El Carnaval de Brasil solo empieza cuando llega John Travolta (el que mide 4 metros)

La ciudad costera de Olinda, Brasil, cobra vida con la aparición de un enorme muñeco de John Travolta. (Dado Galdieri/The New York Times)
La ciudad costera de Olinda, Brasil, cobra vida con la aparición de un enorme muñeco de John Travolta. (Dado Galdieri/The New York Times)

Era casi el comienzo de una de las celebraciones más famosas del Carnaval en Brasil, en la ciudad costera de Olinda, al norte del país, y la plaza de la ciudad estaba repleta de miles de asistentes. Todos esperaban a su ídolo.

Justo antes de las 9 p. m., las puertas de un salón de baile se abrieron de par en par, una banda de música se abrió paso entre la multitud y salió la estrella que todos habían estado esperando: un muñeco de John Travolta de cuatro metros.

El confeti voló, la banda comenzó a tocar una melodía pegajosa y la multitud coreó: “John Travolta es realmente genial, organizando una gran fiesta, y en Olinda, el mejor carnaval”. (En portugués rima).

Luego, el gigantesco John Travolta, encaramado en la cabeza de un titiritero, lideró un desfile por las calles empedradas.

El boneco, como se dice muñeco en portugués, llevaba un llamativo traje y cuello de tortuga de la época disco, con un copete negro, al estilo John Travolta en Fiebre de sábado por la noche. El boneco, que este año cumplirá 45, tiene casi la misma edad de la película.

Pero, ¿se parece al verdadero Travolta?

“No se parece en nada a él”, dijo el hombre que hizo el muñeco hace más de cuatro décadas, Silvio Botelho, de 65 años, en su taller a la sombra de un árbol de mango. La cara de arcilla y papel maché ha mutado con el tiempo, descolocando un poco los ojos. “La humedad se apoderó de él”, dijo. “Todo está deformado”.

Botelho ha rogado para que le dejen rehacerlo, pero la familia propietaria del boneco dice que a ellos —y miles de sus vecinos— les encanta tal y como está.

“La gente está enamorada de este boneco”, dijo Eraldo José Gomes, de 56 años, un abuelo que estuvo entre el grupo de chicos locos por la música disco que tuvieron la idea de crear un muñeco de John Travolta en 1979. “Nos da miedo meterle mano”.

El boneco de John Travolta es uno de los cientos de muñecos gigantes que desfilan por Olinda durante cuatro días cada febrero, convirtiéndose en la tarjeta de presentación del renombrado Carnaval de esta ciudad —que termina con las celebraciones del martes esta semana— y una muestra de cómo las fiestas previas a la Cuaresma en Brasil son mucho más que solo el extravagante desfile de Samba de Río de Janeiro.

Para quienes viven en Olinda, una ciudad de aproximadamente 350.000 habitantes, los bonecos también cumplen un propósito más profundo. Son una especie de tótems, que desempeñan un importante rol cultural y comunitario, y a menudo conmueven a los carnavaleros hasta las lágrimas. El boneco más antiguo de Olinda, el Hombre de la medianoche, incluso es considerado un objeto religioso sagrado por los seguidores de las religiones afrobrasileñas, y existen instrucciones religiosas específicas para manejarlo.

La humedad ha deformado la cara del muñeco Travolta a lo largo de los años. (Dado Galdieri/The New York Times)
La humedad ha deformado la cara del muñeco Travolta a lo largo de los años. (Dado Galdieri/The New York Times)

“Crecí con John Travolta. Él es mi hermano. Él es el tío de mis hijos”, dijo Valeria dos Santos, una trabajadora doméstica de 41 años, sobre el boneco de John Travolta. Dos Santos comenzó a llorar al explicar que a su madre le encantaba ese boneco, planchó su ropa durante años y murió en 2007, el día que el muñeco desfilaba por las calles.

Los bonecos llegaron por primera vez a la región en 1919, a una ciudad a siete horas de distancia, cuando un sacerdote portugués relató que se usaban muñecos similares en Europa para celebraciones religiosas, dijo Jorge Veloso, un historiador de Olinda que estudia los bonecos de Brasil.

En 1932, los carnavaleros de Olinda crearon el Hombre de la medianoche, que durante décadas ha desfilado todos los sábados a medianoche, un momento que se emite en vivo por televisión.

En 1967, grupos de Carnaval crearon un segundo boneco, la Mujer del día, para que fuera la esposa del Hombre de la medianoche —hubo una ceremonia de matrimonio de Carnaval— y luego, en 1974, llegó su hijo, el Niño de la tarde.

Más tarde, un grupo de siete chicos, fascinados con Fiebre de sábado por la noche, convencieron a Botelho para que creara un boneco de John Travolta. Botelho, que estaba comenzando y conocía a los chicos del barrio, accedió a hacerlo gratis.

A partir de ahí, los bonecos se propagaron por Olinda. Hay figuras folclóricas, personajes de ficción y marionetas basadas en carnavaleros conocidos. Los políticos locales los encargan para sus campañas, las empresas los hacen para promociones y la gente los pide como regalos.

La mayoría son creación de Botelho, un fabricante de marionetas autodidacta que calcula que él y su equipo han creado más de 1300 bonecos. Antes trabajaba con papel maché y poliestireno, pero ahora moldea principalmente fibra de vidrio y epoxi sobre una escultura de arcilla, la pinta y añade pelo y ropa. “Creé una cultura”, dijo.

Hace unos 15 años, llegó la competencia. Un empresario, Leandro Castro, comenzó a crear bonecos en la metrópolis vecina, Recife, la octava ciudad más grande de Brasil. Su idea, crear un museo de bonecos, se convirtió en un gran éxito, en gran parte porque tenía un buen truco publicitario: todos sus bonecos serían de figuras famosas.

Su museo de una sola sala está repleto de celebridades brasileñas e internacionales, entre ellas Elvis, Pelé y el papa Francisco.

Castro atrae mucha cobertura en los medios brasileños, en parte por sus maniobras con la política. Tiene bonecos del presidente Joe Biden; de Xi Jinping, el líder de China; y del presidente Vladimir Putin de Rusia. Ha montado una reunión entre los bonecos del expresidente Donald Trump y Kim Jong-un, líder de Corea del Norte. Y mostró con orgullo un mensaje del expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, agradeciéndole por su propio boneco.

Aunque Castro es la cara del negocio, el secreto de sus bonecos realistas es un escultor poco conocido, Antônio Bernardo, quien el viernes estaba en su estudio lúgubre a pocas cuadras del museo, moldeando una enorme cabeza de arcilla junto a su perro Honey, que dormía.

Bernardo ha esculpido casi todos los bonecos de Castro, que ascienden a 750, y estaba apurado por terminar un nuevo político para el desfile anual de marionetas de Carnaval de Castro: el presidente Javier Milei de Argentina.

Bernardo dijo que hacer su propio arte le resulta satisfactorio, mientras que los bonecos son un trabajo. “Esto no me da ningún placer”, dijo, señalando la cabeza de Milei. “Me domina”.

Rivales

Los magnates de las marionetas, Botelho y Castro, de algún modo se han convertido en rivales. Botelho llamó a Castro un “pirata”. Castro criticó la artesanía de los bonecos de Botelho, mencionando en particular a John Travolta y dijo que planeaba hacer un John Travolta mejor para el próximo año.

El boneco de John Travolta sí tiene un aspecto poco convencional, y un encanto innegable.

“Es horrible, pero hermoso”, dijo Maria Helena Alcântara, de 30 años, una carnavalera que esperaba la llegada del boneco el sábado por la noche. “Nos toca el corazón”.

Mientras la multitud crecía en la plaza, más de 100 personas festejaban dentro del salón de baile en una fiesta privada de John Travolta. Llevaban camisetas de John Travolta, bailaban al ritmo del pegajoso tema de John Travolta y posaban con el boneco de John Travolta situado en un rincón.

“Realmente no hay mucha relación con el actor hoy en día. Ahora él es John Travolta de Olinda”, dijo Diego Gomes, de 25 años, un pariente de los creaadores de la idea del boneco de John Travolta. Había visto Fiebre de sábado por la noche por primera vez esa semana. “Fue interesante”, dijo.

Por toda la ciudad, varios niños llevaban bonecos más pequeños de John Travolta sobre sus cabezas como sus disfraces de Carnaval. Y en un momento en el taller de Botelho, Victor Calebe, de 5 años, entró corriendo, echó un vistazo a los diversos bonecos y preguntó: “¿Dónde está John Travolta?”.

Los fundadores del boneco dijeron que habían intentado contactar al verdadero Travolta durante años, pero nunca recibieron respuesta.

“Él va a pensar: ¿Qué locura es esta?”, predijo Botelho. “¿Están borrachos?”.

Sin embargo, cuando se le pidió un comentario, el verdadero Travolta no opinó lo mismo.

“¡Su música, su baile y su pasión me llenan de un sentimiento de plenitud!”, respondió el actor en un correo electrónico cuando se le preguntó si tenía un mensaje para los carnavaleros de Olinda. “¡Me siento orgulloso y honrado de ser el ícono de su carnaval! ¡Me hace muy feliz! Con amor siempre, John Travolta”.

Laura Linhares Mollica colaboró con reportería.

Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía en Brasil, con sede en Río de Janeiro, desde donde lidera la cobertura de gran parte de América del Sur. Más de Jack Nicas

Laura Linhares Mollica colaboró con reportería.

c. 2024 The New York Times Company

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