Solas en una casa vacía, las agentes de bienes raíces enfrentan peligros

Solas en una casa vacía, las agentes de bienes raíces enfrentan peligros
Solas en una casa vacía, las agentes de bienes raíces enfrentan peligros

Sara Ghodsi vendía piezas de automóvil antes de mudarse a San Diego y convertirse en agente inmobiliaria. No tenía que pasar el día sentada en una oficina, ganaba un buen sueldo y tenía la libertad de trabajar con su propio horario, y todo eso le gustaba.

Pero Ghodsi también comprendía que era un mercado muy competitivo, pues el número de agentes en todo el país había alcanzado una cifra récord. Así que, cuando el propietario de una vivienda en la ciudad costera de Oceanside, California, le llamó y dijo que estaba pensando en venderla, Ghodsi, deseosa de encontrar una propiedad para su cliente durante la pandemia, aceptó reunirse con él en su condominio, a solas.

Mientras hablaban aquella tarde de agosto de 2021, el hombre empezó a acercar su silla a la de ella. Luego le tendió la mano, le tocó el muslo y la besó a la fuerza.

“Casi lo bloqueé todo de mi mente”, relató Ghodsi, de 37 años. “Intentaba mantener la calma y la compostura porque estaba sola en casa de un desconocido. La puerta estaba como a metro y medio, pero no tenía ni idea de lo que este tipo era capaz de hacer”.

En todo el país, la inmensa mayoría de los agentes inmobiliarios son mujeres, y son vulnerables a abusos en un sector que ofrece pocas protecciones, exige que se reúnan con los clientes a solas en casas vacías y las anima a utilizar su aspecto para ayudar a atraer compradores. Las denuncias de acoso y, en ocasiones, de violencia física, incluyendo violaciones e incluso asesinatos, ponen de manifiesto los riesgos a los que se enfrentan.

Carl Carter, que tenía 34 años cuando su madre, Beverly Carter, fue asesinada por un hombre que se hizo pasar por un comprador de vivienda, en Little Rock, Arkansas, el 16 de abril de 2023. (Terra Fondriest/The New York Times).
Carl Carter, que tenía 34 años cuando su madre, Beverly Carter, fue asesinada por un hombre que se hizo pasar por un comprador de vivienda, en Little Rock, Arkansas, el 16 de abril de 2023. (Terra Fondriest/The New York Times).

La Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios informa que el 66 por ciento de sus miembros son mujeres. Muchas se sintieron atraídas al sector por las mismas razones que Ghodsi: horarios flexibles, un lugar de trabajo casi totalmente a distancia y un proceso de obtención de licencia que puede completarse en unas cuantas semanas.

Sin embargo, el sector también está estructurado de modo que el 90 por ciento de los agentes en realidad no son empleados de las agencias con las que trabajan. Son contratistas independientes, lo que significa que no están protegidos por el Título VII, la ley federal que prohíbe la discriminación y el acoso sexual en el lugar de trabajo.

También significa que muchas agencias inmobiliarias que dependen de estos agentes para la gran mayoría de sus ingresos no se sienten obligadas —ni siquiera dispuestas— a ofrecerles ningún tipo de protección o formación institucional. A la mayoría de las mujeres les toca idear estrategias de seguridad como compartir su ubicación con un familiar o amigo, insistir en las referencias antes de reunirse con un cliente o incluso portar un arma de fuego para protegerse.

Y así, casi seis años después de que el movimiento #MeToo desencadenara una reflexión mundial sobre el acoso y las agresiones sexuales, cientos de miles de mujeres de todo el país trabajan en un sector que se resiste a adoptar nuevas medidas para proteger a las mujeres que lo componen.

Dawna Hetzler, una agente inmobiliaria que aprendió a usar un arma tras temer los peligros de su trabajo, en una propiedad en venta en Elizabeth, Colorado, el 1.° de mayo de 2023. (James Stukenberg/The New York Times).
Dawna Hetzler, una agente inmobiliaria que aprendió a usar un arma tras temer los peligros de su trabajo, en una propiedad en venta en Elizabeth, Colorado, el 1.° de mayo de 2023. (James Stukenberg/The New York Times).

“Ese mundo es como el salvaje oeste”, comentó Kimberly Perlin, una terapeuta de trauma complejo en Towson, Maryland, que ha tratado a varias agentes inmobiliarias que fueron agredidas sexualmente en el trabajo. “Cualquiera puede llamar y decir que tiene dinero y quiere una casa, incluso los depredadores sexuales. Y en una casa tienes un espacio desprotegido y un equilibrio de poder inherente, porque el vendedor quiere la venta y el comprador lo sabe”.

La Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, organización comercial que representa a 1,5 millones de miembros, se ha resistido a exigir algún tipo de capacitación en materia de seguridad para sus miembros.

Las clases de su programa de seguridad para agentes inmobiliarios, que incluye seminarios web sobre buenas prácticas de seguridad, siguen siendo opcionales. En el sitio web del grupo, el programa hace de la seguridad una cuestión de precauciones personales y aconseja a los agentes que eviten mostrar casas al anochecer y se aseguren siempre de que las propiedades dispongan de una buena cobertura de telefonía móvil.

“Es difícil obligar a la gente a hacer ciertas cosas”, afirmó Tracy Kasper, presidenta electa de la Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios, en referencia a la capacitación en seguridad. “¿Podría formar parte de lo que consideramos obligatorio? Sí. ¿Lo hemos hecho ya? No”.

Los agentes dicen que la solución requiere la participación de todo el sector, y algunos recomiendan la verificación universal de antecedentes de los compradores y la obligatoriedad de la capacitación en seguridad como condición para la pertenencia de todas las agencias a las organizaciones profesionales. Otros sugieren que las mujeres agentes tengan la opción de pedir un acompañante cuando se sientan inseguras en las reuniones con clientes y que sus agencias asuman los gastos.

Los agentes más jóvenes y los recién llegados a la profesión no siempre son conscientes de los peligros.

“Nunca pensé en eso cuando empezaba”, señaló Rachel DiSalvo, de 41 años, que lleva doce años vendiendo casas en Nueva York y Nueva Jersey. “Me reunía con desconocidos en casas vacías por la noche”.

Se ha enfrentado tanto a acoso sexual en el trabajo —compradores que le hacían insinuaciones o intentaban manosearla— como a violencia. Un vendedor, enfadado porque no le había conseguido un precio más alto, sacó un hacha delante de ella y atacó el cartel con su foto.

“No sabía qué hacer, así que intenté mantener la calma”, narró DiSalvo. “Estaba gritando y chillando. En el sector, lo llamamos ‘berrinche de señor’”.

Las encuestas realizadas por grupos del sector han revelado que el acoso en esta industria es habitual y la mayoría de los agentes inmobiliarios afirman haber sufrido o presenciado acoso sexual en el lugar de trabajo.

Trabajar con revendedores de viviendas, que las dejan vacías durante periodos prolongados, también le ha planteado riesgos a DiSalvo. En noviembre, un ocupante ilegal reclamó una casa recién renovada que ella intentaba vender y, después de pedirle que abandonara la propiedad, él empezó a llamarla al celular —el número que figuraba en el cartel de “Se vende”— a todas horas, amenazándola de muerte.

Hizo intervenir a la policía y por fin consiguió que lo echaran de la propiedad.

DiSalvo ahora tiene un botón de alarma en su teléfono y guarda gas pimienta en su auto, que lleva a las propiedades siempre que se siente incómoda. Siempre comparte su ubicación en tiempo real con amigos o familiares cuando acude a las visitas. Sin embargo, es consciente de la trampa del sector: cada vez que le pide a un nuevo cliente que se identifique antes de la cita o se niega a concertar una cita de noche, sabe que podrían optar por otro agente.

Después de que el invasor la amenazó, tuvo que coordinarse sola con la policía. Y en una agencia anterior, le sugirieron que un colega masculino se encargara de cerrar un trato después de que ella fue acosada verbalmente por el cliente. Pero eso implicaba que DiSalvo le pagara al agente un honorario de su propia comisión.

“No hay ningún caso en el que la agencia intervenga a menos que reciba directamente la denuncia policial”, afirmó. “En doce años, siempre he sido yo la que ha resuelto los problemas en estos casos”.

Las agentes también saben que su aspecto físico está ligado a su éxito.

Sin embargo, la naturaleza de su trabajo —reunirse a menudo con desconocidos para convencerlos de que compren una propiedad— expone a las agentes inmobiliarias al peligro. Los profesionales del sector conocen bien los asesinatos más sonados: en 2008, una agente fue asesinada en Columbia Británica mientras mostraba una casa de 1 millón de dólares; el año pasado, otra fue baleada frente a una propiedad que estaba mostrando en Florida. Tan solo en 2021, 25 profesionales inmobiliarios murieron a causa de la violencia en el trabajo, según la Oficina de Estadísticas Laborales de Estados Unidos.

Midtown Manhattan.
Midtown Manhattan.

Tal vez ningún crimen causó más impacto en la industria que la muerte de Beverly Carter.

Aquel día de septiembre, Carter solo tenía que mostrar una propiedad más antes de irse a casa.

Eran casi las seis de la tarde y la agente inmobiliaria de Arkansas llamó a su marido para decirle que estaría en casa para la hora de la cena antes de subirse a su Cadillac color café y conducir 30 minutos a las afueras de Little Rock con el fin de mostrarle una casa a un desconocido.

Nunca la volvieron a ver con vida.

Carter tenía 50 años cuando fue asesinada en 2014. Su asesino, que la atrajo a la propiedad aislada fingiendo ser un comprador interesado, la secuestró, la asfixió y al final enterró su cuerpo en una tumba poco profunda cerca de la propiedad. Más tarde les dijo a los periodistas que su objetivo era Carter porque —como la mayoría de los agentes inmobiliarios— “era una mujer que trabajaba sola”. Fue condenado a cadena perpetua; su esposa, que actuó como cómplice, recibió una pena de 30 años.

Su hijo, Carl Carter, recuerda que lo despertó el timbre de la puerta a las cuatro de la madrugada, el martes en que los detectives encontraron su cadáver. Llevaba desaparecida cuatro días y un grupo de colegas de su madre, sabiendo que los medios de comunicación ya estaban acampados en la planta de hormigón donde se descubrió su cuerpo, acudió a su casa para darle la noticia en persona.

“El sector funciona sin protecciones”, afirmó el hijo de Carter.

Según Carl Carter, recae demasiada responsabilidad en los agentes a la hora de crear sus propias medidas de seguridad, cuando lo que se necesita es una reforma de todo el sector. En lugar de poner en marcha protocolos que protejan a los agentes en el terreno, las agencias han tardado en responder a las peticiones de una reforma más amplia, o se han resistido por completo, aseguró.

“Las grandes agencias me han dicho: ‘Siento lo de tu madre. Pero yo no estoy aquí para proteger a la gente, sino para ganar dinero’. Es una industria muy enfocada en lucrar”, sostuvo. La Asociación Nacional de Agentes Inmobiliarios ya ha exigido otras capacitaciones como obligatorias. En mayo, tras las crecientes presiones por las prácticas discriminatorias y los prejuicios en las valoraciones, la organización anunció que los agentes debían tomar cursos regulares de capacitación continua sobre vivienda justa y diversidad, equidad e inclusión.

En el sitio web del grupo, se ofrecen consejos sobre estrategias de seguridad como “comparte tu agenda con un colega, asistente o familiar”, “comprueba la batería y la señal de tu celular antes de acudir a una cita” y “no entres nunca en áticos, sótanos o cocheras donde puedas quedar atrapado”.

La organización también realiza una encuesta anual sobre seguridad. Este año, cuando se preguntó a los agentes si habían sido víctimas de un delito mientras trabajaban, el 98 por ciento de los encuestados respondió que no. Aunque la organización considera que estas cifras son un éxito, Carl Carter no las ve así.

“Unos cuantos puntos porcentuales sobre un millón y medio de personas de repente se convierten en una conversación muy diferente cuando te das cuenta de que significa que miles de personas han sido víctimas”, concluyó.

c.2023 The New York Times Company

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