“Era nuestro centro comercial”. ¿Qué se pierde cuando cierra un popular pulguero? Más de lo que se piensa

Este es el mejor momento para el pequeño puesto de jugos de Claribel Vásquez en el Pulguero de Opa-locka Hialeah. Los niños de las vacaciones de verano, sedientos de corretear por el abarrotado lugar al aire libre, compran cremosos smoothies de coco, guarapo de salpicado con kiwi y bebidas de piña con jengibre.

En muchos sentidos, estos niños están siguiendo sus pasos, el mismo camino recorrido por generaciones de familias inmigrantes en el sur de la Florida.

Cuando Vásquez llegó a Miami desde la República Dominicana en 1987, paseaba por los extensos puestos cada domingo con su tía, comprando verduras, viendo zapatos y comiendo maíz asado. Repitió el ritual semanal de visitas con sus propias hijas y luego con los hijos de estas, y finalmente abrió su propio pequeño negocio en el pulguero.

“No sabía lo que era un centro comercial”, dice Vásquez, de 51 años. “Era nuestro centro comercial”.

Después de casi cuatro décadas de funcionamiento, el Pulguero de Opa-locka Hialeah cerrará el 30 de septiembre. Sus propietarios, con sede en Nueva York, han decidido sacar provecho de sus cada vez más valiosos 43 acres de propiedad inmobiliaria encajada entre Hialeah, Miami Lakes y Miami Gardens, en el noroeste de Miami-Dade.

Es posible que algunos vendedores se muden a un espacio interior más pequeño en el edificio de un mayorista de ropa cercano, Atlantic Hosiery, pero el cierre de este enorme y popular pulguero ha enfadado a muchos de los propietarios de negocios familiares del lugar, y es otra señal de los cambios sociales y económicos provocados por una ola de reurbanización y aburguesamiento en todo el sur de la Florida.

Con la desaparición de los pulgueros que antaño salpicaban el sur de la Florida, se reduce la economía informal que durante años ayudó mantener a las comunidades desfavorecidas. Para muchos recién llegados de Cuba, Haití, la República Dominicana y otros países, el alquiler de un puesto en un pulguero era el trabajo secundario original y los mercados ofrecían opciones de compra baratas mucho antes que las tiendas de dólar se convirtieran en un elemento básico de los centros comerciales.

El lugar también cuenta con una historia particularmente memorable y colorida entre los pulgueros que alguna vez salpicaron el paisaje del sur de la Florida: marcada por feroces guerras comerciales, corrupción política, vínculos con la mafia israelí y un pegajoso jingle de televisión que se metió en el cerebro de Miami a principios de la década de 1990.

Pero el legado es más profundo para innumerables personas como Vásquez.

“Hay mucha gente que depende de este lugar”, dijo Vásquez. “Para la gente humilde, están perdiendo el lugar adonde vienen a comprar frutas y otros comestibles”.

Nirvah Lamerique, de 69 años, junto a montones de pantalones de mezclilla de su puesto en el Pulguero de Opa-locka Hialeah. El puesto complementa los ingresos de su jubilación y está tratando de averiguar qué hacer después del cierre del lugar. Carl Juste cjuste@miamiherald.com
Nirvah Lamerique, de 69 años, junto a montones de pantalones de mezclilla de su puesto en el Pulguero de Opa-locka Hialeah. El puesto complementa los ingresos de su jubilación y está tratando de averiguar qué hacer después del cierre del lugar. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

En una comunidad que ha estado marcada durante mucho tiempo por las tensiones sociales entre los inmigrantes recién llegados, el pulguero también era quizás el único lugar en donde esas tensiones desaparecían: no era raro que los haitianos y los vendedores dominicanos entablaran amistades y acuerdos comerciales.

“Era un espacio seguro para personas que en otros lugares se habrían sentido como forasteros”, dijo Corinna Moebius, escritora y antropóloga cultural que ha pasado tiempo en el pulguero. “Había una sensación de que los vendedores se cuidaban entre sí y cuidaban a sus clientes. Se perderá algo más que los negocios. Se pierde una red de relaciones. Se está deshaciendo una red de seguridad cultural”.

Una estatua de San Lázaro en St. Barbara's Variety Inc., un puesto en el Pulguero de Opa-locka Hialeah que vende figuritas y otros artículos religiosos. David Ovalle Miami Herald
Una estatua de San Lázaro en St. Barbara's Variety Inc., un puesto en el Pulguero de Opa-locka Hialeah que vende figuritas y otros artículos religiosos. David Ovalle Miami Herald

Scott Miller, gerente general del pulguero desde hace mucho tiempo, dijo que a lo largo de los años los vendedores eran aproximadamente la mitad afroamericanos e hispanos. “Nuestra demografía reflejaba la del Condado Dade”, dijo Miller. “Éramos Miami en aquella época”.

Y para esos clientes y vendedores, el pulguero también ofrecía algo más: la posibilidad de regatear, dijo.

“La gente de la comunidad pierde su poder de negociación”, dijo Miller acerca del cierre del mercado. “Normalmente, la gente no va a entrar en Macy’s y tratar de regatear por un frasco de colonia”.

Se acabaron los mercados de pulgas

Para muchos habitantes del sur de la Florida, el Pulguero de Opa-locka Hialeah es un lugar del que pueden haber oído hablar pero que nunca han visitado. Abierto por primera vez en 1985 en el 12705 NW 42 Avenue, está rodeado de almacenes y alejado de las playas, la vida nocturna, los suburbios y los centros comerciales tradicionales de Miami-Dade.

Pero también es un lugar bullicioso, vibrante con todos los olores y cosas de la variedad de culturas de Miami que ofrecen los más de 700 vendedores. Los compradores pueden cambiar neumáticos, comprar ropa y utensilios de cocina baratos, teléfonos móviles, sofás, juguetes, herramientas eléctricas, pescado fresco, todo tipo de alimentos e incluso gallos y cabras para los sacrificios religiosos de la santería, y celebrarlo tomando cerveza, comiendo pupusas y escuchando bandas de salsa en directo.

Para los hispanos es conocido como El Pulguero. Para los haitianos, es el Ti-Mache, el pequeño mercado, decididamente un eufemismo para lo que fue uno de los mayores pulgueros en todo el Condado Dade en la década de 1980, una expansión impulsada por una población cada vez mayor de inmigrantes de toda América Latina y el Caribe.

Lugares como el pulguero Tropicaire, en Bird Road, al oeste del Palmetto, contaba con cientos de puestos en los terrenos de un autocine. Los vendedores pagaban entre $7 y $27 al día por los espacios. Ahora es un centro comercial.

El mercadillo internacional de 54 St. estaba en el corazón de la zona de Brownsville-Liberty City, predominantemente afroamericana, un desierto comercial, sobre todo después de que los antiguos grandes almacenes Ames quebraran. “Estamos cerca de la gente con la que hacemos negocios. Eso ayuda”, dijo un gerente en 1990.

Hoy el terreno alberga un restaurante Wendy’s.

Flea Market USA, alojado en interiores, también en el corazón de Liberty City, en 3015 NW 79 St., atraía a la clientela afroamericana del este y a los hispanos de la vecina Hialeah. Yanis Carreto, escritora y fotógrafa, vivía en un parque de casas móviles al otro lado de la calle y recordaba con cariño las visitas de su infancia, montando en el carrusel y mirando embobada la jirafa gigante cerca del patio de comidas y el distintivo suelo a cuadros rojos, blancos y azules.

El piso de Flea Market USA de Miami, poco antes de cerrar en marzo de 2019. La foto fue tomada por la escritora de Miami Yanis Carreto, quien escribió una entrada en su blog acerca de sus recuerdos en el mercado en 3015 NW 79 St.
El piso de Flea Market USA de Miami, poco antes de cerrar en marzo de 2019. La foto fue tomada por la escritora de Miami Yanis Carreto, quien escribió una entrada en su blog acerca de sus recuerdos en el mercado en 3015 NW 79 St.

En 2019, cuando estaba previsto que cerrara después de casi 40 años, Carreto regresó para tomar fotos del mercado moribundo, en donde la gente antes se hacía tatuajes, cortes de pelo y se ponía dientes de oro, compraba teléfonos, cadenas de oro y camisetas impresas a medida.

“Muchos puestos llevan años cerrados y abandonados. Sillas y mesas plegables desparejadas, como las que se pueden encontrar en una casa, están dispersas por todo el pulguero”, escribió Carreto en su blog. “Incluso sofás rotos y desgastados se alinean en la zona que rodea el escenario”.

En la actualidad, la propiedad se está convirtiendo en un centro mixto residencial y comercial.

El Pulguero de Opa-locka Hialeah se convirtió en un punto de aterrizaje para muchos vendedores desplazados. Irma Moreau, quien vende ropa y otros artículos, se vio obligada a ir allí después de tener que dejar Tropicaire y Flea Market USA. Está explorando un lugar en el Pulguero de 7 Ave. en North Miami, pero los puestos allí son demasiado pequeños como para albergar sus motones de edredones, colchas y ropa interior femenina.

“Mi tienda es mi bebé”, dijo. “No es fácil encontrar otro lugar”.

Todavía hay pulgueros, por supuesto.El más grandes es el famoso Swap Shop en Lauderhill, 88 acres de mercado que incluyen un autocine e incluso una colección de Ferraris. También existe la variedad hipster, como el diminuto Wynwood Marketplace, que pregona piedras preciosas, camisetas vintage y “artículos bohemios”.

Sin embargo, la línea de tendencia parece sombría, ya que los pulgueros están desapareciendo en todo el país. En la Florida, durante los dos últimos años, sobre todo cuando la pandemia hizo estragos en las compras en persona, se han cerrado pulgueros de toda la vida en Tampa, Pensacola y San Agustín.

Una vista general de una de las filas de mini tiendas en el Pulguero de Opa-locka Hialeah.
Una vista general de una de las filas de mini tiendas en el Pulguero de Opa-locka Hialeah.

El sur de la Florida no es inusual, dado el aumento del costo del suelo, la necesidad de vivienda y de reurbanización y el aumento del comercio minorista en línea, así como los cambios en la forma en que la gente se reúne para socializar, dijo Maria Ilcheva, del Jorge M. Pérez Metropolitan Center de la Universidad Internacional de Florida, un grupo de expertos que explora cuestiones de vivienda y mercado.

“Es inevitable dada la afluencia de personas, antes del extranjero y, ahora, en los últimos dos años, de otras partes de Estados Unidos”, dijo Ilcheva, subdirectora de planificación y operaciones del centro. “Desde el punto de vista del desarrollo, tendría sentido para quien sea propietario del terreno. Hay mucha presión para reurbanizar”.

El Pulguero Opa-locka Hialeah fue comprado en 2017 por una compañía neoyorquina llamada Gramercy Property Trust, que pagó $80 millones por la propiedad y firmó un nuevo acuerdo con el operador para mantener el pulguero. Ahora conocida como Link Logistics, la compañía está planeando desarrollar las parcelas en seis nuevos edificios dedicados al uso comercial y logístico.

Un portavoz de Link Logistics dijo que la empresa se centra en “ser una fuerza positiva para el crecimiento económico en las comunidades locales en donde operamos, y reconocemos el importante lugar que el Pulguero de Opa-locka ocupa en la comunidad”.

“Si se aprueba, nuestro proyecto de desarrollo propuesto representaría más de $90 millones en nuevas inversiones y generaría un estimado de 1,000 plazas de trabajo de construcción y 765 puestos de trabajo permanentes de alta calidad para la comunidad”.

A los vendedores del pulguero originalmente se les dio solo tres semanas para abandonar la propiedad, pero desde entonces se les ha dado una prórroga hasta el 30 de septiembre, para permitir a los vendedores encontrar nuevos lugares. Atlantic Hosiery, una empresa de venta mayorista de ropa en Opa-locka desde hace mucho tiempo, está trabajando con la ciudad para establecer un mercado interior en su sede cercana; se espera que la operación sea más pequeña, sin la música en vivo, los restaurantes y las tiendas de animales.

Una base para el trabajo duro

Para algunos negocios, el Pulguero de Opa-locka Hialeah le abrió la puerta al éxito de la clase media en una nueva patria.

Vendedores como Israel Pérez, un inmigrante de Cuba, empezaron con algo pequeño. Durante la semana, Pérez entregaba carnes a los mercados y su esposa, Esther Pérez, trabajaba en una fábrica de Hialeah, pero él y su familia coleccionaban herramientas y electrodomésticos de segunda mano y vendían en un único puesto en el Pulguero de Opa-locka Hialeah en la década de 1980.

El negocio acabó floreciendo y la mercancía llenaba dos camiones. Su clientela creció hasta incluir no solo a cubanos, sino también a haitianos y jamaiquinos que compraban productos para revender en las islas. La familia llegó a tener cuatro locales, atendidos por varios miembros de la familia. Su hermano, León Pérez, iba en silla de ruedas y vendía chicles cerca del emblemático arco de entrada.

La familia Pérez en el Pulguero Opa-locka Hialeah en los años 80. De izquierda a derecha: Esther Pérez, Cynthia Pérez y Mercedes Holtzman.
La familia Pérez en el Pulguero Opa-locka Hialeah en los años 80. De izquierda a derecha: Esther Pérez, Cynthia Pérez y Mercedes Holtzman.

“Mi hermano y yo lo odiábamos. Teníamos 11 y 12 años y allí pasábamos los fines de semana”, dijo Mercedes Holtzman, de 55 años, hija de Israel. “Pero eran tiempos difíciles y eso es lo que teníamos que hacer. Recuerdo que mi hermano y yo estábamos muy bronceados y nunca le decíamos a nadie que habíamos trabajado en el pulguero”.

“Realmente nos dio una base para el trabajo duro: durante la semana, había que reponer todo, ir a comprar toda la mercancía, y teníamos que llegar antes que saliera el sol y quitarlo todos los días. Era de 4:30 a.m. a 4:30 p.m.”.

Con el tiempo, el éxito del negocio le permitió a Pérez, ya fallecido, comprar su primera casa en Miami Beach, y también un edificio de apartamentos.

Otro vendedor, Carlos Rodríguez, de 58 años y de Honduras, lleva casi dos décadas vendiendo ropa de cama para mantener a sus cuatro hijos. Actualmente paga $380 a la semana por un espacio de 24 por 24 pies, y hasta ahora no ha encontrado ningún lugar que le ofrezca un arreglo comparable.

“Creo que hay mucha gente que va a cerrar porque no tiene adónde ir”, dijo Rodríguez.

El Pulguero de Opa-locka Hialeah ofrece todo tipo de productos a los clientes. Después de casi cuatro décadas de funcionamiento, el lugar cerrará en septiembre. Carl Juste cjuste@miamiherald.com
El Pulguero de Opa-locka Hialeah ofrece todo tipo de productos a los clientes. Después de casi cuatro décadas de funcionamiento, el lugar cerrará en septiembre. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

“Hasta mis hijos compran por internet”

Para la nueva generación de vendedores emergentes y los clientes que necesitan productos especializados y baratos, el cierre del pulguero ha sido una sorpresa, aunque muchos de los negocios que había allí no habían prosperado precisamente.

En una reciente y húmeda tarde de domingo, el pulguero bullía de actividad, con el reguetón de fondo y los estacionamientos llenos. Entre los vendedores corrían rumores: algunos creían erróneamente que el gigante minorista Amazon iba a comprar el terreno, otros que pronto se construirían condominios sobre sus antiguos puestos.

Moreau y su esposo pagan $385 a la semana; normalmente ganan lo justo para pagar el alquiler del puesto. Recuerda que, cuando se enteró que el lugar iba a cerrar, se quedó “tan sorprendida que me empezó a doler el estómago. No podía comer ni beber”.

Irma Moreau se instaló en el Pulguero de Opa-locka Hialeah hace cinco años, luego de verse obligada a mudarse de dos pulgueros anteriores. Moreau es una de los muchos inquilinos de negocios desplazados por la venta de la propiedad. Carl Juste cjuste@miamiherald.com
Irma Moreau se instaló en el Pulguero de Opa-locka Hialeah hace cinco años, luego de verse obligada a mudarse de dos pulgueros anteriores. Moreau es una de los muchos inquilinos de negocios desplazados por la venta de la propiedad. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

Pero reconoció que las compras por internet y la pandemia mundial la habían dejado colgada de un hilo.

“Todo el mundo, incluso mis hijos [están] comprando por internet”, dijo. “Solo unos pocos compran en el pulguero”.

A unos pocos pasillos de distancia, Robert Pelissier, un haitiano de 71 años, examinaba cuidadosamente las palomas apiladas en jaulas en el pequeño lote de la esquina de Tere Pet Shop. En otras jaulas había gallos, palomas y gallinas de Guinea. Se vendían huevos y miel de las granjas, así como rosarios e incienso. El puesto atendía en gran medida a los seguidores de la santería, que compran aves para ofrendas de sacrificio, una práctica común en Miami.

Pero Pelissier es un entusiasta de las aves y viene a comprar palomas. Le imploró al operador del puesto que lo mantuviera informado de su nueva ubicación, cuando la tuvieran. Un sonido lo interrumpió: “Baaaaaa”.

“Oigo [una] cabra. ¿Tienes [una] cabra?”, le dijo Pelissier al empleado llamado Lázaro.

Lázaro, encorvado en una desvencijada mecedora, sonrió. En la cama de una camioneta junto al puesto, una cabra joven balaba desde de una perrera grande.

“Por supuesto”, dijo Lázaro. “Vendemos de todo”.

Nirvah Lamerique, de 69 años, entre montones de pantalones de mezclilla de su puesto, que complementa los ingresos de su jubilación, el 7 de junio de 2022. Su concurrido puesto tiene mesas apiladas con camisas y pantalones de obrero de construcción, botas de trabajo, trajes militares y rollos de papel higiénico industrial. Carl Juste cjuste@miamiherald.com

Al otro lado del mercado, Lyz Vásquez, de 31 años, observaba cómo su esposo y un empleado del puesto cargaban una cama doble de terciopelo negro en su camioneta. Ella es una clienta habitual de este lugar. Vásquez se apresuró a pagarle al propietario.

“Me siento mal”, dijo respecto al cierre del mercado. “En otros lugares no se consiguen ofertas como las de aquí. Esta cama me costó $160: en cualquier otro sitio, me costaría $1,000 o $1,500”.

En el interior del lugar, Mercedes Egozcue rebuscaba entre camisetas de hombre, dos por $12. Cada pocos meses, viene aquí a comprar ropa para llevársela a su Cuba natal: algunas piezas para la familia y otras para vender, un negocio informal pero común para los inmigrantes cubanos más recientes.

“Es una injusticia lo que están haciendo aquí”, dijo Egozcue ante la mirada del dueño de la tienda, Alex Hayek Sr., y su hijo de 17 años del mismo nombre.

La familia Hayek, quien regenta esta tienda desde hace 15 años, no está segura de dónde acabará. Aun así, en una muestra del espíritu emprendedor que desde hace tiempo define al pulguero, Hayek le entregó una tarjeta con su número de teléfono.

Los lugareños disfrutan de la música, la comida y las bebidas en la gran zona de bar dentro del Pulguero de Opa-locka Hialeah el martes 7 de junio de 2022. Después de casi cuatro décadas de funcionamiento, el pulguero está programado para cerrar sus puertas en septiembre, dejando atrás una colorida historia marcada por feroces guerras de negocios, la corrupción política e incluso los vínculos con la mafia.