar una conducta impecable en el respeto a la ley y a la confianza ciudadana. Mantener esos valores es el reto.