Después de cerrar, estos campos de golf se volvieron silvestres

Visitantes pasean a sus perros en San Geronimo Commons, un antiguo campo de golf que se está recuperando y que ahora es un espacio público para pasear y hacer senderismo, en San Gerónimo, California, el 17 de enero de 2024. (Jim Wilson/The New York Times)
Visitantes pasean a sus perros en San Geronimo Commons, un antiguo campo de golf que se está recuperando y que ahora es un espacio público para pasear y hacer senderismo, en San Gerónimo, California, el 17 de enero de 2024. (Jim Wilson/The New York Times)

Había hierba sin cortar en una trampa de arena, así como bloques de madera y un castillo de juguete en otra, indicios de que ahí los niños jugaban. La gente paseaba a sus perros por la calle, que tenía un aspecto bastante desaliñado y descuidado. Era de esperar.

Hoy en día, estos terrenos se siegan solo dos veces al año y no se han rociado con pesticidas o raticidas desde 2018, que fue cuando esta extensión de 63 hectáreas de tierra dejó de ser el Campo de Golf San Gerónimo y comenzó un viaje para volverse silvestre, o al menos más silvestre, otra vez.

Un pequeño número de campos de golf cerrados en todo el país han sido comprados por fideicomisos de tierras, municipios y grupos sin fines de lucro y transformados en reservas naturales, parques y humedales. Los hay en Detroit, Pensilvania, Colorado, los lagos Finger del norte del estado de Nueva York y unos cuatro en California.

“Rápidamente reconocimos el alto valor de restauración, el valor de conservación y el valor recreativo del acceso público”, dijo Guillermo Rodriguez, director estatal de California con la organización sin fines de lucro Trust for Public Land, que compró el campo de San Gerónimo en el condado de Marin por 8,9 millones de dólares en 2018 y lo rebautizó como San Geronimo Commons.

Durante un recorrido reciente por el terreno, que se encuentra bajo en el valle de San Gerónimo, a menos de una hora en auto al norte de San Francisco, Rodríguez señaló las colinas ondulantes que sirven de hábitat para la vida silvestre, incluidos los halcones que volaban sobre sus cabezas. “A ambos lados hay tierras pública. Este era el eslabón perdido”, dijo.

La restauración de las tierras de San Gerónimo aún está en marcha. Se volverán a conectar las llanuras aluviales y se eliminó una barrera para peces, lo que permitirá el acceso a zonas migratorias y de cría más sólidas para el salmón plateado, en peligro de extinción, y la trucha arcoíris, amenazada. Se han previsto senderos que bordearán hábitats sensibles, lo que convertirá el terreno en un salvavidas ecológico de acceso público, muy diferente de su época como campo de golf.

Una zona de juegos que antes era una trampa de arena en San Gerónimo Commons, un antiguo campo de golf que se está recuperando y que ahora es un espacio público para pasear y hacer senderismo, en San Gerónimo, California, el 17 de enero de 2024. (Jim Wilson/The New York Times)
Una zona de juegos que antes era una trampa de arena en San Gerónimo Commons, un antiguo campo de golf que se está recuperando y que ahora es un espacio público para pasear y hacer senderismo, en San Gerónimo, California, el 17 de enero de 2024. (Jim Wilson/The New York Times)

“Es un lugar estupendo y hermoso. Me encanta”, dijo Charles Esposito, jubilado de 76 años que disfrutaba de un paseo hace poco.

En los últimos años, la industria del golf ha tomado medidas para reducir su impacto ambiental, como usar menos agua, sembrar plantas respetuosas con los polinizadores y disminuir el uso de pesticidas y fertilizantes.

Sin embargo, los recursos y productos químicos necesarios para tener un césped prístino de color esmeralda han convertido este deporte en la pesadilla de los ecologistas. Los cerca de 16.000 campos de golf de Estados Unidos utilizan poco más de 5600 millones de litros de agua al día, según la Asociación de Golf de Estados Unidos, y se tratan colectivamente con 100.000 toneladas de nitrógeno, fósforo y potasio al año.

Estados Unidos tiene más campos de golf que locales de McDonald’s y también más que cualquier otro país, con cerca del 42 por ciento de todos los campos del mundo, según la Fundación Nacional de Golf.

Ese exceso de oferta, unido a las presiones urbanísticas, ha llevado a que desde 2006 se hayan cerrado más campos de golf de los que se abrieron. La vuelta a la naturaleza, o a una versión de ella, sigue siendo algo relativamente inusual para los viejos campos de golf, la mayoría de los cuales acaban en manos de promotores comerciales o residenciales, según la Fundación Nacional de Golf. Un ejemplo reciente fue una antigua instalación de golf de 36 hoyos en Nuevo Hampshire que Target compró por casi 122 millones de dólares en 2023 para construir un nuevo centro de distribución.

Para que un campo de golf se convierta en un área verde pública es necesario que se alineen una serie de astros excepcionales. Tiene que haber un vendedor dispuesto y, sobre todo, un comprador interesado en la conservación que tenga el dinero no solo para comprar el terreno, sino para restaurarlo. Según Eric Bosman, urbanista de la empresa de diseño y planificación Kimley-Horne, entre 2010 y octubre de 2022 se transformaron 28 antiguos campos de golf en espacios verdes públicos.

Pero la cifra parece aumentar con lentitud. En 2023, el antiguo campo de golf Cedar View, en la orilla oriental del lago Cayuga, al norte del estado de Nueva York, fue comprado por el Finger Lakes Land Trust. Otra organización sin fines de lucro, el West Lake Art Conservation Center, planea transformar unas 93 hectáreas del clausurado Lakeview Golf & Country Club de Owasco en una reserva natural.

Aunque la repoblación de un campo de golf quizá decepcione a los jugadores, puede acarrear grandes beneficios para los animales, las plantas y las personas.

A unos cientos de kilómetros al sur de San Gerónimo, en un terreno propiedad de la Universidad de California en Santa Bárbara, las 25 hectáreas que ocupaba el campo de golf Ocean Meadows son ahora un estuario rodeado de praderas, marismas e islas de matorral costero.

Según Lisa Stratton, directora de gestión de ecosistemas del Centro Cheadle de Biodiversidad y Restauración Ecológica de la universidad, que gestiona el terreno, el propietario anterior había previsto vender el campo a un promotor inmobiliario, pero la recesión de 2008 se lo impidió. El personal de la universidad recurrió a la ayuda del Trust for Public Land, que compró la propiedad por 7 millones de dólares en 2013 y la donó a la universidad.

La extensa restauración del terreno de Santa Bárbara llevó años y se financió con 16 millones de dólares de subvenciones locales, estatales y federales. Incluía la reubicación de 267.600 metros cúbicos de tierra que hace décadas los promotores del campo de golf habían tomado de las mesetas cercanas y empujado sobre los humedales para crear el campo. Los humedales rehabilitados reducen ahora el riesgo de inundaciones y protegen contra la subida del nivel del mar, explicó Stratton. El cambio también supuso que las viviendas cercanas dejaran de estar en una zona federal inundable. Sin pelotas de golf silbando por encima, el terreno se ha convertido en hábitat de aves playeras migratorias, entre ellas cigüeñuelas de cuello negro, gaviotas patiamarillas y correlimos, e incluso ha atraído al sigiloso avetoro americano. Las nuevas estructuras rocosas subterráneas proporcionan hábitat a conejos, ardillas de tierra, ratones y búhos excavadores.

Dos plantas en peligro de extinción, la lechetrezna de las marismas de Ventura y el “Chloropyron maritimum”, también se han establecido en el lugar, como parte de un esfuerzo por trasladar algunas plantas al norte a medida que sus hábitats naturales se calientan demasiado. Algunos estudiantes de la universidad han participado en los trabajos de restauración y han estudiado cientos de especies animales.

En Palm Springs, algunos vecinos del anterior Mesquite Golf & Country Club se resistieron a los planes de devolver ese terreno a su estado natural, alegando que preferían las vistas que ofrecía un cuidado campo de 18 hoyos.

“Antes teníamos unas vistas muy bonitas al campo de golf y las montañas”, afirmó Don Olness, miembro de la junta directiva de la comunidad de propietarios de un complejo de condominios colindante. Pero desde que Oswit Land Trust compró el campo de golf por 9 millones de dólares en 2022, la zona se ha llenado de maleza, árboles muertos y ramas caídas, dijo. “Es básicamente un área descuidada”, concluyó Olness.

Citando un contrato de arrendamiento con los propietarios del campo de golf, la asociación de propietarios interpuso una demanda para detener temporalmente cualquier cambio realizado por el patronato del terreno, que compró el campo con una donación de Brad Prescott, un filántropo, y lo rebautizó Área de Preservación Prescott.

Jane Garrison, fundadora y directora ejecutiva del patronato, declaró que la demanda pendiente impide al patronato acceder a una subvención multimillonaria necesaria para restaurar adecuadamente el terreno. Pero de las cinco propiedades de la fundación, el Área de Preservación Prescott se ha convertido rápidamente en la más popular.

Según Garrison, el patronato retiró el veneno de la caseta de mantenimiento del campo, así como trampas para topos y veneno que había por todo el lugar. Ella y sus colegas encontraron conejos y búhos muertos, y un examen confirmó que una ardilla de tierra había muerto tras consumir rodenticida, lo que hace que los depredadores como coyotes y linces sean susceptibles a la sarna.

“Cuando se elimina todo el veneno y se detiene ese ciclo, se da a esas especies la oportunidad de recuperarse”, explicó Garrison.

Aunque la restauración no ha hecho más que empezar, ya han reaparecido flores y plantas silvestres, contó. Un vivero local donó y plantó unos 100 árboles autóctonos, entre ellos sauces del desierto, olneyas y mezquites. La fundación decidió mantener estanques con agua reciclada porque el cambio climático ha hecho difícil que la fauna encuentre agua.

El grupo espera adquirir más campos de golf en Palm Springs, que, a pesar de estar en un desierto, alberga muchos campos. “Cuando la tierra desaparece, desaparece para siempre, una vez que construyen condominios. Pero cuando se salva, se salva para siempre. A eso no se le puede poner precio”, dijo Garrison.

c.2024 The New York Times Company