En la mesa, la cama y las vacaciones… la fórmula para preservar el planeta

Supongamos que a usted le alarman las noticias sobre el cambio climático. Y quiere hacer algo. No sabe qué. Algo. Pero su sincera intención colisiona con un iceberg en forma de pregunta: ¿qué influencia puede tener un sencillo ciudadano en el curso de los apuros ambientales del planeta? Entonces encuentra este artículo.

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Renunciar o, al menos, reducir el consumo de carne de res y aumentar la ingestión de vegetales, he ahí un consejo ecológico para los carnívoros (Yahoo Editorial)

Vivimos en una época de recetas: cinco ejercicios fáciles para bajar de peso, tres consejos útiles para ahorrar dinero, decálogo para un matrimonio feliz y, ¿por qué no? tres cambios simples para salvar al planeta. Las recomendaciones, por supuesto, no se ajustan a todas las realidades. Sin embargo, revelan matices de la actual emergencia planetaria que escapan a cualquier intento de “ecologismo instantáneo”.

El imperio de la carne

La agricultura genera el 15 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. La mitad de ese volumen proviene de la ganadería, en particular de la producción de carne de res. Parece poco en comparación con el efecto contaminante del transporte automotor, por ejemplo. Pero a mediados de esta centuria, si no transformamos radicalmente nuestros hábitos alimenticios, la industria agropecuaria será responsable de la mitad del dióxido de carbono que la humanidad podrá lanzar a la atmósfera si quiere reducir el calentamiento a 2 grados Celsius.

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La ganadería a escala industrial ha multiplicado las emisiones de metano y dióxido de carbono (El Universal)

¡Exterminemos a las vacas! Aunque disminuir el ganado vacuno atenuaría el impacto ambiental de ese sector, la medida más efectiva pasa por el menú cotidiano. De acuerdo con una investigación publicada en el Reino Unido en marzo pasado, la adopción masiva de un régimen vegetariano provocaría un descenso de 63 por ciento en las emisiones de gases de efecto invernadero en el año 2050.

Dicho de otra manera: como promedio un humano carnívoro produce 1,5 toneladas más de dióxido de carbono al año que un vegetariano. O sea, que los devoradores de reses, pollos, cerdos, ovejas, etcétera… además de no tener piedad con los pobres animalitos, contribuyen al calentamiento global.

¿Debería usted sentirse culpable frente a un suculento bistec? Depende. Un estadounidense consume 24,5 kilogramos de carne de vacuno al año, mientras un peruano apenas ingiere 4,4 kilogramos y un colombiano 11,7. ¿Quiénes deberían renunciar a saborear un bife? Los argentinos y uruguayos, sin dudas, quienes encabezan la lista de adictos a la carne de res en el mundo, con 37,9 y 41,6 kilogramos per cápita, según datos de la OCDE.

Cargar con toda la responsabilidad a los consumidores también deja al margen a los principales culpables del modelo de producción masiva que predomina en las naciones desarrolladas. La industria agropecuaria suele esquivar los señalamientos de las voces ecologistas. ¿Por qué deberíamos aceptar que los gobiernos o las organizaciones ambientalistas dicten el menú familiar?

Las grandes compañías de la alimentación en Estados Unidos, por ejemplo, han desplegado intensas campañas de cabildeo para evitar que el gobierno federal incluya criterios de sostenibilidad ambiental en sus recomendaciones dietéticas.

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El impacto ambiental de un niño nacido en un país en desarrollo es mucho menor que el provocado por los menores de naciones industrializadas. (EFE)

Un hijo menos

Si usted ya se cuenta entre los privilegiados seres que han engendrado saludable descendencia, debería abstenerse de incrementar la prole. Un hijo adicional representa 20 veces más emisiones de gases de efecto invernadero que la reducción proveniente de medidas como el reciclaje, el uso de equipos eléctricos eficientes y la conducción de un automóvil de bajo consumo.

El cálculo proviene de un estudio de la Universidad del Estado de Oregón, en Estados Unidos, que señala con justeza la diferencia entre un menor norteamericano y niños de países en desarrollo. Los primeros dejarán una huella ambiental 160 veces más nociva que sus coetáneos de Bangladesh y cinco veces peor a la de los pequeños chinos (según estadísticas de 2009).

Tomando en cuenta que las mayores tasas de crecimiento poblacional se concentran en pobrísimas naciones de África, ¿acaso la salud del planeta mejoraría entonces si nacen menos africanos, mientras europeos y norteamericanos se reproducen al discreto ritmo actual?

Vacaciones con los pies en la tierra

Y el último consejo, más no el de menor importancia, consiste en renunciar a ese soñado viaje trasatlántico para visitar a los primos españoles o contemplar la ruinas de Roma. La aviación civil genera el 12 por ciento de las emisiones de dióxido de carbono producidas por el transporte. De acuerdo con la Fundación David Suzuki, ese aporte contaminante se ha incrementado en 83 por ciento desde 1990.

Los datos del Banco Mundial esclarecen a quién se dirige esta recomendación. Las aerolíneas estadounidenses trasladan más de 760 millones de pasajeros al año, en rutas nacionales e internacionales. Mientras las chinas, a pesar de disponer de una población cuatro veces mayor, no superan los 400 millones y la superpoblada India ni siquiera alcanza los 85 millones.